Homenaje a mi padre
Me hiciste libre, me hiciste feminista
Dejaste que me tropezara, me tenías siempre listo el hombro cuando lo necesitaba, y me animaste siempre a pagar la cuenta, a beber y a votar lo que me diera la gana, y a que nadie me cortara las alas
Ángeles Caballero 7/03/2017
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Hace días participé en una votación y yo, única fémina junto con ocho señores, me llevé una corbata de regalo por dar mis puntos. A algunas eso les pareció una falta de consideración por “no haber pensado ni siquiera en darte un pañuelito”. Y yo, lejos de enojarme, escogí una corbata fucsia con caballitos de madera que planteo incorporar muy seriamente al armario antes que cualquier pañuelo que no he tenido jamás. Esa tarde fui a hacer la compra y a la hora de pagar miraron al hombre que me acompañaba. “Acabas de vivir un micromachismo”, me dijo. Yo, que no me había dado ni cuenta, saqué el billete y sonreí. Minutos después, pedimos en un bar una coca cola Zero y una copa de vino y las cero calorías me las colocaron a mí, que llevo meses sin catar el jarabe de Atlanta. Miren, yo no puedo vivir con este sensor en permanente alerta. Déjenme votar, pagar y beber en paz.
Es el Día Internacional de la Mujer y yo pienso en un hombre sin cuya ayuda probablemente yo no sería tan libre en mis imperfecciones. Ese hombre cumplió 85 años el 13 de enero y se me fue tres días después. Mi padre dejó de respirar y a cambio me dejó un legado de trabajo, esfuerzo y libertad como pocos. Ese hombre que no fue al colegio ni a la universidad y que se pasó la Guerra Civil buscando comida para sus cinco hermanos (la de veces que contó que robaba naranjas de los árboles y el recibimiento al volver a casa); que vivió en un vagón de tren y que decidió, cuando obtuvo un trabajo fijo en Telefunken, dejarlo todo porque tenía ganas de más. Ese hombre que creó negocios y que cuando me planteó que heredara su empresa, sonrió cuando le respondí que, sintiéndolo mucho, yo lo que quería era ser periodista. “Si se te venía venir. A por ello, cariño, y lástima que tu padre, que es un don nadie, no pueda ayudarte”, me dijo.
La mejor ayuda es que dejaste que me tropezara, que me tenías siempre listo el hombro cuando lo necesitaba (luego cambiaron las tornas y tuve que prestarte los míos), y que me animaste siempre a pagar la cuenta, a beber y a votar lo que me diera la gana, y a que nadie me cortara las alas. Me hiciste libre, me hiciste feminista. GRACIAS.
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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