Poesía
Edwin Madrid. Las mismas palabras de siempre
El poeta ecuatoriano, cuyo verso trabaja especialmente con los tiempos futuros, repasa su trayectoria en la antología ‘Todos los Madrid, el otro Madrid’
Álvaro Macías 13/12/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
________________
En enero CTXT deja el saloncito. Necesitamos ayuda para convertir un local en una redacción. Si nos echas una mano grabamos tu nombre en la primera piedra. Del vídeo se encarga Esperanza.
Donación libre:
________________
A Edwin Madrid (Quito, 1961) le tiembla algo el pulso, quizá porque sabe que es en el temblor donde la vida se mueve. Y, como poeta, necesita de ese vaivén continuado para calibrar el sentimiento y la palabra. O para echar la vista atrás, “un detenerse”, como él dice.
El autor presenta su antología, Todos los Madrid, el otro Madrid (Pre-textos, 2016), que no es más que el verdadero premio para quien escribe: saber que la poesía perdurará en el tiempo. Y así lo hacen los versos de Madrid, que poseen el rasguño popular de la tradición oral, como si supiera que su propia voz proviene de lejos. Pero también el extraño ingrediente del ahora. ¿Tradición o vanguardia?, le preguntamos.
“Yo prefiero lo que decía Octavio Paz, la tradición de la ruptura, romper una tradición para instaurar otra tradición, porque para el trabajo de poeta es importante conocer lo que hay previo, saber de dónde vienes”, expone Madrid, quien, en su libro, “una retrospectiva al estilo de los artistas plásticos”, ha intentado capturar la intensidad con la que ha trabajado durante casi 30 años. Un tiempo que le ha otorgado una templanza equinoccial para hablar de todo con la certitud del que lo ha sobrevivido.
“La poesía no es un trabajo de nacionalidades, es un trabajo de la lengua”, asegura alguien que llegó a empaparse de lo escondido y vernáculo para escribir, como en su libro Caballos e iguanas. “Neruda estaba en lo cierto cuando dijo que los conquistadores españoles se llevaron el oro, pero nos dejaron el oro refiriéndose al castellano. En contraste creo que salimos ganando nosotros, porque el español es lo mejor que nos podían haber dejado”. Y comienza una diatriba propia que le lleva desde la sintaxis quebrada de César Vallejo (El traje que vestí mañana) a la lengua de los indios de Bolivia o al quichua, que con sus giros y retorcer el idioma hace de musa inesperada.
Neruda estaba en lo cierto cuando dijo que los españoles se llevaron el oro, pero nos dejaron el oro refiriéndose al castellano
Porque todo está ahí para la poesía. La presentación de su libro se la hace un colega de los de la troupe de la poesía de la experiencia, Luis García Montero, pero él se lleva a la boca a Jaime Sabines y, nuevamente, a Octavio Paz, para hablar, más bien, de una poesía de la vida. “A mí me interesa la poesía que pueda transmitir, que pueda conmover, que pueda decir algo, no una poesía críptica, encapsulada o sólo para especialistas. Una poesía construida con las palabras que se usan día a día, pero que en esa construcción puedan alcanzar la sublimación del sentido y del lenguaje. Mucho más allá”, arguye y pone de ejemplo la silla vacía de su derecha.
“Es algo ordinario que dentro de la poesía se convierte en extraordinario, cargar de su verdadera dimensión”, lanza el órdago, “cómo una silla, que es algo cotidiano y que, como tal, no nos dice nada, dentro del poema adquiere una contundencia porque el poeta nos hace ver una silla que nunca hemos visto a pesar de que siempre estuvo ahí, y que han sido necesarios sus versos para mostrarnos un objeto tan infinito como es una silla”, mira a los ojos, no a la silla, “alcanzar esa levedad del lenguaje me parece un reto, cómo hacer del idioma, que es material, que se presenta como una barra de acero, el metal más dúctil para comunicar lo que uno quiere decir. Ahí está el trabajo del poeta, en cómo organizar las mismas palabras de siempre”, concluye con una cadencia de quien termina de recitar y tiene la humildad de no esperar los aplausos.
La apuesta del verso
Madrid ya ha acabado su café. Está relajado, vital. Sabe que, como decía Atahualpa Yupanqui, “lo primero es ser hombre y lo segundo, poeta”. Disfruta largamente diciendo su verdad de verbos al servicio de lo realmente intangible, pero necesario. “No me quita el sueño escribir un gran poema como convertirme en un gran padre para mi hija”. Y se acaricia la barba, como si entonces recordara los momentos que de verdad cimientan una vida.
“La poesía es importante, pero no es todo lo que un hombre tiene, sólo está al nivel de otros afectos, como mi casa, el trabajo o la familia”. No le da espanto denostarla un poco, siempre vuelve. “A mis alumnos del taller de escritura creativa soy capaz de decirles que tiene más valor ser una gran persona que ser un gran poeta, porque son las grandes personas las que tienen una sensibilidad especial, muy humanista, y son ellas las que pueden decir las cosas con la contundencia que desean. También están los poetas malditos o bukowskianos, para quienes importa una mierda ser un buen hombre. La poesía tiene ese abanico y cada uno puede tomar su camino”. Y no se balancea, tiene muy arraigado su equilibrio.
