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La Unión Europea parece desenvolverse en un estado de crisis permanente, que no tiene que ver con conflictos anteriores. Esta vez va en serio. Esta vez, es el modelo lo que está en el filo de la navaja. Esta vez, hay que abrir un debate serio y adulto sobre los posibles escenarios y la manera de afrontarlos. En Bruselas, pero también en la capitales europeas del Sur.
Atrás quedaron aquellos otros momentos históricos en los que las dificultades daban pie a nuevos avances, mayor cohesión y etapas de tranquila consolidación y crecimiento. Ahora no hay calma, ni avances consolidados, ni crecimiento suficiente… A la crisis económica iniciada en Estados Unidos siguió la crisis del euro, la de Grecia, la de los refugiados, las amenazas terroristas, los referendos de variada índole, hasta llegar, el próximo día 23 de junio, al de mayor envergadura: el referéndum británico sobre permanencia en la UE, el famoso Brexit.
La cuestión es que en todo este periodo, ante todas estos episodios de crisis, la Unión no ha sido capaz de ofrecer una respuesta lógica, unida y solvente, sino que ha actuado de manera caótica, ofreciendo un flanco muy débil a los nuevos nacionalismos y alentando la idea de que Europa no necesita ni busca ya una mayor cohesión entre sus miembros (cohesión económica y social) sino que está destinada al resurgir de bloques con intereses divergentes.
Europa viene de tres referéndums perdidos (hace pocos días Holanda votó contra el acuerdo con Ucrania; Grecia lo hizo antes sobre las condiciones de su propio rescate y Dinamarca se pronunció en contra de una mayor integración en temas de seguridad y justicia). La UE no se dio por enterada, en el sentido de que los consideró formalmente consultas menores, quizás molestas, pero que no afectaban al núcleo de la organización. Ahora afronta algo diferente: el Brexit cambiaría la cara al proyecto europeo definitivamente.
Las grandes crisis económicas acaban siempre convertidas en grandes crisis políticas y sociales y en Europa estamos viendo esa transformación a cámara lenta. El auge de los populismos, todos ellos de raíz nacionalista, adelanta una desintegración a fuego lento del modelo. ¿Qué hace tan diferente esta crisis de otras anteriores, de la crisis económica provocada por el petróleo en los años 80, por ejemplo? Sobre todo que la presión, enorme, se está produciendo en el centro de Europa, o más precisamente en Alemania, el tablero con el que contaban todas las demás fichas para irse moviendo sin provocar catástrofes.
Los brutales ajustes impuestos a la periferia, Grecia, Irlanda, Portugal, España o Chipre, pensaban fríamente los técnicos, serán absorbidos, trágica pero disciplinadamente. Españoles, griegos o portugueses soportarán la hoguera que Europa plantó en sus plazas. La cuestión es que la crisis política se va trasladando al centro de Europa y los movimientos anti-políticos, anti-sistemas del sur de Europa se revelan mucho menos peligrosos para el modelo que los movimientos nacionalistas, xenófobos o de extrema derecha que cobran auge en Alemania, Francia, Reino Unido, Finlandia o Austria, por no hablar de Polonia o Chequia.
Eso es lo que lo cambia todo. Los ataques del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, contra el Banco Central Europeo, haciéndole responsable del ascenso de la extrema derecha alemana, son un síntoma terrible. La crisis política duele ahora en Alemania, y Alemania (o al menos una parte de ella) reacciona culpando a Europa.
¿Qué sucederá si la crisis económica se aviva y regresa con toda su fuerza, como algunos economistas temen? El BCE no puede ir mucho más allá, de acuerdo con sus estatutos, tan insuficientes y erróneos, pero tan defendidos con uñas y dientes por Alemania. ¿Dónde estarán en ese caso los colchones que alivien el golpe? En otras etapas de la Unión, quizás habría sido posible repensar la política fiscal, repensar la cohesión y, desde el centro, con el apoyo de la periferia, avanzar, pero en esta etapa, no por casualidad, sino por presiones financieras que todavía no hemos sido capaces de valorar suficientemente, los caminos para ese recorrido se han ido poco a poco bloqueando y cerrando; con la lacra de intereses particulares formidables, desde luego, pero también con el de poderosas ideologías, tan tercas como dañinas.
Pueden pasar dos cosas. Escenario 1: Europa es experta en el arte de ir tirando, lleva años convertida en un colectivo melancólico de naciones absortas. Por eso, son poco probables éxitos o fracasos rotundos y podemos hacer frente a una fase larguísima de enfrentamiento (Norte-Sur, Este-Oeste, acreedores-deudores, etcétera), que ralentice el proceso o que incluso lo coloque en punto muerto. Muchos expertos creen que ese es el escenario más probable.
Pero existe otro. El Escenario 2: la economía de los países emergentes no se estabiliza, sino que empeora y la crisis mundial regresa con nuevas fuerzas. La Unión Europea, incapaz de hacerle frente de manera solidaria, consiente que cada país tire por su lado. Es un escenario pésimo, pero no imposible porque ya se han colocado algunas piedras en ese camino: Angela Merkel ha transformado ya la Europa de Kohl, más preocupada por la convergencia y la solidaridad, en una Europa de fracturas, falta de cohesión y divergencia. Si Alemania, que es el tablero, cede al miedo, fomentado intencionadamente con la crisis de los refugiados y alimentado también en el poderoso mundo de los pensionistas, el proyecto nacido en 1945 cambiará completamente de sentido. Habrá quizás una Europa de dos velocidades con Alemania, Austria, el Benelux y Francia (¿?) y una segunda almendra con los “torpes”, una periferia sometida a ese mando.
Italia lleva ya varios años hablando de si fue o no una buena decisión apoyar el euro. Es un debate difícil, que aun no ha llegado a España, pero que será inevitable, según qué circunstancias. Si no se ataja la situación actual, la discusión sobre la pertenencia al euro se impondrá. Y no será una locura, sino un debate adulto, necesario, eso sí de consecuencias profundas y a muy largo plazo. Sería mejor no llegar a ese punto. Ya se sabe que el Apocalipsis casi siempre defrauda a sus profetas. Porque es peor.
La Unión Europea parece desenvolverse en un estado de crisis permanente, que no tiene que ver con conflictos anteriores. Esta vez va en serio. Esta vez, es el modelo lo que está en el filo de la navaja. Esta vez, hay que abrir un debate serio y adulto sobre los posibles escenarios y la manera...
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