Es imposible no recordar como si fuese ayer ese alegato de Esperanza Aguirre invitando a Ciudadanos y PSOE a aliarse contra la "izquierda radical" de Podemos, encarnada en Manuela Carmena, evitando así que en su escalada de terror el partido morado se hiciese con el control de la alcaldía de Madrid. Lo aseveraba muy seria, convencida, que invitar al miedo y al odio a partes iguales no es baladí. Fue entonces cuando pronunció una de las frases más virales en el curso tuitero de 2015, aquella que decía que, a través del Ayuntamiento de Madrid, la formación de Iglesias pretendía "romper el sistema democrático occidental tal y como lo conocemos".

Desconocemos si fue mala pasada de su subconsciente, pero ahí lo dejó. No le bastó con decir "sistema democrático occidental", sino que sintió la necesidad de apostillar con el "tal y como lo conocemos". Y es que en cierto modo, en ese "tal y como lo conocemos", va implícito todo lo que su partido a base de corruptelas y medidas antisociales ha ido moldeando sobre el término hasta convertirlo en lo que por desgracia conocemos ya de buena mano muy a nuestro pesar.

Pasa el tiempo y los patrones se repiten. Poner freno a la nueva política urge y el cómo es lo de menos. Fernández Díaz, tras las pasadas elecciones del 20-D, argumentaba que ETA deseaba "como agua de mayo" un pacto de socialistas y Podemos, y hace un mes era el ministro de Justicia quien acusaba a Podemos de estar rodeado de etarras. Algunos dirán que calumniaban y difamaban sin base alguna, pero, oye, que si lo hacían era por el bien de la nación, por mantener este infalible —para algunos — sistema democrático en el que retozan impunemente y desde el que a diario dictan sentencia sobre lo que está bien y lo que está mal. Qué es democracia y qué no.

El sábado tomaba el relevo en este tipo de declaraciones el director de la Policía, Ignacio Cosidó. El cargo político, que participaba en una de las tantas tertulias de 13TV, se despachó a gusto dando a sus telespectadores carnaza de la buena, afirmando rotundamente que Podemos "es un peligro para nuestra democracia". Lo que Cosidó posiblemente desconocía es que, quizás sin saberlo, sus palabras desmarcadas de la parcialidad que merece su puesto apuntaban a un peligro aún mayor para la democracia, no para la suya, sino para la que concebimos los demás: la instrumentalización de una institución pública de la talla de la Policía por parte de una presidencia en funciones que no pretende nada más allá de sembrar el pánico entre la población. Lástima que, a día de hoy, de esto no hay Gobierno que nos avise.