Protestas en 2009 contra el gobierno islandés.
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Los cuartos de final del equipo de Islandia frente a Francia el domingo 3 de julio en Saint-Denis serán –a la espera igual de algo incluso mejor– un éxito inédito para este pequeño país nórdico del Atlántico Norte [Este artículo se publicó originalmente el 1 de julio en La Tribune]. Un éxito muy apreciado por una gran mayoría de los 332.529 habitantes de la isla que no debe de esconder otro, el de la economía islandesa
El PIB islandés ha progresado el año pasado un 4%, es decir, más de dos veces más rápido que el de la UE y la zona euro, y dos veces más rápido que en 2014. En la Unión Europea, sólo Irlanda presenta un crecimiento superior al de Islandia. En mayo, la tasa de paro era de 4,1% (2,2% en datos corregidos por las variaciones estacionales), el nivel más bajo desde hace once años, mientras que la tasa de actividad es del 86,1%. En la zona euro el paro está en un 10,1% con una tasa de actividad del 70%.
Islandia es una economía pequeña, con un PIB de 15.000 millones de euros. Pero es una economía con buena salud. Es uno de los países más ricos de Europa. En 2015, era el octavo del continente en términos de PIB por habitante en paridad con el poder adquisitivo, con un nivel superior en un 17% por encima de Francia y de 24% de la media de la UE.
Sin embargo, la isla nórdica vuelve desde muy lejos. Ha atravesado, desde octubre de 2008, una de las peores crisis financieras de la historia. La gestión de esta crisis es presentada a menudo como un ejemplo, a veces caricatural. Una cosa queda, sin embargo, clara: esta gestión no ha entrado en los cánones de la teoría económica y se ha resuelto, sin embargo, con un éxito. En eso, el equipo de fútbol islandés se parece un poco a la economía del país: ha surgido del infierno y ha sorprendido a todo el mundo.
Los años “locos”
Independiente de Dinamarca desde el 1944, Islandia sufrió mucho la crisis de la pesca, entonces su principal recurso, en los años ochenta y noventa. En 1991 se formó un nuevo gobierno, dirigido por Davið Oddson, jefe del partido de la Independencia que lanzó al país a una ola de liberalización con el modelo irlandés en mente. Diez años más tarde las finanzas islandesas están ampliamente desregularizadas. La meta de esta política era atraer a los inversores extranjeros para aumentar la riqueza del país. Islandia se convirtió entonces en un polo financiero mundial que se utilizaba para el carry trade, consistente a grosso modo en tomar prestado en países con tipos bajos (como la zona euro) para colocarlo en países con tipos elevados (como Islandia). El dinero abundaba, la Bolsa despegaba, los créditos se multiplicaban, el crecimiento alcanzaba ritmos astronómicos. En 2007, los activos del sector bancario islandés representaban un 1035% del PIB de la isla y el sector bancario pesaba un 10,3% del PIB islandés, tres veces más que en 1997.
Elegir su rescate bancario
Cuando la crisis financiera mundial estalló en septiembre de 2008, Islandia estaba en primera línea. Los tres grandes bancos del país, Kaupthing, Glitnir y Landsbanki, no podían refinanciarse. Estaban virtualmente en bancarrota. En todas partes, el Estado inyectaba capital en los bancos. En Irlanda el gobierno decidió el 30 de septiembre de 2008 garantizar la integralidad de las deudas bancarias del país, en decir 235% de su PIB (440 mil millones de euros). Pero Reykjavik eligió otra vía. El gobierno islandés se contentó con garantizar los depósitos de los islandeses en los bancos islandeses. El resto de los activos fue abandonado a su suerte. Los tres bancos fueron nacionalizados y escindidos en una parte sana y otra toxica. Pero estos “bad banks” no se beneficiaban de la garantía del Estado. Por el contrario, los bancos “sanos” fueron recapitalizados por el Estado en un nivel del 30% del PIB y gestionaron a menudo directamente el número incalculable de empresas en impago.
Contrariamente a lo que escuchamos a menudo, Islandia, por lo tanto, no ha rechazado salvar a los bancos, ha elegido lo que quería salvar de su sector bancario. El país ha decidido preservar su demanda interior antes que sus acreedores internacionales. Ha reducido una carga que, de todas maneras, hubiese sido insostenible para la economía islandesa. Esta elección era por lo tanto inevitable. El elemento destacable es que el gobierno y la población mantuvieron esa política. Cuando fue cuestión de reembolsar a los depositantes británicos y neerlandeses, clientes de la estructura islandesa Icesave, los islandeses rechazaron hasta dos veces la opción de un reembolso, mediante un referéndum.
La austeridad, a pesar de todo
Esta elección entre acreedores no ha permitido evitar la austeridad. Para capitalizar la parte “sana” de los bancos y del Banco Central del país, el Estado ha tenido que pedir prestado 3,2 mil millones de euros al FMI y a sus vecinos escandinavos. La deuda pública ha pasado del 28,5% del PIB en 2007 al 96,4% en 2015. El gasto público también se ha visto reducido en consecuencia. Ha habido socialización de los riesgos y transferencia de la deuda privada a la deuda pública, pero ha sido limitada y eso ha permitido que la economía rebote más rápido ya que la carga que ha pesado sobre los agentes económicos ha sido más débil que si Islandia hubiese elegido reembolsar más acreedores de sus bancos.
El efecto de la depreciación de la corona
El otro elemento clave ha sido la depreciación de la corona islandesa. La moneda ha caído de manera vertiginosa. Para un euro, hacían falta 82 coronas islandesas a principios de 2007. Dos años más tarde, hacían falta 182, un retroceso del 55%. Esta caída de la moneda ha conducido a una inflación que ha alcanzado el 17% y ha mermado el poder adquisitivo de los hogares que veían sus salarios nominales estancarse. Sin embargo, esta depreciación ha permitido recobrar rápidamente la competitividad externa y, en consecuencia circunscribir los efectos de la crisis.
