¿Qué candidato cargará con la soberbia?
El aura de fracaso sobrevuela el 26-J. Los debates y los mítines de campaña se centrarán menos en los proyectos y más en las personalidades de los líderes
Esteban Ordóñez 7/05/2016
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Hay palabras y conceptos que marcan épocas políticas. Suelen ser palabras con cara de mármol y corazón de arcilla donde todos intentan dejar su huella. La idea dominante de los nuevos comicios será la ‘soberbia’ o la ‘arrogancia’. Ambas cumplen perfectamente los requisitos de un buen juguete electoral: maleables, hábiles para el descrédito y fácilmente arrojadizas.
La convocatoria de nuevas elecciones no es consecuencia de un mecanismo ajeno a la voluntad de los protagonistas y de un plazo habitual de legislatura, más bien deriva de la actuación directa de los líderes. Esta circunstancia centrará los debates y los mítines más en las personalidades que en los proyectos. El aura de fracaso sobrevuela el 26-J. Ninguno de los candidatos ha negado su frustración. Nadie quiere responsabilizarse del espíritu envenenado de estos comicios. Se buscan culpables y, como de lo que se trataba era de encontrar acuerdos, la acusación de inflexibilidad marcará la línea divisoria entre los buenos y los malos.
La personalización del debate se agrava, y eso que ya tocó ciertos límites en los prime times de diciembre. Según la experta en comunicación política y trabajadora del Departamento de Cultura y Prensa de la Embajada de Japón, Reyes Cala Siria, “la última campaña electoral puso en evidencia que la política, especialmente la comunicación de la misma, es cada vez más personal, basada en argumentos relacionados con el carácter y la vida privada del candidato”. Los últimos meses han reforzado esta tendencia.
Desde el PSOE se acusa de arrogancia a Pablo Iglesias. En Podemos se pide humildad a Pedro Sánchez. Y todos juntos tachan a Mariano Rajoy de creerse por encima del bien y del mal al no comparecer en el Congreso.
De todos Iglesias resulta el más perjudicado. La soberbia se ha convertido en el cliché favorito para designarlo hasta el punto de que ha secuestrado su discurso. Cualquiera de sus propuestas o comparecencias pasa por ese tamiz y se contamina. El líder morado ha facilitado las cosas con algunas intervenciones, incluso se ha inculpado en público por su actitud: “Peco de arrogancia y soberbia”, reconoció.
¿Qué es realmente la soberbia?
La insistencia acaba borrando los significados. Por eso, conviene detenerse y preguntarse qué es realmente la soberbia o qué constituye un acto de arrogancia.
Nos ayuda el filósofo Javier Gomá Lanzón, que se remonta a la Grecia antigua para desmenuzar el término: “En Grecia, la arrogancia era duramente castigada. Se llamaba hybris y era el peor de los desórdenes que podía cometer un héroe. El cosmos estaba bien ordenado y los dioses habían impuesto unos límites irrebasables a los hombres. Incurrir en hybris (insolencia, arrogancia, rebeldía) consistía en exceder esos límites y aspirar a parecerse a los dioses”.
Tal vez en esta idea esté la respuesta a por qué las acusaciones de altanería calan mejor contra los movimientos rupturistas y provenientes, más o menos, de esa chusma de la que hablaba Gabilondo. Ha ocurrido con Ada Colau, Teresa Rodríguez o Rita Maestre. Basta leer artículos como La insoportable arrogancia moral de la izquierda española, de la muy reposada Esperanza Aguirre. Hay ‘límites irrebasables’, llámense Dioses o llámense Constitución, bipartidismo o, simplemente, protocolos. También las democracias se enraízan en mitos o ideas santas y cualquier intento de alterarlas (o solo de comprobar su salud) puede adquirir la dimensión de un pecado o un atentado. Así sucedió con los juramentos de Podemos en la primera sesión del Congreso.
Sin embargo, Pablo Iglesias también ha intentado sacudirse el cliché y lanzarlo contra el líder socialista: “Más humildad, Pedro”. Como se ve, para participar en este juego de la patata caliente, no es necesario aludir exactamente a la soberbia o la arrogancia, también puede recurrirse a la atribución en negativo, siempre más subliminal.
El potencial de estos vituperios aumenta en una campaña que se dirimirá en el terreno de la culpa. “Con la utilización de esta calificación se recurre al mecanismo de identificación que, como indica Philippe Breton, consiste en que el que emite el mensaje está representado por el propio mensaje. Con la utilización de la ‘soberbia’, los candidatos utilizan la identificación a través de imponer un determinado marco a su contrincante. Si el otro candidato es soberbio, él se está situando en el extremo opuesto y se coloca moralmente por encima del otro candidato. Son ‘raíles mentales’, es decir, términos que nos inducen a pensar de modo que lleguemos a una determinada conclusión”, analiza Reyes Cala.
Además, como indica Javier Gomá, “la soberbia es particularmente mal recibida en nuestra época, porque el nuestro es un tiempo igualitario que no consiente que nadie se ponga por encima de nadie. Todos somos iguales ante la ley, todos estamos dotados de la misma dignidad y mismos derechos”.
La soberbia personal se percibe fácilmente porque va en el carácter y se identifica al ejecutor. Sin embargo, existe otra modalidad más difusa: la que se practica con un lenguaje neutro o a través del manejo de las instituciones. A Pablo Iglesias se le condenó por postularse a la Vicepresidencia, se le atribuyó un interés exclusivo por los sillones y una vanidad de vieja política; pero poco se ha señalado a Sánchez por exigir la Presidencia o por maniobrar para mandar a Podemos al gallinero con apenas unos miles de votos de diferencia.
Susana Díaz ha definido la posible confluencia entre Podemos e IU como un matrimonio de conveniencia en el que no hay amor, sino odio al PSOE e interés por sustituirle. La presidenta andaluza, como ya ha hecho otras veces, se atribuye así la propiedad de los votos de un espectro ideológico y, en consecuencia, identifica el juego democrático y la competición electoral con el odio o con la rebelión. No obstante, estos argumentos, al ampararse en la costumbre, apenas dejan ver que, en el fondo, nacen de atribuir al PSOE derechos y privilegios de representación por encima de otros partidos.
En opinión de Reyes Cala, “el debate político se liga cada vez más a la moral, en detrimento de la mala gestión, como se ha podido ver en las declaraciones tras la falta de acuerdo para la investidura”. La experta en comunicación diferencia campañas positivas y negativas. Las primeras se centran en promocionar las virtudes y valores del propio partido, desviando el foco de los competidores. Las segundas, en cambio, atacan y desautorizan a la oposición. “Esta actitud puede entenderse como una debilidad y un comportamiento impropio de aspirantes a la presidencia del Gobierno”. “El deseo de limpiar la imagen de cada partido ante un fracaso, ésa suele ser la clave”, concluye Cala. Con las cartas repartidas, parece que el 26-J será una pelea a navaja por la humildad.
Hay palabras y conceptos que marcan épocas políticas. Suelen ser palabras con cara de mármol y corazón de arcilla donde todos intentan dejar su huella. La idea dominante de los nuevos comicios será la ‘soberbia’ o la ‘arrogancia’. Ambas cumplen perfectamente los requisitos de un buen juguete electoral: maleables,...
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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