Tribuna
Siempre nos quedará París
La Proclamación de Marrakech, firmada por 195 países, si bien no legalmente vinculante, recalca la necesidad de actuar con urgencia contra el cambio climático y destaca la velocidad a la que la transición en la que nos encontramos está teniendo lugar
Guillermo Rodríguez 3/12/2016
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La Cumbre del Clima de este año ha tenido lugar en Marrakech, no en Casablanca. Aun así, las palabras de Humphrey Bogart parecieron escucharse por encima de los aplausos y las críticas en el cierre de la cumbre.
Igual que en la película, el protagonista de esta cumbre, llamada COP22, también ha sido estadounidense. El nombre de Donald Trump ha estado en todas las bocas desde que se conociera su victoria en las elecciones presidenciales en la mañana del tercer día de la cumbre, y desde antes también. Durante la campaña electoral había calificado el cambio climático de “conspiración china” y en repetidas ocasiones había prometido sacar a Estados Unidos del Acuerdo de París en cuanto fuera posible.
Sin embargo, si hay un gran éxito que nombrar de la Cumbre de Marrakech, ese es la respuesta enérgica y unánime de la comunidad internacional al nuevo presidente electo de Estados Unidos: estás solo, Trump. Todo el planeta, incluyendo países nada sospechosos de activismo ecologista como China, Rusia o Arabia Saudí, ha respaldado el Acuerdo de París y la transición hacia un modelo que limite el calentamiento global y sus impactos más perniciosos para la economía y la vida de la gente. Desde las elecciones estadounidenses ni un solo país ha dado marcha atrás en sus compromisos, y doce más han ratificado el Acuerdo de París. Nada de esto podía darse por descontado la mañana del 9 de noviembre, y el trabajo coordinado de ciudadanos, organizaciones, empresas y gobiernos, demostrando que la transición en la que estamos es imparable, ha sido fundamental.
En una entrevista en The New York Times, Donald Trump ha rechazado repetir su promesa de abandonar el Acuerdo de París y ha asegurado que analizará “cuál será el coste” del cambio climático en las empresas estadounidenses, mientras afirmaba que hay “alguna conexión” entre el cambio climático y la actividad humana. Este es un cambio de dirección, tal vez, que puede tener mucho que ver con lo logrado en Marrakech la semana pasada.
Más allá de la respuesta a Trump, tal vez el único logro de Marrakech haya sido no retroceder con respecto a lo alcanzado en París, lo que no es poco. El nivel de ambición con respecto a la próxima revisión, en 2018, de los planes nacionales para combatir el cambio climático es reducido; e insuficientes son los compromisos de aumentar la financiación para que los países en desarrollo se adapten a los efectos adversos del cambio climático. Efectivamente, como dicen muchos, queda mucho por hacer. Pero Marrakech ha sabido mantener el empuje de París, y la ciudadanía, por medio de empresas e iniciativas en todo el mundo, ha seguido demostrando que la economía real avanza mucho más rápido que la política. La Proclamación de Marrakech firmada por 195 países, si bien no legalmente vinculante, recalca la necesidad de actuar con urgencia contra el cambio climático y destaca la velocidad a la que la transición en la que nos encontramos está teniendo lugar. Esto es una confirmación del apabullante apoyo global que mantiene la lucha contra el cambio climático.
Escuchar a las y los líderes mundiales confirmar su compromiso ha estado bien, pero solo como preludio de lo que vayan a hacer al volver a casa. La Unión Europea tiene ahora la oportunidad de llevar a cabo en Bruselas aquello a lo que se comprometió en Marrakech, con el paquete legislativo sobre renovables, eficiencia energética y gobernanza, de enorme importancia para la transición energética de la UE. La Unión Europea deberá asumir el liderazgo que Estados Unidos parece dispuesto a ceder. El reto es que la Cumbre de Marrakech sea recordada como el momento en que el Acuerdo de París resistió, y como el comienzo de una nueva etapa en la que la lucha contra el cambio climático no solo es unánime, sino el catalizador de una serie de cambios que pueden dar la vuelta al sistema económico y mejorar la vida de mucha gente. Parece que, como decía Bogart en aquel aeropuerto, siempre nos quedará París. Asegurémonos de que Marrakech sea solo el principio.
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Guillermo Rodríguez Robles es coordinador de la campaña de cambio climático del grupo parlamentario Verdes/ALE en el Parlamento Europeo.
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