El coste elevado de la crisis
A pesar de su vía original y su moneda propia, Islandia en 2009-2010 no era un paraíso, ni mucho menos. En el tercer trimestre de 2010, después de nueve trimestres de contracción en ritmo anual, el país volvía al crecimiento. Habrá que esperar, sin embargo, a 2014 para que el PIB islandés superase su nivel de 2008. En 2015 lo superaba en un 5%. ¿La “vía islandesa” era más eficaz que la elegida en la zona euro en 2010? No para Irlanda, que ha salido más rápido de la crisis, pero menos por la política llevada a cabo que por elementos externos. En cambio, Islandia parece haber salido mucho más rápido de la crisis que España, y mucho más que Italia, Grecia o Portugal. Sobre todo, Islandia parece mucho menos amenazada que la mayoría de estos países por el riesgo deflacionista y por el crecimiento blando. Las comparaciones son, sin embargo, delicadas en la medida en que estas economías son bastante poco comparables a la de Islandia.
Una recuperación por las exportaciones
Conviene no sobreinterpretar de más la “vía islandesa”. Primero, lo hemos visto, ha sido más “obligada” que “elegida”. Después, el precio pagado por los hogares islandeses ha sido duro. El nivel de consumo de los hogares es todavía inferior en 2015 en un 4% a su nivel de 2007. El crecimiento islandés de después de la crisis es un crecimiento por las exportaciones: de bienes (+28% con respecto a 2007), pero sobretodo de servicios (+52% con respecto a 2007). Son por lo tanto las ganancias en competitividad externa por la compresión de la demanda interior las que han hecho rebotar a Islandia. Los dos motores del crecimiento económico del país han sido principalmente la pesca, que se ha beneficiado del alza de los precios y de la demanda de pescado, y los turistas. El número de turistas que han visitado el país ha crecido un 27% en 2015. Esto es fruto de una política activa con, especialmente, un desarrollo de las infraestructuras y del marketing público y privado.
Pero asistimos hoy en día a un reequilibrio rápido: en el primer trimestre, el consumo de los hogares ha progresado en un año un 7,1%. En 2015 el país ha conocido un déficit comercial y es la demanda interior la que ha empujado el crecimiento. La página de la crisis está definitivamente pasada.
Una actitud distante frente a la UE
Después de la crisis, Islandia ha querido adherirse a la UE para beneficiarse de una cierta “protección”. Este procedimiento iniciado por el centro-izquierda ha rápidamente fracasado, sin embargo, en el tema de política de pesca. Después de la vuelta de la derecha al poder en 2013, la demanda de adhesión ha sido retirada sin el referéndum prometido al respecto. Esto ha irritado mucho el sentido democrático de los islandeses, pero los sondeos dan en realidad una mayoría de casi un 59% en contra de la adhesión a la UE. Miembro del espacio económico europeo, Islandia se beneficia del acceso al mercado único y de la libertad de circulación, lo que es crucial para el turismo y la voluntad de hacer de la isla una escala entre Europa y América del Norte. Pero el espacio económico europeo también permite a la isla beneficiarse de una protección de sus zonas de pesca. La adhesión a la UE no parece muy atractiva para el país.
Cambio de enfoque en las finanzas
Una de las principales originalidades islandesas reside, sobre todo, en el trato “moral” de la crisis. Islandia ha sido uno de los pocos países, con Irlanda, en establecer un proceso judicial a la crisis. Los tres jefes de los tres principales bancos han sido condenados a 18 meses de cárcel, y muchas más condenas han sido efectuadas. Hasta el primer ministro en 2008, Geir Haarde, ha sido condenado sin sanción por un tribunal en 2012. A partir de entonces, la sociedad islandesa es muy sensible a los asuntos financieros. Cuando la mujer del actual primer ministro Davið Gunnlaugsson fue citada en el asunto de los Papeles de Panamá, éste se vio obligado a dimitir frente a las manifestaciones gigantes que dieron en Reykjavik. Nuevas elecciones van a tener lugar y el partido del primer ministro saliente, el partido progresista, está amenazado por una nueva formación, el partido pirata, que podría llegar a la segunda posición y que prospera gracias al rechazo de los partidos tradicionales y del mundo político en general, lo que es un elemento común a muchos países que han conocido la crisis.
Las lecciones de la crisis islandesa
¿Qué lecciones retener de la crisis islandesa? Primero, permite advertir contra los efectos de la financiación extrema de la economía. Este modo de desarrollo tiene un revés inevitable: el de la explosión violenta de la burbuja. Y las consecuencias de esta explosión son raramente positivas para la población, hasta cuando, como en el caso islandés, se haga todo para circunscribir lo más posible la crisis. Después, Islandia prueba que los intereses bancarios no coinciden del todo con el interés general. Y que es posible liberarse de los primeros en nombre de los segundos sin provocar las catástrofes que los banqueros – es una buena guerra – prometen inicialmente. La vía islandesa no es forzosamente mejor que las otras, pero su existencia prueba que un gobierno dispone siempre de una elección en cuanto a las medidas que tomar en caso de crisis. En fin, última lección: un pueblo pequeño puede enseñarle mucho al grande. El equipo francés queda avisado.
Traducción de Gabriel Méndez.
Este artículo fue originalmente publicado en La Tribune.
Los cuartos de final del equipo de Islandia frente a Francia el domingo 3 de julio en Saint-Denis serán –a la espera igual de algo incluso mejor– un éxito inédito para este pequeño país nórdico del Atlántico Norte [Este artículo
Autor >
Romaric Godin
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