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En la serie más icónica de la generación de los educados en democracia, hay un momento memorable en el que los chavales protagonistas --y una señora que, sin que sepamos por qué, los acompañaba-- cantaban, en revisión ochentera de Joan Baez, “Del barco de Chanquete no nos moverán”. Como en un inquietante augurio de lo que sobrevendría a la generación de los entonces adolescentes y ahora cuarentones, unos niños se plantaban ante la autoridad para impedir que unos especuladores inmobiliarios le quitaran su casa a un anciano.
“El mensaje oculto de Verano azul y otros programas de TVE en la Transición”.
“Como explican María Antonia Paz y Javier Mateos-Pérez en su estudio The Impact of Political Transition (1976--1982) on Spanish Televisión for Children and Young People, publicado recientemente en la revista Television & New Media, los directivos de TVE, directamente controlados por Súarez, diseñaron nuevos contenidos y formatos para educar a los niños y jóvenes en los valores democráticos, pero siempre cuidando que estos no se fueran de madre. (...) TVE fue progresista en sus esfuerzos para ayudar a los jóvenes a adaptarse al cambio del país hacia la democracia, pero conservadora en la forma en que se aferraba a los valores tradicionales de la familia cristiana y la obediencia filial. (...) Las protestas en el barco de Chanquete eran lo máximo a lo que se podía aspirar. Al final, como afirman los investigadores, es mucho más fácil promover el cambio político que cambiar la mentalidad de la población, especialmente cuando esta viene de un legado de profundo respeto a la autoridad y obediencia incuestionable”. (Miguel Ayuso. El Confidencial. 3-3-2016)
“Ada Colau deberia estar sirviendo en un puesto de pescado”. Entrevista a Félix de Azúa. (Luis Calvo, Tiempo. 1-3-2016)
Curiosa manera de desprestigiar a un personaje político. Por desgracia, el insulto grosero se ha hecho habitual: incluso adorna titulares.
“Carlos Herrera estalla harto de las patochadas sectarias de Ada Colau”.
De "pobre ignorante sin oficio ni beneficio elegida por sus conciudadanos como un ejercicio más de ensimismamiento en la frivolidad de creerse la caricatura en la que se ha convertido" es como ha tildado Herrera a Colau. Una "payasa callejera con ínfulas de justicia finisecular" dedicada a "momificar la urbe" y perteneciente a "ese género cretino que considera que su gran trabajo estriba en convertir su ciudad en un perfecto ejemplo de la antipatía". (Esradio. 27-3-2016)
La polémica en torno a las declaraciones de Félix de Azúa puede provenir de su reciente nombramiento como miembro de la Real Academia de la Lengua: dada la relevancia de tal distinción quizá se le podría exigir cierta responsabilidad ética –estética-- a la altura de su refinado pensamiento, muy por encima de la media.
“Nunca he llamado ‘pescadera’ a Colau. Le recomendé un oficio digno, como un puesto de pescado, ante su incompetencia municipal. Es ella la que debe de tener una opinión espantosa de las pescaderas porque se sintió ofendida de que la tomaran por una. De haberlo sabido le habría recomendado una zapatería”. Azúa. (Carta a El Mundo, 4--4--2016).
“Yo no llamé ‘pescadera’ a la Colau, dije que debería estar en un puesto de pescado dada su inutilidad como alcaldesa. Si llego a saber que desprecia tanto a las pescaderas le habría propuesto una peluquería, pero a ella las pescaderas deben de parecerle algo espantoso, porque le ha dolido mucho. Pude haber dicho verdulera, que debería de trabajar en un puesto de verduras, o en una zapatería. Pero eso le ha molestado mucho. Es ella quien ha humillado a las pescaderas. No yo. Por otro lado, lo del clasismo… pero qué clases sociales conoce esa mujer. Y lo de la misoginia… ¿Qué entenderá por misoginia una mujer que apenas tiene estudios? La Colau, como muchas otras de su especie, no es feminista, es mujerista, que es muy distinto”. Entrevista a Félix de Azúa. (Karina Sáinz Borgo. VozPópuli. 4-4-2016).
Ada Colau ni siquiera merece una crítica argumentada; para ella no habrá sino el “machismo discursivo” que señala Ignacio Sánchez-Cuenca en La desfachatez intelectual o salidas de tono de intención dolosa como las de Azúa, a pesar de su cínica explicación. Para el reciente académico tampoco merecen consideración los votantes de la mayoría de partidos: “votan borrachos” y “la ideología es para los tontos”.
