1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

CTXT necesita 15.000 socias/os para seguir creciendo. Suscríbete a CTXT

GENTES DE MAL VIVIR

El no de Oriana Fallaci

La periodista italiana continúa siendo un referente de lo mejor de un oficio cada día más confundido

Miguel Ángel Ortega Lucas 11/05/2016

<p>Oriana Fallaci.</p>

Oriana Fallaci.

Francesco Scavullo

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Hubo una vez una niña enamorada de una magnolia. Una magnolia en medio de un jardín. La niña se pasaba días enteros mirándola desde lo alto de una ventanita, a la que sólo podía llegar encaramada a una silla. Las flores de aquel árbol se abrían “como pañuelos limpios que nadie cogía”, por estar demasiado altas. La niña soñaba con que alguien consiguiera alcanzar alguna flor mientras aún fueran blancas.

Un día, una mujer que solía tender ropa en ese mismo jardín también se quedó mucho rato mirando la magnolia. Al poco llegó un hombre: la abrazó por detrás y la sorprendió; cayeron juntos a tierra, donde “se estremecieron largamente”; luego quedaron dormidos. Más tarde apareció otro hombre: enfurecido al contemplar la escena, se abalanzó sobre los dos. El hombre que había yacido con la mujer salió huyendo. Pero el hombre furioso consiguió atrapar a la mujer, a la que levantó en vilo, “como si no pesara”, “y la arrojó al vacío, sobre la magnolia”: su cuerpo golpeó en las ramas con un rumor sordo. Ahí quedó un momento, como otro pañuelo ensangrentado, hasta que finalmente cayó al suelo, arrancando en su estrépito y llevándose con ella una de las flores blancas. “Y desde aquel día la niña creció convencida de que para coger una flor una mujer tenía que morirse”.

La niña se llamaba Oriana, y cuarenta años después recordaría esta historia para otro niño, dentro de su propio vientre, que no llegaría a nacer nunca. No olvidó añadir su moraleja: “Quiera Dios que tú no tengas que aprender tan pronto como yo que gana siempre el más fuerte, el más prepotente, el menos generoso. (…) Aquí, en este mundo, todos causan daño a alguien, niño. Si no lo hace, sucumbe. Hay siempre alguien que se come a otro para sobrevivir”.

Pero aquella niña que tuvo lobos en vez de magnolias no iba a conformarse jamás con sobrevivir, piadosamente: puesto que este mundo es un campo de batalla, el suntuoso vals de las tinieblas, resolvió que iba a pelear en él, con él y contra él, así tuviera que bailar con el diablo. Así tuviera que enamorar al diablo: para poder entrevistarlo después y entender de una vez por qué. Quién, qué, dónde, cuándo, cómo. Pero, sobre todo, por qué. Por qué es este mundo como es. La batalla sin tregua de la indómita Oriana Fallaci, una de las mejores periodistas de todos los tiempos, en la más amplia, más antigua, más noble acepción de esa equívoca palabra –de este confundido oficio.

Aquí, en este mundo, todos causan daño a alguien, niño. Si no lo hace, sucumbe. Hay siempre alguien que se come a otro para sobrevivir

Dijo alguna vez otro maestro de esta rama, Gabriel García Márquez, que si algo había aprendido con la edad era “a decir que no cuando es que no”. El periodismo es –debería ser– sobre todo el oficio de los que aprenden visceralmente a decir que no cuando es que no: ante el engaño, ante el chantaje, ante el miedo, ante la sinuosa espiral del silencio del traje nuevo del emperador que nadie se atreve a señalar en voz alta. Es –debería ser– un oficio para los que al crecer no dejaron atrás las insobornables preguntas de la infancia: un niño pregunta para entender; y si por estupidez, por descuido o por hurtarle información no se le responde, la palabra no seguirá emergiendo desde el rencor de sus ojos: No, no me engañas, no consigues engañarme.    

Oriana Fallaci creció como debía crecer, para ella y para su oficio: sin dejar de ser aquella niña, siguió preguntando como una imperial mosca cojonera, rondando las narices de los amos del mundo contemporáneo; por ser verdaderamente adulta (lo cual no tiene nada que ver, según parece, con la hipoteca y el derecho a voto), no dejó jamás de decir que no cuando era que no. Nació en Florencia, en abril de 1929. Y siendo aún prácticamente adolescente la echaron del Mattino dell’Italia. Por negarse a hacer un reportaje-hagiografía a Palmiro Togliatti, secretario general del Partido Comunista italiano.

La partisana

Hay otro cuento, que Fallaci refirió también en aquella Carta a un niño que nunca nació (1975). El de otra niña –pongamos que la misma niña de la magnolia, pero algo mayor– que “creía en el mañana”. Creía en el mañana en el que creía su padre, después de haber descreído consecutivamente del mañana del Reino de los Cielos y del mañana del progreso humano que le enseñaban en la escuela. Su padre “luchaba desde veinte años atrás contra unos poderosos personajes vestidos de negro, y cada vez que le rompían la cabeza decía, valiente y obstinado: Llegará el mañana”.    

