SILVIA QUERINI / DIRECTORA EDITORIAL DE LUMEN
“Saber quién es Elena Ferrante no tiene relevancia literaria”
Raquel C. Pico 12/10/2016
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Elena Ferrante empezó publicando en Italia hace ya dos décadas, tuvo un primer momento de éxito en Europa, luego saltó a Estados Unidos, donde se convirtió en un superbombazo, y de ahí volvió a despertar un mayor interés nuevamente en Europa. “El éxito en Estados Unidos ha catapultado la fiebre Ferrante que de rebote ha llegado a Europa”, explica Silvia Querini, directora editorial de Lumen y la editora de Ferrante en España, cuando se le pregunta por este tema.
Cuando algo vende tanto y cuando consigue despertar tanta atención, se podría añadir, el interés de los medios es casi inevitable y todo lo que toca a ese personaje se convierte en tema noticioso. Si a eso se añade que el nombre de Ferrante está rodeado de misterio, porque nadie sabe quién es realmente la persona que se oculta detrás de esa identidad literaria, se puede comprender mejor el magnetismo de la historia.
Desvelar el nombre detrás del libro se acabó convirtiendo así en tema de potencial portada, aunque pueda, en realidad, no serlo tanto. Al fin y al cabo, Ferrante lleva décadas publicando y lleva esas mismas décadas oculta bajo un pseudónimo. “El anonimato no es una operación de marketing”, destaca la editora. “No se pensó para una saga de libros”, añade, “sino que lleva operando más de 20 años”.
Aunque el éxito de Ferrante no es flor de un día, y a pesar de que la misteriosa identidad de la escritora lo es aún, el mundo ha estado buscando a la persona detrás de la escritora. Y, como señala Querini, “importa tanto a nivel literario saber quién es Elena Ferrante como saber si los huesos aquellos de aquella iglesia son los de Cervantes. Como lectora no me importa el nombre que ponga en la portada, sino el estar ante un clásico del siglo XXI”, sentencia, y asegura que “no es relevante saber quién está detrás de lo firmado”. A pesar de todo, en esa última pregunta estaba la clave del abrupto pico en su popularidad.
La historia de cómo se desveló la identidad de Ferrante (o no, al fin y al cabo, nada es oficial y la supuesta cuenta de Twitter que confirmó su identidad en nombre de la autora era un fake) es ya ampliamente conocida. Los medios de comunicación la han repetido una y otra vez durante los últimos días. Un periodista de investigación, usando técnicas del periodismo económico (las mismas que se usan para destapar fraudes), encontró en las cuentas de la editorial y en las cuentas (privadas) y los movimientos inmobiliarios de la traductora Anita Raja, esposa del escritor Domenico Starnone, las pistas para determinar que Raja y Ferrante son la misma persona.
Desvelar el nombre detrás del libro se acabó convirtiendo en portada, aunque pueda no serlo tanto
Cuando se habla sobre el tema con Querini, la palabra que más repite es “indigno”. “Violar la intimidad de una persona para esto es indigno”, apunta en un momento de la conversación, al otro lado del teléfono, reconociendo que “ir a las cuentas bancarias de una persona es muy fuerte”. Al final, como recuerda esta editora, Ferrante no ha hecho nada ilegal, que justifique semejante acoso y derribo.
La investigación que ha desvelado la identidad de Ferrante se escuda en la próxima publicación en Estados Unidos de Frantumaglia, una teórica autobiografía, firmada por Ferrante. Si la escritora fuera, finalmente, Raja, muchos de los relatos del libro serían falsos. La madre de Raja no era modista, como la madre de la Ferrante literaria. Si Ferrante está mintiendo en eso, dicen, estaría vulnerando los derechos de sus lectores. “¿Qué derechos?”, se pregunta Querini. El libro aún no se ha publicado en España (lo hará el año que viene), pero la editora recuerda que hay ciertas cuestiones que se dan por buenas en el juego literario. “Si tú operas desde un alias, cuando dices mi madre es una modista, puedes hacerlo”, indica. “Es el alias el que habla. Estás haciendo literatura”, recuerda.