Tales arrebatos verbales en personas de probada inteligencia y capacidad intelectual solo se explican cuando la cólera obnubila la razón. Pero, ¿por qué tanta cólera? Ahí radica la cuestión que ocupa la política y el periodismo de fecha reciente. (Una vez más: dime de qué te indignas, y te diré quién eres).
Parece ser que a los miembros más preclaros de la generación del 78 les indignan los chicos del barco de Chanquete con sus protestas, sus modos, su participación en el escenario político, su existencia, en suma. Los del paro sistémico, los JASP, los de la precariedad laboral, los sin oposiciones y sin cátedras, esos inútiles, incultos, cursis, idiotas, pesebreros del Estado de bienestar, niños mimados. Indignados. Sobre la causa de esa otra indignación, al fin y al cabo ajena, guardan silencio.
"Intelectuales como Azúa callaron mientras la sociedad española estaba dormida por la falsa sensación de riqueza. Y su silencio fue clamoroso en el momento en que la gran recesión provocó un descalabro social. No cumplieron, ni antes ni ahora, su papel de conciencia crítica. Todo lo contrario, fueron cómplices de las injusticias y de los abusos del poder que degradaron la calidad democrática del país y convirtieron las desigualdades sociales en abismos". (“Colau y Azúa: cara y cruz de la misma crisis”. Josep Carles Rius, eldiario.es, 3--4--2016).
“La función del intelectual consiste en determinar críticamente lo que se considera una aproximación satisfactoria al propio concepto de verdad”. Umberto Eco.
“Las facultades de humanidades habría que cerrarlas. Ya no tienen ninguna función.” Entrevista a Félix de Azúa (VozPópuli, 4-4-2016).
Olvida también Azúa, y con él otros muchos, que fue su generación la responsable de educar a los hijos de la Transición, los de la EGB, la LOGSE y la LOMCE. Si son un fracaso, son –somos-- su más íntimo fracaso. Pues algo de responsabilidad tendrá un catedrático que lo es desde el año 83, director del Instituto Cervantes de París de 1993 a 1995, escritor, ensayista y poeta. La suya es la última generación que tuvo maestros, dice. A tenor de estas afirmaciones, parece que toda la generación posterior ha crecido ajena a influencias culturales o política educativa, fuera de cualquier doctrina o propaganda durante estos 40 años de democracia. Solos. Pero no fue así.
Lo que ocurre es que nuestros maestros, nuestros ideólogos, nuestros gobernantes, las voces autorizadas durante décadas, han visto desde sus perennes cátedras y tribunas que los antiguos alumnos se les han rebelado, y no les gusta. ¡Maldita enseñanza en libertad que no ha traído más que desobediencia filial! Mucho mejor aquella otra franquista del nacional catolicismo que tan buenos frutos dio; sí que debió de ser igualitaria y no elitista, además de extraordinaria, puesto que ha procurado a la nación española tantos y tan longevos triunfadores en los negocios, la banca, el periodismo, la cultura y la universidad. Y qué no decir de la clase política, con tantísimas figuras intachables, de probada probidad que aún siguen en activo y de cuyo prestigio, contante y sonante, nadie duda. La generación que hizo (nos hizo) la Transición sea por siempre loada.
Durante una noche de primavera de 1927, un grupo de poetas surrealistas mearon contra la puerta de la Real Academia de la Lengua para mostrar su rebeldía contra la institución que creían representaba la cultura “putrefacta” de su época. Pura vanguardia. Casi un siglo después, las tornas se han cambiado y son algunos académicos, políticos, líderes mediáticos y empresariales quienes, desde sus atalayas, mean contra todo lo que consideran intolerable deriva de los tiempos. Pero su desprecio no es subversivo sino conservador y temeroso: una respuesta impotente contra quienes ocuparon las plazas durante el 15-M, ese barco de Chanquete levantado contra el espejo deformante de su democracia. La suya y la de nadie más.
En la serie más icónica de la generación de los educados en democracia, hay un momento memorable en el que los chavales protagonistas --y una señora que, sin que sepamos por qué, los acompañaba-- cantaban, en revisión ochentera de Joan Baez, “Del barco de Chanquete no nos moverán”. Como en un inquietante augurio...
Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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