Al fin, ese mañana prometido llegó con unos amigos rubios, “como ángeles de uniforme”, llamados “aliados”. Pero nada más llegar uno de esos ángeles pisaba la cabeza de un aliado italiano contra el suelo por haber robado una bolsa de comida (“en el ejército inglés a los ladrones se les fusila”, dijo el comandante). “Desde entonces –contaba Fallaci a su niño-fantasma– la niña desconfió para siempre de la palabra mañana”. Un día pidió ropa sucia para lavar de aquel ejército (“los nuevos amos”), para llevar comida a casa: seis pares de calcetines, un pan; tres camisetas, una lata de carne y judías. “Todas las prendas eran calzoncillos sucios. Lavándolos, me di cuenta de que nuestro mañana no había llegado, y tal vez no llegaría nunca”. (…) “Ahora te pregunto si estás dispuesto a descubrir que el mañana es un ayer. Aún no conoces la peor de las realidades: que el mundo cambia y sigue siendo como antes”.

No consigo aceptarlo, la idea de que nuestra existencia dependa de los caprichos de unos pocos. Venga de un soberano despótico o de un presidente electo

Y sin embargo, antes de dedicarse a lavar, aquella niña ya había ejercido de correo para la resistencia antifascista (“su padre, un carpintero de izquierdas, no le ahorró ningún riesgo”, escribió Enric González). Perfectamente alineados, la Historia y su carácter, para correr más rápido que su propio destino: iba para médico, pero en 1951, a los 22 años, comenzó a escribir en L’Europeo y prefirió quedarse allí, porque le pagaban. Apenas cinco años después la enviaban a Estados Unidos para escribir sobre la farándula artística; con una elegante crueldad hija de la misma casta que Truman Capote, pero con aderezo mediterráneo. (A Frank Sinatra le retiró la palabra por no querer recibirle; a Elvis lo describió poco sutilmente como a un idiota).

Iba ya apuntando hacia la mujer de bandera que sería siempre: baja de estatura, escueta, contaba sin embargo con una contundencia que la multiplicaba a ojos vista. Ese rostro, cada vez más anguloso, de una fiera a la que hubieran arrebatado algo y que no olvida, de bestia alerta en mitad de la jungla. Todo era feroz en Oriana Fallaci: su talento, su carácter, su belleza; sus ojos cada vez más afilados con la edad, como si el mirar el horror de la guerra y la mierda del poder los hubiera ido plegando hasta convertirlos en la mirilla de un fusil. La mirada de quien desconfía de todo hasta que se demuestre lo contrario.

Su desconfianza, su aversión a cualquier cosa que oliera a dominación, desde aquella niña que jamás volvió a creer en los mesías del mañana: “No consigo aceptarlo –escribía en el prólogo de Entrevista con la historia–, la idea de que nuestra existencia dependa de los caprichos de unos pocos. (…) Venga de un soberano despótico o de un presidente electo, de un general asesino o de un líder venerado, veo el poder como un fenómeno inhumano y odioso. Me parece el destino más trágico de la condición humana: tener necesidad de una autoridad que gobierne. La más amarga demostración de que la libertad no existe en absoluto”.

‘OXI’

A mediados de los sesenta ya era una autora de éxito en Italia, cuyos títulos apuntaban el tono de quien sería llamada en poco tiempo La Fallaci, a secas. Tan temible en el frente como en la retaguardia: cubrió la guerra de Vietnam para Corriere della Sera (“No conozco infanticidio peor que la guerra; la guerra es un infanticidio masivo postergado veinte años”), le pegaron tres tiros durante la matanza de la Plaza de las Tres Culturas en México D. F., en el 68, y casi no lo cuenta. Para cuando llegó a entrevistar al todopoderoso Henry Kissinger, en noviembre de 1972, fue él el que la entrevistó a ella durante media hora.

“Aceptó verme con una condición: hablaría sólo yo, y de lo que dijera dependería que me concediera o no la entrevista”. En algún momento el examen se trocó en conversación, y la conversación en una suerte de oráculo: de oírles, cualquiera hubiera pensado que Fallaci estaba asesorando sobre la situación en Vietnam al presidente de facto [Nixon era un pelele, al parecer] de los Estados Unidos.

