Exposición de Voluspa Jarpa en el Museo de Arte Latinoamericano, en Buenos Aires.
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Las formas en que América Latina aborda el tema de la memoria histórica se recrean permanentemente. Mientras en la Argentina la Justicia sigue investigando a represores y torturadores (esta semana se conocieron las 28 condenas de la megacausa del centro de detención clandestino de La Perla, por abusos cometidos entre 1975 y 1979 en la provincia de Córdoba), el arte contemporáneo amplifica la necesidad de reflexión, concienciación y castigo, llevándola a bienales y museos de todo el mundo.
En nuestra pequeña región de por acá, la muestra de la artista visual chilena Voluspa Jarpa (Rancagua, 1971), que se exhibe en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) hasta el 3 de octubre, es un ejemplo de estos abordajes, que apuesta –más allá de los procesos que puedan haberse dado en cada país– por una mirada regional y geopolítica de esa problemática.
Esta muestra site specific(realizada especialmente para este lugar en lo que constituye la primera muestra individual de Jarpa en un museo) retoma y ahonda los trabajos ya realizados por la artista en muestras internacionales a partir de la desclasificación de los archivos de la CIA, correspondientes al período 1948-1994. Ese nivel macro dialoga con la propia biografía de la artista, quien dejó Chile con sus padres siendo niña y al volver usó su extrañeza ante lo que no había experimentado (el secreto, el trauma, eso de lo que no se podía hablar durante la dictadura), como motor creativo.
Lo primero que ves al entrar son kilómetros de papel que a lo lejos semejan dibujos y motas, desplegados en el aire como cortinados, cayendo desde los techos altísimos y luminosos. Una imagen diáfana que la cercanía entenebrece pues al achicar distancias, las manchas se descubren como tachaduras y los papeles, como páginas de archivos clasificados, que incluso al ser develados preservan silencios que las tachas amplifican.
Allí puede leerse, por ejemplo, en boca del Secretario de Estado Henry Kissinger en una página de la transcripción de un diálogo con Jack Kubish, tomada al azar: “Estoy de acuerdo en que no debemos negar historias que más tarde se prueben como ciertas, ni deberíamos ponernos en la posición de defender lo que están haciendo en Santiago. Pero creo que deberíamos entender nuestra política: a pesar de lo desagradable de su accionar –el gobierno es mejor para nosotros de lo que fue Allende.” Lo "desagradable" eran muertes y torturas.
La obra de Jarpa –desde sus primeras pinturas, siempre de carácter narrativo– traduce la búsqueda personal de la artista por comprender la historia de su país, del que se fue teniendo 5 años y al que volvió a vivir los 16 para estudiar Bellas Artes. Se apura a aclarar que sus padres no se exiliaron por motivos ideológicos sino porque no tenían trabajo, algo que le permitía volver durante las vacaciones y asombrarse ante la cotidianidad del régimen de Pinochet (1973-1990). Allí, la sorprendían “cosas de las que no se podía hablar.”
El secreto, eso que no se cuenta y que enferma si no puede hablarse según el psicoanálisis, los relatos histéricos y las historias truncas son claves en la obra de Jarpa pues llevan a otra metáfora de sus series: la de la ingravidez: "Hasta que las cosas no se ubiquen en un lugar y tengan cierta certeza, tienen cierta ingravidez, están en el aire", definió en una charla mantenida con los comisarios Agustín Pérez Rubio y Alexia Tala, previa a la apertura de la muestra. "De niña yo circulaba por un circuito geopolítico que era el Cono Sur en viajes y por países –Paraguay, Brasil– que estaban en dictadura y trataba de entender los códigos de cada una de ellas".
Esa conversación, disponible online (malba.org.ar), es muy reveladora acerca de cómo piensa un artista, sus búsquedas y qué lo lleva a cambiar de lenguaje. Después de trabajos pictóricos en los que identificaba "síntomas mudos" en los baldíos del paisaje de Santiago de Chile, Voluspa entendió que el medio ya no le servía para expresar lo que quería contar.
