Fotograma de Alphaville, (Godard,1965).
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El viejo Hombre vitruviano, el ideal abstracto de la cultura antropocéntrica y dominador del cosmos, hace tiempo que ha sido eclipsado por la feliz expansión de una subjetividad posthumana pero las fuerzas reaccionarias lo mantienen en negativo, siempre a punto de volver a salir a la luz para evitar, como ha dicho recientemente el Arzobispo de Valencia, que la ideología de género lo destruya y acabe por ello con la Humanidad. Vaya por Dios.
Después del fracaso de la Razón, tras Auschwitz e Hiroshima, el activismo antihumanista de los años sesenta y setenta no sólo fue pacifista, antinuclear, feminista, antirracista o anticolonialista, sino que cuestionó de raíz ese sujeto masculino, blanco, culto, anglocentrado, bello y heterosexual que se levantaba orgulloso por encima de todas las especies. En su libro Lo posthumano (Gedisa, 2015), la filósofa feminista Rosi Braidotti se reclama heredera del antihumanismo y apuesta por un sujeto más complejo y racional, una subjetividad posthumana inserta en su filosofía política del devenir, a saber, que “la materia, incluida aquella parte determinada de la materia que es la encarnación humana, es inteligente y capaz de autoorganización” (p.49). Esta inmanencia radical supone no solo un continuum entre naturaleza y cultura, sino también un flujo constante de interacciones y afectos que provienen de los otros, el ser humano y el resto de las especies. Incluida la tecnología.
Por supuesto que reconocemos el alcance de La condición humana, (lo acaba de reeditar Paidós en 2016) tal y como Hannah Arendt la defendiera y que sigue siendo necesario “pensar en lo que hacemos”, pero quizá con la aceptación de un cambio de paradigma como el que propone Braidotti, lo humano sea “demasiado (solo) humano” en tanto no se ocupe de incorporar perspectivas fuera del canon para matizar un poco quienes (y en qué condiciones) hacemos lo que hacemos. En esto se han ocupado las distintas ramas de los Estudios culturales (de género, feministas, étnicos, poscoloniales, dance, performance, visuales…), un campo que en cierto modo desprecian las disciplinas humanistas tradicionales, como si los “estudios”, es decir, el esfuerzo que hacemos para comprender algo, tuvieran un rango menor que las disciplinas a las que todavía les queda adherido el hecho de instruir dando “lecciones”.
Aunque las categorías de lo natural y lo cultural se hayan desvanecido debido a los desarrollos científicos y tecnológicos, también es consciente Braidotti de que las tecnologías genéticas propias del capitalismo avanzado pueden llegar a generar “una forma perversa de lo posthumano”, de ahí que considere necesario sumar a todo el campo de estudios culturales la perspectiva del postantropocentrismo, los science and technology studies, la robótica, la biogenética, las ciencias de la tierra, las neurociencias, la cultura digital, para que colaboren a repensar nuevos métodos y conceptos, pero también las prácticas políticas necesarias.
Como lúcido ejemplo recomiendo una aproximación al grupo biohacker DIYbio Barcelona que acaban de presentar un proyecto en la exposición Més Humans. El futuro de la nostra espècie (Barcelona, CCCB). Una propuesta que, abundando en lo dicho, pone en solfa las condiciones del conocimiento en el ámbito del capitalismo académico. ¿Tiene sentido en este marco cultural la vieja división disciplinar entre humanidades y ciencias duras?
Tanto la Academia como el Museo, instituciones centrales heredadas de la modernidad, están dejando de ser torres de marfil o focos que iluminen a la humanidad para reclamarse de una piel osmótica, como si aquella famosa pancarta del 15M “nuestros sueños no caben en vuestras urnas”, fuera también aplicable a estos lugares-urnas-del saber donde la teoría no muestra ya caminos para la acción, sino que es ella misma acción que ahora se lee como activismo. Así se ha pensado el libro que coordina la artista visual, ensayista y profesora Virginia Villaplana desde el que se propone homenajear el cuerpo, la emoción y el deseo en torno a la cineasta Chick Strand (San Francisco 1931-2009), más concretamente, a uno de sus trabajos etnográficos, el film de 16mm Soft Fiction, una película que “rompe con los clichés narrativos de representación de las mujeres y las imágenes sobre fantasías eróticas y sexuales”.
La publicación de Soft Fiction. Políticas visuales de la emocionalidad y el deseo. Un homenaje al cine de Chik Strand se debe a la infatigable (y sin ánimo de lucro) Consonni, una productora de arte contemporáneo y editorial especializada en libros de crítica y arte. Deudor de una de las mayores contribuciones de su editora –la renovación de las estrategias feministas de representación de la memoria-, este libro coral transita por la relación entre los saberes sociales y el género, la clase, la raza y la resistencia cotidiana. Los pequeños relatos y los ensayos dan cuenta de la importancia que tiene poetizar la Mirada del día a día, es decir ficcionarla. Los documentos que se generan en este registro carnal y diverso, en cuanto a las mil posibilidades afectivo-sexuales, escribirán, es decir nombrarán necesariamente, otra Historia.
El proyecto está en absoluta sintonía con los presupuestos de Braidotti y apuesta por una subjetividad posthumana caracterizada especialmente por “la encarnación, la sexualidad, la afectividad, la empatía y el deseo”. No es casualidad que Villaplana haya elegido un texto como el de Paula Rabinowitz quien se pregunta en el libro si puede el feminismo ser posthumano en los relatos de mujeres –como los de Chick Strand- y si ello significaría no optar ciegamente por una necesaria verdad evidente –la opresión de las mujeres- sino por escuchar muy atentamente sus relatos e historias fabulosas, sus pequeños encuentros ocasionales con el mundo.
Las posthumanidades desde las que hablan las voces que ha orquestado Virginia Villaplana ponen de relieve la necesidad de seguir reclamando un conocimiento “situado”, la perspectiva parcial que defiende desde 1988 la imprescindible epistemóloga Donna Haraway, como un deber político. No debe ser casualidad que Consonni haya publicado también recientemente una conversación con la eminente pensadora. (S2. Donna Haraway, Diego del Pozo y Aimar Arriola, Consonni, 2016).
Autor >
Aurora Fernández Polanco
Es catedrática de Arte Contemporáneo en la UCM y editora de la revista académica Re-visiones.
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