A Frank Sinatra le retiró la palabra por no querer recibirle; a Elvis lo describió poco sutilmente como a un idiota

Hacia Santiago Carrillo no pudo ocultar su simpatía: “Un hombre extraordinario: por herético, por inteligente y por bondadoso en extremo” [una entrevista extraordinaria, acertara o no con el diagnóstico, a un mes de la muerte de Franco]. Con Jomeini, en 1978, no sucedió lo mismo: tuvo que cubrirse el pelo con el obligado chador persa, pero cuando el revolucionario iraní la desafió (“no está obligada a llevarlo; es para mujeres jóvenes y respetables”), Fallaci reaccionó como era de esperar: se lo arrancó de golpe. A pique de tirárselo a la cara. 

Amó, también, con la misma virulencia con que preguntó y se jugó la vida. En Vietnam se enamoró de François Pélou, excelente corresponsal de la agencia France Presse (con una ruptura nada pacífica por parte de ella). En 1973 se rindió casi instantáneamente al carácter del líder de la oposición a la Dictadura de los Coroneles griega, Alexandros Panagulis, a quien fue a entrevistar el día en que lo liberaron (para enamorarla, decía, un hombre “tenía que ser valiente”): “En la temporada en que le dejaban leer algún periódico [en la cárcel], me había dicho, yo le había hecho compañía con mis artículos. Y él me había dado valor por el simple hecho de existir, de ser lo que era”: Un hombre al que Fallaci dedicaría un libro con ese mismo título, en 1979. Panagulis había muerto en un extraño accidente de tráfico, tres años atrás.

El silencio de los que no reaccionan e incluso aplauden [al poder] lo he considerado siempre la muerte verdadera de una mujer o de un hombre

Fue, legítimamente, la periodista más famosa del siglo XX. Vendió millones de ejemplares de sus libros, publicó en todos los periódicos de prestigio mundial, y cuando a principios de los noventa enfermó de cáncer de pulmón (quizá las toneladas engullidas de tabaco tuvieran algo que ver), atendió con energía, con alegría incluso, a la televisión pública italiana, desde su residencia en Nueva York, para espetar a sus paisanos que “no entendía ese pudor respecto a la palabra cáncer”: decirlo en voz alta era para ella una forma de “exorcizar” a aquel “alien” que quería destruirla.

Sólo la destruyó mucho después, en su Florencia natal, en septiembre de 2006, tras dedicar las últimas gotas de su determinación implacable a reconstruir su historia familiar y a atacar al fanatismo islamista tras el 11-S; lo que consideraba una claudicación de Europa ante la barbarie.

“Creo también mi deber recordar al lector que el silencio de los que no reaccionan e incluso aplauden [al poder] lo he considerado siempre la muerte verdadera de una mujer o de un hombre. Y oídme: el más bello monumento a la dignidad humana es el que vi sobre una colina del Peloponeso junto con mi compañero, Alejandro Panagulis. No era una estatua ni tampoco una bandera, sino tres letras: OXI, que en griego significa NO. Hombres sedientos de libertad la habían escrito entre los árboles durante la ocupación nazi-fascista, y durante treinta años aquel no había estado allí, sin desteñirse con la lluvia o el sol. Después, los coroneles lo hicieron borrar con una capa de cal. Pero en seguida, casi por sortilegio, la lluvia y el sol disolvieron la cal. Así que, día tras día, el no reaparecía terco, desesperado, indeleble”.

Hubo una vez una niña enamorada de una magnolia. Una magnolia en medio de un jardín. La niña se pasaba días enteros mirándola desde lo alto de una ventanita, a la que sólo podía llegar encaramada a una silla. Las flores de aquel árbol se abrían “como pañuelos limpios que nadie cogía”, por estar...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí

Autor >

Miguel Ángel Ortega Lucas

Escriba. Nómada. Experto aprendiz. Si no le gustan mis prejuicios, tengo otros en La vela y el vendaval (diario impúdico) y Pocavergüenza.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

3 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. Mina

    Fallaci, una referencia a tener en cuenta en nuestros días, pero a la que demasiada gente quiere acallar. Mi reconocimiento por su valentía y coraje, a esta mujer a la demasiada gente quiere ensuciar su memoria con muchas MMM...... Felicitaciones por el artículo y gracias por el contexto!!!

    Hace 7 años 10 meses

  2. Mariano

    Para un sitio donde el contexto lo es todo, el articulo deja fuera bastante contexto. http://elpais.com/diario/2004/04/06/cultura/1081202404_850215.html

    Hace 7 años 10 meses

  3. Enrique

    La referencia al artículo de Fallaci después del 11-M se queda un poco corta: Fallaci no solo criticaba el fanatismo islamista, sino al mundo islámico en general, haciéndole responsable del fanatismo. Hacía una elección explícita de Dante frente a Omar Jayyam, como si tal elección fuera necesaria. Una comparación muy mal traída, por otra parte, porque, como contó inmediatamente Juan Goitisolo, Jayyam representa mucho mejor que Dante la exaltación de los placeres de la vida, y el descreimiento, que es lo que Fallaci pretendía preservar de la amenaza del islam.

    Hace 7 años 10 meses

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí