Análisis
‘Brexiteers’ y ‘lexiteers’
Corbyn no ha sabido incorporar en su discurso las críticas al neoliberalismo de la UE y las posibilidades democráticas del ‘Brexit’ para la izquierda
Andy Robinson Liverpool , 30/03/2017
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El debate sobre el Brexit, escenificado en el Parlamento británico el miércoles 29 de marzo, puede dividirse en dos posturas. Hay quienes se envuelven en la bandera de la Union Jack y creen que el Reino Unido acaba de librarse del yugo del superestado y de la tiranía de los tecnócratas grises en Bruselas... Jacob Rees-Mogg, el brexiteer thatcheriano, por ejemplo, llegó a citar en la cámara a sir Francis Drake y calificó a Theresa May como “Gloriana” (en referencia a Isabel I). Un momento de triunfo patriótico que, en la imaginación fecunda de Rees-Mogg, debió recordarle a la derrota de la Armada Invencible española.
En el otro extremo están los que se envuelven en la bandera azul de estrellas doradas, creyentes en el progresismo del proyecto europeo, shiny happy people, y convencidos de que el Brexit va a allanar el camino para la extrema derecha populista. “Nosotros [a diferencia del Partido Laborista] no vamos a rendirnos tras la catástrofe del Brexit”, afirmó uno de ellos, Tim Farron, portavoz de los liberal-demócratas. Un partido que, tras perder su credibilidad progresista al entrar en el Gobierno de David Cameron y dar luz verde a recortes draconianos en los servicios públicos, ve ahora una oportunidad para ponerse al frente de las manifestaciones anti-Brexit después de que Jeremy Corbyn, el líder laborista, decidiera apoyar la ejecución del artículo 50.
Una posición que tiene menos protagonismo en el debate --mejor dicho, tiene cero protagonismo, aunque probablemente es lo que piensa en sus momentos más íntimos, el propio Corbyn-- ha sido la expresada por Alan Johnson, uno de los llamados lexiteers (la izquierda que apoya el Brexit) en una tribuna publicada, sorprendemente, en el New York Times.
“Nosotros creemos que el proyecto autoritario de integración neoliberal de la Unión Europea es el caldo de cultivo de la extrema derecha… Al aislar tantas decisiones políticas del control democrático (entre estas, medidas de austeridad e inmigración masiva), la UE ha abierto la puerta a los populistas de derechas”. Y añade: “Cualquiera que haya podido ser la Unión Europea, desde los años ochenta la economía neoliberal ha sido el elemento fundamental de su proyecto”. Estos lexiteers, al igual que yo, decidieron que “en lugar de dejar el campo abierto para la derecha nativista, vamos a ir con ellos al Brexit”.
Es una pena que Corbyn no haya podido incorporar a su respuesta al artículo 50 algo más de este discurso sobre la UE neoliberal y las posibilidades democráticas del Brexit para la izquierda
Es una pena que Corbyn, por mucho que quisiera, no haya podido incorporar a su respuesta al artículo 50 algo más de este discurso sobre la UE neoliberal y las posibilidades democráticas del Brexit para la izquierda. Se limitó a condicionar su apoyo a que el gobierno no aproveche la salida para reducir derechos laborales, medioambientales, etcétera, y a que se asegure el acceso al mercado único. El peso del remain en el segmento profesión liberal del electorado laborista y las presiones del eurófilo grupo parlamentario --animado por periódicos como The Guardian-- no le permiten hablar públicamente de las ventajas del Brexit. Pero el líder laborista, al menos, ha logrado que su partido acepte el resultado del referéndum. Es más, se niega a sumarse al argumento del progresismo elitista de que el Brexit es el resultado de la xenofobia y la ignorancias sin más.
De momento, todo es defensivo. Pero lo cierto es que fuera de la UE las políticas laboristas más populares como la renacionalización de los ferrocarriles no chocarían con las normativas de liberalización decretadas en Bruselas. Una prueba de la tesis lexiteer de que la UE es, ante todo, un vehículo neoliberal. Como explican los lexiteers, el eslogan del Brexit “recuperar el control” no deja de ser una afirmación de valores de la izquierda por mucho que lo haya aprovechado el UKIP. “La democracia necesita de un demos, (…) si no lo tiene, lo que queda es la gestión en nombre de elites”, escribe Johnson en el New York Times.
Mientras tanto, crece el movimiento eurófilo, anti-Brexit. Un movimiento que se cree antipopulista pese a que, tal y como señalan y aciertan en su diagnóstico los lexiteers, la austeridad y el déficit democrático de su admirada UE son los que alimentan a la extrema derecha. Los europeístas sacaron la semana pasada a 100.000 personas a la calle, encabezados por políticos recién levantados de la tumba como el millonario Nick Clegg o el multimillonario Tony Blair. Y van además tendiendo puentes a cualquiera que comparta su internacionalismo cosmopolita. Jajan Ganesh, el columnista del Financial Times, advirtió la ironía: “Citan las amenazas a la City como la prueba concluyente de la culpabilidad del Brexit (…) la misma gente que odiaba a los banqueros tras el crack [de 2008] ahora los ve como compañeros entusiasmados del internacionalismo”. Mientras que los lexiteers celebrarían la marcha de los bancos de la City tras la salida de la UE, los europeístas han aprendido a amar a los banksters.
Los europeístas sacaron la semana pasada a 100.000 personas a la calle, encabezados por políticos recién levantados de la tumba como el millonario Nick Clegg o el multimillonario Tony Blair
La cáustica referencia de Ganesh al internacionalismo anti-Brexit de los progresistas eurófilos y los bancos de la City me hizo pensar en un artículo de John Carlin en El País titulado La imperdonable frivolidad de la izquierda británica, un duro ataque contra el supuesto “izquierdismo infantil” de Corbyn que, al salir publicado en este medio, seguramente apuntaba a blancos más internos.
Corbyn “defendió la UE con la boca pequeña”, se lamenta Carlin, que acusa al líder laborista de ser responsable de la victoria del Brexit. Luego arremete contra los cientos de miles de miembros del partido que votaron a Corbyn. “Ahí está la imperdonable frivolidad, ahí está el onanismo infantil de aquellos que prefieren la irrelevante limpieza ideológica a la responsabilidad del poder, que ven más valor en formar parte de un club de autosatisfechos biempensantes que incidir materialmente en las vidas de las clases desfavorecidas a las que juegan a defender pero, en realidad, abandonan a sus miserias. Reconocieron a Corbyn como uno de los suyos”.
Carlin tal vez piensa de verdad que esas “clases desfavorecidas” estarán “abandonados a su miseria” sin el cobijo de la Unión Europea. Pero quizás, subliminalmente, teme más que queden abandonados los bancos europeos instalados en Inglaterra gracias al mercado único bancario. Porque yo cada vez que leo a Carlin, no puedo quitarme de la cabeza esas enormes fotos en blanco y negro de la campaña publicitaria que el periodista y escritor hizo con Rafa Nadal para el Banco de Sabadell, ahora matriz del Trustee Savings Banks, filial de Lloyds que recibió uno de los rescates más grandes –20.000 millones de libras más intereses-- del Estado británico durante la crisis financiera de 2008-2009.
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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