"Me doy cuenta de que estoy exigiéndole demasiado a la pintura como lenguaje, tengo demasiada información. Empiezo de hablar del fuera de cuadro: de una necesidad de relato. La pintura tiene una cierta capacidad de concentración del relato pero ¿podría la pintura situarse en un nivel de documento?", se preguntó. A partir de ese momento prueba otros materiales y formas.
Las doce piezas que integran En nuestra pequeña región de por acá, organizadas en series, dialogan con citas del minimalismo estadounidense ("Lo que ves es lo que hay"), movimiento en expansión durante la Guerra Fría, época que Jarpa aborda. El artista Donald Judd es usado casi como metáfora de distintas series en las que Jarpa emplea acero, páginas de archivos cortadas a láser en acrílico rojo y expedientes judiciales suspendidos en repisas... Elementos netos y asépticos en medio de transcripciones de causas aún abiertas en 14 países, que incluyen testimonios escalofriantes.
Hay fotografías, pinturas, dispositivos sonoros (por ejemplo los “Discursos utópicos sobre Latinoamérica” que reproducen cortes con las voces de algunos líderes políticos y sociales en una sala en semi penumbra), y también un proyecto basado en una galería de 47 retratos de personajes públicos del subcontinente, que ocuparon cargos en el Estado o en organizaciones civiles y fueron víctimas de asesinatos políticos o de crímenes aún irresueltos.
Mucho del contenido histórico que revelan los archivos de la CIA, destaca la artista, es que las regiones fueron "abordadas geopolíticamente bajo una política internacional específica: te das cuenta de que si en Brasil hay un golpe de estado en 1964, planificado desde antes, empieza afectar a la región; si se quiere entender el golpe en Chile del 73, lo probable es que encuentres mucha información en el golpe brasileño."
Jarpa se apura a explicar que concibe "las obras como procesos de conocimiento más como procesos de producción de objetos", de allí que la inabarcable cantidad de datos de los archivos, que empezaron a conocerse en 1998, haya sido tamizada por su propia subjetividad. "Yo había puesto la pregunta en mí: 'Qué voy a hacer yo con esto?' y creo que lo que destrabó mi trabajo fue poner la pregunta en otros: '¿Qué vamos a hacer con esto?'". En un trabajo previo a esta muestra (Biblioteca de la No Historia de Chile) se propuso hacer libros con páginas de los archivos, que a su juicio la gente prefería ignorar porque contenían información muy difícil de procesar. Libros que el público podía llevarse si a cambio contestaba la pregunta: ¿Qué vas a hacer tú con esto?
La historia personal se lleva el colofón cuando Jarpa muestra su propio aprendizaje del idioma inglés, convertido en obra. En el vídeo que cierra la muestra "Translation Lessons", la artista aprende una lengua extranjera (que paradójicamente llega a contarle su historia), traduciendo con un amigo páginas de los archivos de la central de inteligencia estadounidense. Durante un año grabó sus clases, leyendo los archivos desclasificados de la CIA sobre Chile.
"El vídeo es el cierre perfecto –opina el comisario Fernández Rubio– el trauma sigue allí, la gente sigue sintiendo que no puede leer eso. Tú estás aprendiendo la historia de tu país pero escrita en inglés, una lengua que no te pertenece (...) hay un sometimiento, un proceso de dictadura (...) y se trata el drama pero sin victimización ".
Jarpa y su equipo (que integran arquitectos y diseñadores) siguen esta línea desde hace 15 años. Es, afirma, un trabajo en desarrollo que aspira a seguir sumando otros archivos que acerquen nuevas preguntas.
Las formas en que América Latina aborda el tema de la memoria histórica se recrean permanentemente. Mientras en la Argentina la Justicia sigue investigando a represores y torturadores (esta semana se conocieron las 28 condenas de la megacausa del centro de detención clandestino de La Perla, por abusos...
Autor >
Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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