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Las encuestas de opinión, por lo general, son de utilidad para alguien. Las que se publican en los medios de comunicación también. Difunden ideas y ayudan a clarificar preferencias, objetivos absolutamente legítimos. Pero ojo, ninguna encuesta es inocente. Todas obedecen a un encargo, a una misión, a una agenda. Todas tienen una temática cerrada y una particular forma de abordarla. No hay nada de malo en ello, pero conviene que lo tengamos claro y no les atribuyamos una autoridad irrefutable. Aclarado esto, entremos en materia.
En algunas encuestas, una mínima parte, se realizan preguntas o interpretaciones sesgadas, es decir, se formulan preguntas que “fuerzan” el sentido de las respuestas o bien se llega a conclusiones inapropiadas. El origen de estas prácticas es variopinto: el simple error, la impericia, el deseo de que la realidad confirme nuestras expectativas y, en ocasiones, las presiones de los que pagan.
Por ejemplo, a veces nos encontramos con que una pregunta se centra en un aspecto parcial que, sin embargo, se usa para dar cuenta de la totalidad del asunto. Pongamos un ejemplo (ficticio). Si una encuesta preguntara “¿Considera que acoger refugiados de Oriente Medio entraña riesgos? ¿Sí o no?”, y no indagara nada más sobre el asunto ¿se podría llegar a la conclusión de que “los españoles rechazan acoger refugiados debido a los riesgos”? Obviamente no. Para empezar porque la interrogación versa sobre en qué medida compartimos una idea o creencia concreta, no una valoración.
Pongamos otro ejemplo sencillo. Piense en la siguiente pregunta: “¿Cómo calificaría usted la atención a los refugiados? ¿Buena o mala?”. Parece fácil de responder, pero no lo es. ¿A qué se refiere la pregunta? ¿A la atención que realmente se les está dando a los refugiados? ¿O a que sean atendidos en general? Si usted contesta que le parece “mala”, es posible que le confundan con un desaprensivo que prefiere que los refugiados sean abandonados a su suerte. Así que, para evitar riesgos, tal vez sea mejor contestar que le parece “buena”. El problema de esta pregunta (uno de ellos) es su ambigüedad y vaguedad: permite más de una interpretación y no fija claramente a qué se refiere. Una buena pregunta de encuesta debe procurar que al común de los mortales solo le venga a la mente una única interpretación razonable referida a unos hechos claros y delimitados. Imagínese que días más tarde un periódico de tirada nacional concluye que “los españoles apoyan por unanimidad la atención que se está dando a los refugiados”. ¿Cómo se le quedaría el cuerpo?
Todo esto viene al caso por algunos ejemplos reales de reciente factura: “¿El ‘no’ a la investidura de Sánchez es una noticia buena o mala?”. Con esta pregunta el diario El País llegó a la siguiente conclusión: “El 50% de quienes apoyaron a Podemos desaprueban su voto negativo al socialista”. Pero ¿a qué se refiere la pregunta? ¿Cuál es el sentido de preguntar si es una “noticia buena o mala”? ¿Por qué se extraen conclusiones sobre terceros? Todo ello nos resulta difícil de comprender.
Otra que complementa a la anterior rezaba así: “Durante el proceso de investidura ¿qué partido cree que ha puesto más dificultades?”. La conclusión a la que llega el diario es que Podemos y PP son “los responsables prácticamente exclusivos de la mala noticia”. Ojo. A lo mejor son conclusiones certeras, pero quedan embarradas por preguntas vagas, ambiguas y mal conectadas con lo que se quiere transmitir.
No es un mero problema de redacción. El problema va más allá. Editorializar las encuestas no es una buena idea. Genera perplejidad, desconfianza y descrédito. En estos tiempos de opiniones volátiles y escenarios políticos cambiantes es (y será) una práctica tentadora. Por eso deberíamos frenarla en seco, cuanto antes, mediante la presión crítica de lectores, periodistas y profesionales de las encuestas. Dicho queda.
Las encuestas de opinión, por lo general, son de utilidad para alguien. Las que se publican en los medios de comunicación también. Difunden ideas y ayudan a clarificar preferencias, objetivos absolutamente legítimos. Pero ojo, ninguna encuesta es inocente. Todas obedecen a un encargo, a una misión, a...
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Fray Poll
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