Me interesa la poesía que pueda transmitir, que pueda conmover, que pueda decir algo, no una poesía críptica, encapsulada
En su antología, Edwin Madrid se ha querido demostrar que no ha cambiado tanto, a pesar de que ha estudiado enormemente la teoría de la evolución de Darwin. Para él, más fundamental “que el paisaje físico o urbano, son los paisajes interiores que provocaron esos sitios o personajes”, lo que casa con el cordel invisible que va uniendo su poesía a lo largo de los años, “el amor que al mismo tiempo se constituye en un desamor y que va jaloneando hasta el último de los libros incluidos, en el que estoy trabajando actualmente [lleva por título Levantar vuelo] y que es un largo cordel sobre el que se van colocando los poemas, como si se colgara ropa íntima, desde pequeños poemas epigramáticos a grandes sábanas que se cuelgan como poemas en prosa. Un recorrido por las formas, desde sonetos a haikus”.
Estos poemas más recientes, por el puro azote del presente, tienen mucho de contemporáneo: “No te puedes sustraer de la realidad tan cambiante que vives --especialmente en Latinoamérica--, un escritor es producto de su tiempo. Hay que estar metido en ella. No se trata únicamente de exacerbar lo malo, sino de tener una visión mucho más allá, que nos haga reflexionar, en nuestra sociedad, tanto en el pasado como en el futuro”.
Pasamos pues a Celaya, ¿'la poesía es un arma cargada de ídem'? Y Madrid saca al trasluz una frase de Holderlin. “La frase de Gabriel es perfecta, pero también es perfecta '¿para qué escribir poesía en tiempos de penurias?'. Es el contraste perfecto”, dice, y justo después sentencia, como quien no acaba de radicalizar para bien todo verso: “Pero siempre creo que la poesía va a apostar por el hombre. Por la humanidad. Por el futuro. La poesía nos va a revelar la verdadera condición humana para darnos cuenta de las limitaciones y de las virtudes que podemos tener. ¿Qué podemos hacer para tener un mundo más equitativo, más equilibrado? De eso trata la poesía”.
Un refugio en el futuro
¿Equilibrado? ¿Equitativo? Algo dice, después del año político 2016, que la poesía entonces ha fallado. Trump, Brexit, No a la paz en Colombia. “2016 presenta una serie de señales que dejan ver un futuro incierto y oscuro. Hay oleadas de migrantes, como en Francia, que producen miedo. No sé si en otros momentos de la Historia ha habido tantos símbolos, tantas distancias un mismo año que no dejan ver un atisbo político de que las cosas vayan a mejorar. Ahora Ecuador también se enfrenta a que vuelva la derecha, como ya ha sucedido en Argentina o Brasil. Y toda esta incertidumbre sólo nos puede hacer pensar en lo que estamos dejando a nuestros hijos o a nuestros nietos. El capitalismo aún no ha tocado fin”, comenta con la desazón de quien ve un terremoto desde el epicentro.
“Sólo la poesía nos puede salvar”, dice como emergiendo ante la posible comparación con el auge de los extremismos a principios de siglo, “es el refugio más humano para poder mirar las cosas con la perspectiva más precisa. De parte de la política las cartas ya están echadas”.
Pero los culpables los tenemos delante. En un momento dado de Todos los Madrid, el otro Madrid, Edwin dispara una pequeña composición que dice Realmente la casa / no debería tener / tantos espejos. / Si yo soy otro / ¿quién mira a quién?. Queda un largo trecho para reflexionar sobre lo que estamos haciendo(nos). “Hace falta que aparezcan nuevos líderes que tengan en la cabeza no sólo su país sino el mundo. Da la sensación de que ya no hay lugar para el socialismo”, asegura a la manera del antropocentrismo de un verso perdido de Walt Whitman.
La poesía es el refugio más humano para poder mirar las cosas. De parte de la política las cartas ya están echadas
“Lo que ha pasado en España misma, con esa visión que podía llegar nueva, y que se ha traducido en ese otro voto, que me parece un voto vergonzante, a mí me hizo pensar: ¿qué le pasa a esta gente? ¿en qué estabais pensando? Creo que es el momento de una nueva ética política. A través de las redes sociales”, comenta, sin poder separar, visto que la cafetería está atestada de gentes que miran móviles, el mundo del que vive del que le gustaría, “te muestran una estadística previa que, en el momento de los momentos, no se cumple. Hay un temor. Más bien, la gente se enconcha en lo que piensa y no se abre a ese mundo de libres transiciones”. Coge aliento.
Madrid mira su reloj. Quiere dar un paseo por el Madrid que no habita en su apellido. Quiere ir al Círculo de Bellas Artes, a una exposición de Pessoa. Se le observa una vitalidad de 20 años, de quien aún busca asombros. La poesía joven es también pues su poesía. “Algo importante anda pasando en la poesía. No se puede ser un gran escritor sin ser antes un gran lector. Es más, creo que una de las maneras de escribir es leer. Pero algo anda pasando”.
¿Hay futuro? “La poesía actual, como las de otras épocas, necesita del cedazo del paso de los años para discernir quiénes somos y con cuánta autenticidad hemos trabajado los poemas. El verdadero premio es el tiempo”. Y saber toda la minería que lleva detrás ser poeta con las mismas palabras de siempre.
________________
En enero CTXT deja el saloncito. Necesitamos ayuda para convertir un local en una redacción. Si nos echas una mano grabamos tu nombre en la primera piedra. Del vídeo se encarga Esperanza.
Autor >
Álvaro Macías
Jerezano, añada del 92. La heterocromía de quien de todo aprende. La vida es escuchar a Cat Stevens navegando en el Argos. Después de trabajar en El Mundo, escribió el poemario Los inocentes o las ruinas (Ediciones en Huida, 2016).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí