PERFIL
Consuelo Císcar, un alma barroca en el museo de los horrores
La exdirectora del IVAM, ahora en el ostracismo político, sin la protección de su esposo y amigos, ha sido acusada de prevaricación, falsedad documental y malversación por irregularidades como la adquisición de obras de arte con sobrecostes del 1.500%
Lucía Márquez Martínez 23/03/2016
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Visualicen a la gente rica de su ciudad. Gomina por doquier, mechas, el inconfundible tono anaranjado de quien invierte una cantidad indecente de horas en los rayos UVA. Añádanle un estrafalario popurrí de obras y creadores seleccionados con criterios más que cuestionables, una maraña de favores a amigos y conocidos y un insaciable cráter engullidor de fondos públicos. Tendrán ante ustedes a la criatura grotesca, marchita e hipertrofiada en la que Consuelo Císcar (Picanya, Valencia, 1945), imputada en enero por malversación de fondos públicos, convirtió al Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) entre 2004 y 2014, cuando lo dirigía.
Así, el otrora referente de la cultura de vanguardia vio cómo durante una década se le dejaba morir mientras su prestigio y sus cifras de visitantes se desplomaban a un ritmo parejo e inquietante. Por si no fuera suficiente, también contempló pasmado su aterradora transformación en una presunta máquina de corrupción salvaje. Y todo gracias a Císcar, una mujer que se define a sí misma como barroca, pero que prefirió desarrollar su carrera en el mundo del arte contemporáneo, y que se convirtió en una de las directivas más pudientes del Gobierno valenciano, con un patrimonio de más de 2,5 millones de euros.
Casada con Rafael Blasco –exconseller de Solidaridad que actualmente cumple una condena de seis años y medio de cárcel por el desvío de fondos públicos dirigidos a cooperación internacional–, juntos formaron durante lustros una de las parejas con mayor poder en el panorama político valenciano. Cuando se conocieron –según ABC, gracias al hermano de Consuelo y diputado socialista hasta 2015, Ciprià Císcar–, él era un aguerrido militante de extrema izquierda y ella una joven amante del arte que desafiaba a la censura con las subversivas obras presentadas en la galería que abrió en los setenta.
Ya asentada la democracia, ambos realizaron un viraje ideológico y existencial hasta recalar en las lucrativas filas del Partido Popular. Allí fueron reptando concienzudamente de puesto en puesto y llegaron a convertirse en dos de sus gerifaltes más temidos. Ella ejerció como directora general del Museo de Bellas Artes de Valencia y subsecretaria de Promoción Cultural de la Generalitat, entre otros cargos.
Desterrada de la dirección del museo, se le acusó de prevaricación, falsedad documental y malversación, entre otras cosas, por adquirir obras con un sobrecoste del 1.500%
Los caprichos megalómanos que ya manifestaba en aquellos años, traducidos en proyectos fallidos como la Ciudad de las Artes Escénicas de Sagunto, hicieron que se planteara su destitución. Sus buenas relaciones con el entonces presidente del Consell, Francisco Camps, y la figura de su todopoderoso marido propiciaron que se le diera una patada que la auparía a la cúpula del IVAM. La generosidad de Camps no quedó sin recompensa y, durante su calvario personal por el caso de los trajes, encontró en Císcar a una de sus principales defensoras. Él, por su parte, dejó a la Generalitat valenciana con una deuda de más de 40.000 millones de euros.
Pero todo se acaba, y durante los años al frente del IVAM, Císcar consiguió poner en su contra a todos los colectivos del sector artístico: creadores, galeristas, críticos y expertos exigían su cabeza por la decadencia en la que había sumido al centro y sembraban serias dudas sobre la limpieza de su gestión. Una vez desterrada de la dirección del museo (oficialmente renunció ella misma por “cuestiones de salud”), las sospechas sobre sus malas prácticas cristalizaron en un aluvión de cargos judiciales. Entre otros, se le acusa de prevaricación, falsedad documental y malversación debido a irregularidades como la adquisición de obras de arte con sobrecostes que alcanzaban el 1.500%.
Auge y caída
Los comienzos de Consuelo al frente del IVAM parecían prometedores. El museo contaba con renombre a nivel internacional y, gracias a un eficaz trabajo de relaciones públicas y un más que suculento presupuesto, logró fichar a un importante plantel de expertos y reconocidos creadores deseosos de colaborar con ella.
Estos apoyos le permitieron afianzar su posición en los primeros momentos y reforzar el fondo artístico con el que contaba el centro. “En su etapa inicial, Císcar tenía mucho dinero disponible, pero, a partir de 2010, los fondos menguaron sin parar. De hecho, el IVAM celebró sus 25 años con menos financiación que cuando se creó, en 1989. Evidentemente, esto afectó a la programación”, explica Alfons García, jefe de Cultura del periódico Levante-EMV.
