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El fútbol no empieza en los pies, sino en la cabeza. Desde que Simeone llegó al Atlético, más allá de cualquier modelo o sistema de juego, se autoimpuso una tarea hercúlea. Dar la vuelta a la mentalidad del equipo como un calcetín. Un trabajo psicológico esencial, porque el fútbol siempre tiene su punto de origen en la cabeza. Antes de la llegada del Cholo, muchos atléticos compraron la falsa prótesis del Pupas y hasta llegaron a creer, de manera sorprendente, que la estética del perdedor simpático era propia de la identidad del club. Como si el carácter y destino final de los atléticos consistiera en resignarse a sufrir todo tipo de plagas, maldiciones y derrotas kafkianas. El mayor éxito de Simeone fue hacer honor al título de su último libro: creer. Desintegró el espíritu perdedor, acostumbró a los atléticos a reconocer que la resignación es una falsa moneda y convenció a los hinchas de que la palabra imposible sólo era cosa de hombres débiles porque, si se trabajaba y se creía, se podía. Cinco años después y con cinco títulos en el morral, después de haberse ganado el temor de toda Europa, algunos han mudado tanto de piel que, en el calor de la victoria, han olvidado de dónde venían. Tanto, que han hecho suya una nueva prótesis, la del nuevo rico, la del club grande, la del equipo al que ahora obligan a ganar y gustar, la del equipo al que ahora exigen lo que antes jamás habían llegado a soñar. Mal negocio.
Creer. Conviene rehuir de lugares comunes, tópicos y sistemas de juego para entender qué es lo que le está pasando al Atlético ahora mismo. No les hablaré del 4-4-2, del 4-3-3 o del 3-4-3. Todos los sistemas son estupendos si se juegan con convicción y con actitud, y todos son nefastos, por más que el planteamiento del técnico sea brillante, si los que deben desarrollarlos no están convencidos de que eso es lo mejor para el equipo. Los futbolistas no son máquinas y el entrenador no es un robot. No son infalibles. Todo ciclo conlleva un desgaste, todo esfuerzo pasa una factura y toda emoción es susceptible de quebrarse con el paso del tiempo. Son cinco años de cholismo, de máxima exigencia. Es lógico y normal que algunos futbolistas duden, que acusen el desgaste o hayan cedido a la tentación de dejar de creer en un equipo en el que lo único que importa es creer. Hay signos de estrés competitivo, de bloqueo mental, de cierto agotamiento. Y eso, sin duda, es lo más peligroso para un equipo que nació de la nada y llegó a ganar casi todo en base a una máxima, su estado de ánimo. Cuando un periodista preguntó: “¿Creer o trabajar?”, Simeone no dudó: “Primero hay que creer. Si no crees, no puedes trabajar”. El Atlético, desde su primer jugador hasta su último aficionado, debe volver a creer. Levantarse, trabajar, vivir con entusiasmo, jugar con pasión y crecer en el día a día. Si algo ha demostrado Simeone en este equipo es que, si se cree y se trabaja, el éxito va a llegar por una cuestión de naturalidad, no por una casualidad. La cuestión es sencilla: creer.
Hay signos de estrés competitivo, de bloqueo mental, de cierto agotamiento. Y eso, sin duda, es lo más peligroso para un equipo que nació de la nada
Partido a partido. Quedan mil batallas hasta primavera. No es hora de dejar de creer, sino de revertir la situación sabiendo dónde se está y qué se puede lograr todavía. Que nadie se engañe, la situación del Atlético es delicada: un sistema de juego que genera dudas, una posición alejada de la cabeza en Liga y una serie de futbolistas bastante lejos de su mejor momento de forma. Eso es así. Como también lo es que queda un mundo para que esto acabe, que el Atlético no ha dicho adiós a ningún título y que este equipo llegó donde llegó porque siempre desechó lo que otros le decían que era imposible. La vida del Atlético consiste en caer para aprender a levantarse. Ser del Atleti, y más en tiempos de Simeone, consiste en resistir los envites del destino, con entereza y fidelidad, porque la verdadera grandeza siempre ha estado más allá de ganar o perder. Si el Madrid es ganar en primavera, el Atlético es levantarse en mitad del crudo invierno. Es invierno y el Atlético está obligado a morir en el intento. Hay partidos de sobra por el camino. Y el fútbol siempre da revancha, siempre. Para escalar con éxito lo que ahora parece una montaña insalvable hay tiempo, pero sólo se conseguirá volviendo a las raíces del equipo. Nada de pensar en el calendario, de mirar la clasificación, de sentirse favorito o de creerse mejor que un rival. Esto es partido a partido. Levantar la vista de eso será síntoma de decadencia. Y jugar cada partido como una final, un signo de inteligencia.
Volver al plan inicial. Más allá de estilos, sistemas o jugadores, el gran secreto del Atlético de Simeone fue conocer sus limitaciones. Su fuerza radicaba en saber que, siendo inferior a Madrid y Barça, si se esforzaba y perseveraba, podía competirles y hasta derrotarles. Así les ganó, para sorpresa de todos. Siempre de perfil, nunca de frente. Siempre en el papel de aspirante, nunca como campeón. Hoy, uno de los grandes errores del Atlético está consistiendo en creerse más de lo que es, en asumir, equivocadamente, que está al nivel de sus grandes rivales, cuando, por talento individual y potencial económico, sigue a años luz. El Atlético llegó a poder pelear con los más grandes a base de un terrible esfuerzo, físico y mental. A base de un tesón y una exigencia máximos. Olvidarse de eso es pegarse un tiro en el pie. Ellos son mucho mejores. Y el Atleti les podrá derrotar con sus armas, pero jamás con las propias del Madrid y del Barcelona. Es inviable ganarle al Barça pretendiendo jugar como el Barça. Ninguna copia es tan buena como el modelo original. Y por descontado, es imposible ganarle al Madrid creyendo que eres tan bueno como el Madrid, porque la realidad se impone y cuando igualan tu intensidad, tienen mucha más calidad. Para volver a derrotar a Madrid y Barça, el Atlético debe recuperar su identidad. Jugar de costado, no de frente. Potenciar sus virtudes y esconder sus defectos. Ser quien es y no volver a traicionarse. Hay tiempo, quedan mil obstáculos y si se trabaja y se cree, se puede. Pero hay que volver a creer. Si no crees, no puedes trabajar.
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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