Editorial
Europa, un lugar cada vez más inestable y peligroso
La situación política es más inestable y más peligrosa que hace dos años. El riesgo de fractura, más evidente. Pero expresar nuestra opinión, cada día más angustiada ante un panorama más oscuro, no nos aligera a ninguno de la obligación de la pelea
18/01/2017
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Volvemos a expresar hoy nuestro punto de vista sobre Europa, porque ésta sigue siendo nuestra mayor preocupación: la situación política, creemos, es más inestable y más peligrosa que hace dos años y el riesgo de fractura, más evidente. Nada ha mejorado.
Europa sigue siendo nuestra mayor preocupación: la situación política, creemos, es más inestable y más peligrosa que hace dos años y el riesgo de fractura, más evidente
2016 fue un año en el que ocurrieron acontecimientos, unos sorprendentes y otros, terribles, como el Brexit o la inducida crisis de los refugiados. Y el año en el que ocurrió algo quizás menos llamativo, pero muy importante: un país miembro, Polonia, se ha deslizado hacia un régimen claramente autoritario, sin que la Unión haya sido capaz de reaccionar en defensa de sus principios fundacionales democráticos.
Polonia está mostrando, quizás, el camino que seguirán otros países europeos si los procesos electorales previstos en 2017 terminan dando la victoria a grupos de extrema derecha y dejando sus Estados en manos de políticos capaces de anular sin pestañear sus mecanismos constitucionales. Primero irá Holanda, donde Geert Wilders, un xenófobo de libro, puede marcar la diferencia. Pero después llegarán las presidenciales francesas y todo, absolutamente todo, quedará suspendido en el aire. “Las presidenciales francesas serán el Stalingrado de Europa”, escribió hace unos días el economista británico Mark Blyth. “Si Francia cae, cae la Unión”.
La eventual victoria del Frente Nacional de Marine Le Pen no es una fantasía ni un planteamiento imposible. Las democracias son fuertes cuando se cumplen dos condiciones, dice Blyth. Cuando los votantes obtienen lo que se les anunció y cuando incluso aquellos que perdieron perciben que las cosas van siendo positivas, también para ellos. Hace tiempo que los votantes franceses no consiguen lo que se les anuncia. De hecho, el único partido que propone realmente cambiar las políticas económicas que se llevan a cabo desde hace más de 30 años en Francia es, precisamente, el Frente Nacional. Si la segunda vuelta presidencial se lleva a cabo entre Le Pen y Francois Fillon, se estará pidiendo a los votantes de izquierda que apoyen a un candidato de la derecha más conservadora posible que no solo quiere más de lo mismo, sino doble ración. Mucho riesgo, muchísimo peligro, en un juego de intereses económico-financieros que se desarrolla ante los ojos de toda Europa, una vez más incapaz de reaccionar.
No cabe pensar que, pase lo que pase en Francia, Alemania resistirá. Seguramente, la extrema derecha alemana no conseguirá resultados capaces de poner en peligro la estabilidad de la señora Merkel. Pero la República alemana no puede soñar siquiera en mantener unida Europa sin Francia, menos aún cuando habrá que avanzar simultáneamente en el confuso Brexit, del que nadie tiene aún una pista, y cuando el nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anima públicamente a los países europeos a salirse de la Unión o por lo menos a frenarla todo lo posible.
Asombra que frente a una amenaza de inestabilidad tan peligrosa, a un retroceso tan evidente en libertades, la izquierda siga siendo incapaz de unirse para lanzar un mensaje de cambio
Lo más probable es que Alemania sea, además, el segundo gran escenario, después de Estados Unidos, de una ofensiva posverdad, en la que las redes sociales sean escenario de una verdadera campaña de intoxicación a favor de la extrema derecha, la xenofobia y el racismo. Tan evidente es la amenaza que Mark Zuckerberg ha anunciado que Facebook intentará desplegar durante la campaña electoral alemana sus primeros escudos frente a esas maniobras organizadas.
Asombra que frente a una amenaza de inestabilidad tan peligrosa, a un retroceso tan evidente en libertades y derechos, la izquierda europea siga siendo incapaz de unirse para lanzar un mensaje de cambio, combate y esperanza. En los dos últimos años, la izquierda ha continuado bloqueada, desconcertada y en claro retroceso electoral en prácticamente toda Europa. Se diría que ocho años después de la gigantesca crisis provocada por la desregulación masiva de los mercados financieros, lo que asoma en el horizonte europeo no es un cambio en la forma de regular la globalización, liderado por una nueva izquierda, ni tan siquiera el simple mantenimiento de los avances puntuales que se hayan podido producir en ese campo, sino justo lo contrario, una nueva ofensiva desreguladora en nombre del ansiado crecimiento.
Expresar nuestra opinión, cada día más pesimista, cada día más angustiada ante un panorama más oscuro, no nos aligera a ninguno de la obligación de la pelea. Tenemos la responsabilidad de contar lo que vemos y de explicar que nada de lo que ocurre o puede ocurrir es inevitable. Y esperamos darles los argumentos necesarios para que lleguen a la misma conclusión: se puede impedir y hay que impedirlo.
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