Jazz
La deslumbrante estrella de Eric Dolphy
Ayax Merino 22/06/2016
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Eric Dolphy, un prodigio con el saxo alto, el clarinete bajo y la flauta, nació en Los Ángeles, California, el 20 de junio de 1928.
Todavía estaba en mantillas cuando empezó ya a empaparse el bebé de la música que entonaban los feligreses en los oficios divinos, divino góspel. Su madre cantaba en el coro de la iglesia y en cuantito el pequeño se arrancó a balbucear lo metieron allí también, buena escuela, pardiez.
Un churumbel era y ya estaba a vueltas con un clarinete. Y, más tarde, en el instituto, aprendió también a tocar el oboe y el saxo alto. Con el susodicho, al saxo alto me refiero, se pasaba las horas encerrado en el garaje de su casa, venga a soplar, empecinado en sacarle al instrumento los mismos sones que le sacaba Parker, maestro del joven Eric, maestro de tantos y tantos músicos de jazz ¿Habrá por ventura alguno al que no haya influido con su arrebatador canto ese maravilloso pájaro que fue don Charlie Parker?
Veinte primaveras a sus espaldas tendría el mozo cuando entró en la banda del batería Roy Porter, con el que estuvo cosa así de dos años. Y allá por 1950 se alistó en el ejército, donde no dejó de tocar al cumplir el servicio en una banda militar. Y todavía se las arregló para conseguir aprender algo en la Escuela Naval de Música, avispado que era.
Cuando al fin se licenció volvió a su casa, que es lo que suelen hacer todos los reclutas cuando salen de quintas. Y en Los Ángeles estuvo tocando por aquí y por allí, un poco a su aire, sin hacer mucho ruido, la verdad. Se ve que el menda estaba cogiendo fuerzas para lo que se le venía encima, un sin parar.
En 1958 entró en la banda del batería Chico Hamilton, donde se labró un nombre. Que el tipo iba ya siendo algo conocido. Así que cuando la banda de Hamilton se fue al garete, poco tiempo estuvo desocupado y ocioso. Sí, que muy pronto empezó a trabajar con Mingus en Nueva York ¡Con Mingus, eh, eso sí que es una cosa seria! Y como a un bien otro bien le sigue, que las dichas nunca vienen solas, comenzó también a grabar como patrón, de cabeza de cartel.
Y todavía buscó tiempo el hombre, no sé dónde, la verdad, qué frenesí, para tocar con el Latin Jazz Quintet, con Ron Carter y con John Lewis. Tanto trajín no le impidió encontrar un huequecito para juntarse un ratejo con Ornette Coleman cuando le dio por sacar Free Jazz, el disco aquel que fue así como la partida de bautismo del nuevo estilo y en el que también participaron, entre otros, Billy Higgins, Freddie Hubbard, Don Cherry o Charlie Haden. Este Dolphy estaba en mil sitios diferentes a la vez, es portentoso, ya me gustaría a mí averiguar cómo se las ingeniaba.
En 1961 comenzó a tocar con Coltrane ¡Eh, con Coltrane, eso sí que es algo serio! Un par de discos de estudio, varios conciertos, fecunda temporada aquella. Para botón, una muestra, nada como escuchar las maravillas que se sacaron de la manga estos tipos en el Village Vanguard, la leche, el copón. Dolphy está magnífico; Coltrane, bueno, Coltrane es un caso aparte; McCoy Tyner como siempre, espléndido con el piano, muy inspirado; Reggie Workman y Jimmy Garrison, impecables los dos con el bajo, cada uno cuando le toca; Elvin Jones, en su línea, una auténtica máquina con la batería.
Por aquel entonces hizo buenas migas con el trompetista Booker Little, con el que sacó cosas realmente estupendas. Si hay algún incrédulo, nada, ya sabe lo que tiene que hacer, no perderse detalle del concierto que dieron los dos compadres en el Five Spot, oro puro, pura ambrosía.
Y después Mingus, otra vez Mingus, Mingus siempre, firme asidero, cobijo a todas horas seguro. Sí, se acogió de nuevo al sagrado de Mingus, pero eso no significa que dejara de hacer también sus cositas por su cuenta y riesgo, no, que sacó algún que otro disco estupendo.
Fugaz estrella, como toda estrella fugaz, Dolphy se apagó enseguida, mas en su breve fulgor deslumbró al Universo con su destellante luz. Siempre en la vanguardia, a la cabeza de las huestes del jazz, músico inquieto, innovador, abrió a golpes de su genio nuevas trochas por las que caminar. Hay que oírle improvisar, una barbaridad, a este hombre nunca se le agotaban las ideas, qué espléndidos solos llenos de fuego. Con el saxo alto, con la flauta o el clarinete bajo, lo mismo da, siempre te quita el sentido y te corta la respiración.
En 1964 viajó a Europa con Mingus y no volvió ya a su tierra. Al menos vivo. Una diabetes se lo llevó por delante, maldita diabetes. Murió en Berlín el 29 de junio de 1964. Joven, muy joven para morir. Tenía 36 años casi recién cumplidos.
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Esta semblanza también se puede escuchar en Jazz en el aire.
Eric Dolphy, un prodigio con el saxo alto, el clarinete bajo y la flauta, nació en Los Ángeles, California, el 20 de junio de 1928.
Todavía estaba en mantillas cuando empezó ya a empaparse el bebé de la música que entonaban los feligreses en los oficios divinos, divino góspel. Su madre cantaba en el coro...
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Ayax Merino
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