Solo entre 2009 y 2013, ya en plena crisis, el IVAM destinó un millón de euros a sufragar desplazamientos y dietas
El actual director del IVAM, José Miguel García Cortés, intenta relativizar el paso de su antecesora por la institución: “Como en cualquier otro museo, cada director busca darle su punto personal al proyecto. El centro ha tenido diferentes etapas en su historia, desde el inicio, en el que quería consolidar una línea expositiva, hasta hoy. Evidentemente, existen momentos más interesantes y otros menos, pero el público, la prensa especializada y los artistas son conscientes de cuáles han sido”.
Durante los años del PP al frente de la Generalitat, una de las obsesiones institucionales era poner al territorio valenciano “en el mapa”. Dicho mantra, repetido con tozudez enfermiza en múltiples intervenciones públicas, fue interiorizado por Císcar, que se entregó en cuerpo y alma a difundir la obra del IVAM allende los mares. Hanoi, Dakar, Shanghái, Santo Domingo o Basilea. Ella misma se jactó de haber recorrido miles de kilómetros gracias a su puesto en el IVAM.
Bien acompañada
Como apunta García, en estas exóticas travesías a cargo del erario público siempre iba acompañada de “críticos de arte, profesores, artistas y otra gente de difícil justificación que colaboraba en el museo”. Por ejemplo, en un viaje a Argentina se contó con una delegación de 16 personas entre las que se incluían el arquitecto y miembro del consejo rector del museo José María Lozano y el creador José Cosme. Sin embargo, para los gestores culturales, tales expediciones no aumentaban la fama internacional de la entidad, sino que respondían a “decisiones personales y caprichos”. Solo entre 2009 y 2013, ya en plena crisis, el IVAM destinó un millón de euros a sufragar desplazamientos y dietas.
Las facturas infladas y los astronómicos gastos no justificados en las cuentas del IVAM llegaban, en cualquier caso, también hasta sus amigos. La adjudicación de contratos a dedo y sin concurso público a empresas de colaboradores cercanos fue una constante en sus años como emperatriz del IVAM. También su favoritismo por ciertos creadores.
“Císcar no admitía críticas y utilizaba el IVAM como un rodillo para silenciar a sus contrarios y comprar voluntades”, asegura el crítico José Luis Pérez Pont, que añade que se contrataban comisariados de exposiciones “por más de 50.000 euros, cuando los precios usuales van de 3.000 a 9.000”, y que se recurría sistemáticamente a los mismos profesionales afines a la dirección.
Excesivas y autoritarias, con tendencia a la peineta y el cardado, Barberá y Císcar impusieron su ley en sus respectivos negociados y fueron muy criticadas por la opacidad en su trabajo
“Hay artistas sin especial relevancia con los que se organizaban actividades de todo tipo y otros que han tenido vetado el acceso al museo durante 10 años”, explica. Algunos de los profesionales que trabajaron asiduamente con Císcar fueron los críticos de arte Francisco Calvo Serraller y Fernando Castro Flor. CTXT ha intentado sin éxito consultar a ambos sobre su experiencia en el centro.
Entre las exposiciones que quedarán grabadas a fuego para la posteridad se encuentra la dedicada a Tono Sanmartín, el peluquero de las señoronas de la alta sociedad valenciana, o la de los diseños de Ágatha Ruiz de la Prada, esposa de Pedro J. Ramírez, cuya empresa de entonces, Unidad Editorial, supo corresponder a Císcar con recurrentes halagos impresos. Otro de los comisarios habituales de las muestras del IVAM era Rafael Sierra, director de la revista Descubrir el Arte, de Unidad Editorial, firmante de la exposición del XXV aniversario del diario El Mundo y participante en el multitudinario viaje a Argentina, entre otros.
Muestras inexplicables
Asimismo, el museo acogió una retrospectiva de Ripollés, artista predilecto del PP valenciano y autor de la estatua dedicada a Carlos Fabra en el aeropuerto de Castellón. En este caso, la muestra era patrocinada por el controvertido complejo turístico Marina D’Or. Y como publicó Levante-EMV, también se cedieron gratuitamente las instalaciones del IVAM para exponer las portadas de la revista de moda Telva (Unidad Editorial, de nuevo). “No ha sido la calidad lo más destacado en la última época del IVAM, sino la falta de una idea clara sobre qué es un museo y cuáles deben ser sus líneas. Cuando esto sucede, se va a salto de mata y hoy se hace una exposición de una cosa y mañana de otra. Una colección no es un conjunto de obras, sino que hace falta tener en la cabeza una programación”, explica García Cortés.
Otra de las gestas personales emprendidas por Císcar fue la promoción de la obra dejada por Gerardo Rueda, pintor y escultor al que José María Aznar denominaba sin pudor su “artista favorito” –incluso intentó que Caja Madrid, a través de Miguel Blesa, financiara un museo dedicado a su figura–. Consuelo impulsó el legado de Rueda en los circuitos internacionales, y adquirió parte de su obra para el IVAM: cerca de un centenar de piezas con un valor, según el centro, de 24 millones de euros y cuya tasación también está siendo cuestionada.
Años antes de ser detenido, Ping vendió al IVAM 61 fotografías de artistas orientales que costaron más de 400.000 euros
En el pintoresco legado de Císcar consta además el estrechamiento de lazos fraternales entre Valencia y China. Además de realizar frecuentes viajes a este país en nombre del museo, puso gran empeño en convertirse en clienta de Gao Ping, galerista y presunto líder de una mafia de blanqueo de capitales. En 2008, años antes de ser detenido, Ping vendió al IVAM 61 fotografías de artistas orientales que integraron la muestra 55 días en Valencia y costaron más de 400.000 euros.
Durante la operación, ahora investigada por una posible tasación fraudulenta, el magnate asiático contó con la asesoría del abogado Alberto Sierra, hermano del comisario habitual de Císcar. Más tarde, Consuelo y Gao trabajarían conjuntamente en otras exposiciones de temáticas variadas. Esta publicación ha intentado ponerse en contacto con la exdirectora para conocer su versión de los hechos, sin recibir respuesta.
La buena estrella de la exdirectora también quedó plasmada en la trayectoria de su hijo. Rablaci –nombre artístico y acrónimo de Rafael Blasco Císcar– ya había exhibido su obra en varios continentes (además de en el IVAM) incluso antes de acabar la carrera de Bellas Artes. Así, con apenas 24 años, tuvo la oportunidad de cautivar al público de Buenos Aires, París, Cascais, Tokio y diversas ciudades chinas.
Más allá del dinero
Un aspecto muy cuestionado en Císcar era su falta de formación para el puesto que ocupaba. Quizás buscando compensar estas lagunas, la exdirectora, licenciada en Empresariales, siempre ansió el reconocimiento público. “A veces su personal nos pedía como favor que le hiciéramos preguntas, aunque no las fuéramos a utilizar después, simplemente para que ella se quedara contenta por haber recibido atención de los medios”, explica una periodista que prefiere no dar su nombre.
En este sentido, a lo largo de su carrera Císcar alcanzó distinciones tan extravagantes como la de Dama de la Orden Château Béla de Eslovaquia o la de Ministra de Cultura de la Orden de San Juan de Jerusalén. En este último caso, su padrino fue Julio Quaresma, acompañante en los viajes a Argentina, República Dominicana y China y supuesto beneficiado por el sobrecoste en la adquisición de obras.
También obtuvo el Premio Woman Together 2006 por ayudar a “erradicar las injusticias sociales y la pobreza”, entregado en la sede de la ONU en Nueva York junto a Hillary Clinton y Rania de Jordania. Acotar cómo luchaba Císcar contra la pobreza en el mundo queda a la imaginación de los lectores.
Con ella, el pasado enero, también fueron imputados cinco miembros de la cúpula del museo que pertenecieron a su círculo de confianza
Además, recibió el galardón que la revista Descubrir el Arte (recordemos, dirigida por Sierra y editada por Unidad Editorial) entrega a personalidades destacadas en el ámbito de la creación y la gestión cultural. La editorial de la revista recibía 500.000 euros anuales por editar y distribuir la publicación Cuadernos del IVAM. En total, fueron 2,36 millones cuyos objetivos y resultados no figuran en ningún informe.
La vida pasa y ahora el museo lucha por resurgir de sus cenizas. “En los últimos años el IVAM ha vivido una situación muy especial en la que no debemos ahondar nuevamente, sino que hemos de mirar al futuro. Una de las cuestiones fundamentales es que el centro tenga una identidad específica”, subraya el actual director, García Cortés. “Debe ser un museo abierto a todos los sectores, ideas y demandas culturales de los ciudadanos. Para ello, queremos colaborar tanto con grandes instituciones como con proyectos locales y minoritarios”, añade.
Lo que parece evidente es que para Císcar habría sido imposible convertir la institución en su cortijo particular si hubiera actuado sola. Con ella, el pasado enero, también fueron imputados cinco miembros de la cúpula del museo que pertenecieron a su círculo de confianza. Condenada al ostracismo político, sin la protección de su esposo y sus amigos, y abandonada por sus aduladores, la malograda Císcar debe hacer frente ahora a los escombros morales de la que fue su gran obra vital. Qué duro puede resultar ser una mecenas en pleno s. XXI.
Visualicen a la gente rica de su ciudad. Gomina por doquier, mechas, el inconfundible tono anaranjado de quien invierte una cantidad indecente de horas en los rayos UVA. Añádanle un estrafalario popurrí de obras y creadores seleccionados con criterios más que cuestionables, una maraña de favores a...
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Lucía Márquez Martínez
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