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Allá en el siglo pasado, a finales de los 80 y principios de los 90, campaban a sus anchas por el campus de la Universidad Complutense de Madrid. De vez en cuando, se daban un garbeo por la facultad de Ciencias de la Información, no tanto por ser nido de rojerío sino porque el bar del búnker –el horripilante edificio que retratara Amenábar en Tesis (1996)– era un epicentro de modernos descreídos y uno de los mayores mercados de costo de Madrid.
Llegaban, montaban gresca, pegaban o zarandeaban –a las chicas también, sin distinción de género, igualitarios– y se iban por donde habían venido, con total impunidad. No pasaba nada. Hija transicional, a la universidad no podía entrar la policía sin permiso expreso del rector ni siquiera para detener a fascistas o a camellos. Los residuales cachorros de la violencia política –se rumoreaba que venidos de la facultad de Derecho, pero quién sabe– resultaban una imagen casi folclórica de tiempos pasados que preferíamos ignorar.
En aquellos lejanos tiempos, inocentes, pensábamos que los grupúsculos violentos que hacían pintadas amenazantes en nuestros muros –los del Ministerio de Educación, en realidad– y firmaban como Guerrilleros de Cristo Rey o Falange Tradicionalista eran frikis condenados a una desaparición darwinista. Incluso llegamos a creer que los skinheads llegados de barriadas periféricas, sin estudios ni pedigrí de apellidos rimbombantes ni abuelitos gerifaltes franquistas, les comerían la tostada anti-democrática.
Muchos años después, demasiados, estas hordas siguen existiendo. Algunos se reciclaron y pasaron a militar en partidos políticos –en uno, concretamente– o a dedicarse a los negocios, aprovechando sus buenos contactos. “La verdad sobre el negocio de Ausbanc y el pasado ultraderechista de su presidente, Luis Pineda.” (Rubén Sánchez. Eldiario.es, 17-2-2014) En el poder, celebran exposiciones con simbología fascista en colegios públicos. “Quijorna permite un acto de exaltación franquista y nazi en un colegio público. La alcaldesa, del PP, rindió homenaje a los “caídos por Dios y por España” (El País, 30-9-2013).
También actúan contra artistas, una de sus presas favoritas: atacar las obras artísticas y a sus inermes autores les produce un éxtasis de placer colérico. Como ahora, contra el reconocido y premiado artista Juan Francisco Casas y su obra L'estasidilatex. No hace falta saber mucho de arte para reconocer un orgasmo en el mármol voluptuoso dedicado a la avilesa, ni la cómplice sonrisa del ángel adolescente que le clava la flecha, allá en la iglesia romana de Santa Maria della Vittoria. Pero aquí no cabe discusión sobre la obra y vida de Bernini –un pieza, a la vez que genio–. No. Hay amenazas de muerte, pintadas en la puerta de la galería, campaña en las redes sociales firmada por una estrambótica asociación de estirpe carlista –carlista: animal de cresta colorada que después de confesar y comulgar, ataca al hombre”, en frase quizá apócrifa de Baroja– y, posiblemente, tema de debate para los furibundos tertulianos de 13 TV. “La Iglesia financia 13TV con el dinero que recibe del Estado vía IRPF” (Público, 7-12-2015).
¿Frikis? Puede ser. Pero también podrían representar la punta de lanza de una mucho más numerosa población, sobre todo la educada durante los años del totalitarismo –el gen fascista erradicando el gen rojo- cuya idea de la democracia es feble, apenas reducida a la idea de papeletear una vez cada cuatro años. Muchos se llaman a sí mismos, en muy alta voz, católicos. Apostólicos y romanos. Más papistas que el papa –vicio tan español–, herederos de Torquemada y de Fernando VII, de los capirotes y del Index, si hubieran vivido en Roma sabrían que el espíritu de la ciudad del Tíber es, justamente, el contrario: “Si hubiera habido censura de prensa en Roma no tendríamos hoy ni a Horacio ni a Juvenal, ni los escritos filosóficos de Cicerón” dijo Voltaire.
Eso por no hablar de caridad cristiana, porque son los mismos que se manifiestan en contra de los derechos de los homosexuales, los mismos que consideran al Estado como enemigo pero defienden el Orden y la Ley cuando proviene de un gobierno y una policía a su servicio; son los que aprueban y aplauden la ley Mordaza; son las señoras del ropero para niños pobres que creen que el pago de impuestos es una lata (“Pilar de Borbón culpa a ETA de su presencia en una sociedad panameña” El Plural, 6-4-2016) y son los que vitorean a una realeza que -ella sí- puede insultar a los periodistas, incluso faltar el respeto a la ciudadanía en general: “Este es un país muy difícil”. (“Los reyes de España arroparon a López Madrid cuando estalló el escándalo de las tarjetas black” eldiario.es, 8-3-2016)
Son aquellos que acosan a las escritoras, artistas y periodistas feministas; son los embajadores de raigambre aristocrático-franquista que censuran obras artísticas en una Academia -de artistas: su razón de ser- sostenida con dinero público. Son los que se escandalizan por una pintura, una película, una obra teatral, un guiñol, una serie de televisión, esos Savonarolas de la ficción que nunca se indignan por la injusticia o la violencia real cuando la sienten lejos y no les atañe. Son los profesores de la educación concertada –subvencionada- que adoctrinan a alumnos de diez años en el odio a los refugiados sirios porque son musulmanes. Son los ministros angélicos que usan las cloacas del Estado y los medios amigos –algunos subvencionados- para crear dosieres falsos, para encausar a otro partido político, para insinuar delitos punibles en la ciudadanía rebelde.
“Cosidó, director de la Policía: "Podemos supone una amenaza para la democracia y representa un proyecto totalitario". “El director general de la Policía, Ignacio Cosidó, en una entrevista para la televisión, ha acusado a Pablo Iglesias de formar un proyecto de izquierdas totalitario como el de Venezuela y ha asegurado que la formación morada pone en peligro la democracia. Además, ha defendido que el proyecto que defiende Podemos es el mismo que ha representado ETA durante años.” (Lasexta.com, 1-5-2016)
En la ignorancia y desprecio de esa ley que dicen respetar, afirman que la libertad de expresión “tiene límites”. Los suyos. Gentes de orden, se sorprenderían al descubrir que los verdaderos antisistema, los peligrosos radicales, son ellos.
Nota: No por casualidad, la exposición de Juan Francisco Casas O(H)ROMAo(H)MORTE (Galería Fernando Pradilla, Madrid), en la que se exhibe este cuadro tildado de blasfemo, muestra a un único hombre. Está rodeado de mujeres vivas y bellas, pero él, en cambio, es un cadáver: el de Pier Paolo Pasolini. El poeta, el cineasta, el político, el artista que vivió fiel a sus convicciones y murió a manos de la barbarie dijo que “escandalizar es un derecho, como ser escandalizado es un placer”.
Allá en el siglo pasado, a finales de los 80 y principios de los 90, campaban a sus anchas por el campus de la Universidad Complutense de Madrid. De vez en cuando, se daban un garbeo por la facultad de Ciencias de la Información, no tanto por ser nido de rojerío sino porque el bar del búnker –el horripilante...
Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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