“Se ha mezclado todo de una forma poco lícita”, apunta, señalando que se han hecho las cosas “sin ningún miramiento”. “Se han violado los derechos elementales de cualquier persona”, acusa Querini.
El interés por la autora está empujando a más lectores a los libros
Aunque, eso sí, todo el frenesí de los últimos días está teniendo un efecto sobre sus libros: el crecimiento del interés por la autora también despierta un mayor interés sobre los libros y está empujando a más lectores a ellos. “Para que los hombres lean a las mujeres, a estas les hace falta el Nobel”, valora Querini. “Tras esta polémica, quizás algún varón se acerque a la obra”, apunta, recordando que hasta ahora las lectoras de Ferrante en España han sido, en masa, mujeres. “Si se decide operar en la literatura con nombre de mujer, las primeras lectoras son mujeres”, recuerda Querini. De hecho, este último punto refuerza aún más la idea de que el pseudónimo no es una manera de vender más o de llegar a otros públicos. Seguramente, eso sí, a la escritora no le interesa vender más a este precio; un extremo que suscribe su editora en España.
Un secreto literario de Estado
Ferrante es, como escritora, activa y clara a la hora de señalar que no quiere que nadie sepa su nombre. El anonimato encaja con su “deseo de apartarse de todas formas de presión social y obligaciones”, como apuntaba la propia autora hace algún tiempo y volvía a circular por los medios. “El éxito literario convierte a los autores en iconos, en objeto de observación”, señala Querini, “y comprendo que eso es molesto”. “Imagínate que Elena Ferrante fuese una persona de carne y hueso”, invita. Toda la fiebre Ferrante la habría convertido en el epicentro de una escalada de atención y rompería con lo que la autora busca. Ferrante quiere que sus libros hablen por ellos mismos, que se sostengan solos.
El nombre es por tanto más bien una parte más de la historia. Quien está detrás de las novelas de Ferrante (sea Raja o sea quien sea) no solo está creando literatura cuando escribe: también lo está haciendo cuando se manifiesta con ese nombre. Quizás uno de los paralelismos más fáciles es el de comparar a Ferrante no tanto con otro autor o autora sino con otro de los grandes misterios del mundo del arte: nadie sabe quién es Banksy, aunque todo el mundo quiere saberlo, y, en parte, el no saberlo es una pieza más de la obra, es parte de ese misterio creativo de lo que está detrás de lo que Banksy hace en las calles.
Para que los hombres lean a las mujeres, a estas les hace falta el Nobel
Según explica la editora, Ferrante quiere centrarse en el texto, eclipsar su identidad para poner en valor al texto, al contenido. “Como lectora siempre he pensado que no es relevante saber quién está detrás del texto”, añade Querini. Que nadie sepa quién es en realidad “ayuda a la escritora a ser mucho más libre a la hora de vivir”, apunta Silvia Querini. “Ella siempre subraya que ha buscado este alias para operar desde la ausencia de autoría”, insiste Querini, recordando que Ferrante quiere que los lectores se centren en el texto y desea “ponerlo en valor”.
Quién es Elena Ferrante ha sido, igualmente, un secreto mejor guardado en los últimos años que algunos secretos de Estado. Ha sido una acción literaria blindada. Ferrante no firma libros, no aparece en programas de televisión sobre literatura y cultura y no va a homenajes públicos, obviamente. Las entrevistas que han aparecido en los medios de comunicación internacionales en los últimos años han sido hechas a través de correo electrónico. Sus editores italianos saben quién es Ferrante, pero el resto del mundo es ajeno al secreto: Querini trabajaba con los libros a través de sus editores en Italia y ni siquiera sabía quién era la escritora.
Elena Ferrante empezó publicando en Italia hace ya dos décadas, tuvo un primer momento de éxito en Europa, luego saltó a Estados Unidos, donde se convirtió en un superbombazo, y de ahí volvió a despertar un mayor interés nuevamente en Europa. “El éxito en Estados Unidos ha catapultado la fiebre...
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Raquel C. Pico
Periodista, especializada en tecnología por casualidad, y en literatura por pasión.
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