Editorial
Francia: la debacle del bipartidismo
24/04/2017
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Entre Marine Le Pen y Emmanuel Macron hay un abismo que nunca puede ser saltado, porque supondría tender puentes entre el posfascismo y la democracia. Por eso, no cabe duda sobre el apoyo que debe tener el candidato Macron en la segunda vuelta de las presidenciales francesas, el próximo 7 de mayo, para derrotar al Frente Nacional.
Pero apoyar a Emmanuel Macron no supone ignorar todos los demás elementos del análisis ni sacar conclusiones demasiado precipitadas sobre el panorama político francés. Macron es un candidato peculiar, que en menos de dos años va a conseguir saltar casi del anonimato a la presidencia de la República y todo ello sin contar con un partido propio, pero con el apoyo de prácticamente todo el establishment económico y mediático francés. La paradoja es que se podría decir que Macron, economista y banquero de profesión, procede del ámbito que, en la práctica, con sus políticas de austeridad y su soberbia, hizo posible la resurrección del Frente Nacional. Los mapas electorales elaborados en Francia pocas horas después de la primera vuelta muestran claramente que Marine Le Pen obtiene sus mejores resultados entre los votantes con menores ingresos (del 29% al 32% de quienes ganan menos de dos mil euros al mes).
El discurso político de Macron ha sido hasta ahora un discurso reformista, en la línea de un centrismo progresista pero ambiguo. Lo más claro ha sido su compromiso con Europa y su voluntad de rehacer los acuerdos con Alemania, donde cuenta con muy buenos amigos, sobre todo en la socialdemocracia de Sigmar Gabriel, y no, contra lo que podría pensarse, en la democracia cristiana de Angela Merkel. El compromiso francés es fundamental para la Unión Europea, que necesita urgentemente reformular su proyecto económico y social. Por eso es tan urgente saber en qué dirección irán las propuesta de Emmanuel Macron y si prevalecerá en su programa europeo una visión puramente económica o si ha comprendido que las reformas no son un culto al que rendir pleitesía sino un instrumento que depende de su contenido político.
Tampoco es fácil aventurar como podrá Macron desarrollar su proyecto político en Francia hasta saber la composición de la Asamblea General que se renovará el próximo mes de junio. El resultado de la primera ronda presidencial apunta a la desaparición del bipartidismo, porque, por primera vez desde 1958, ni los conservadores gaullistas ni los socialistas aspiran al Eliseo. Aunque los Republicanos y el PS apenas suman el 26% de los votos, las elecciones legislativas pueden dar origen a un panorama diferente, bien porque se recuperen los conservadores bien porque se traduzcan en una Asamblea Nacional muy fragmentada y difícil de controlar. En cualquier caso, el resultado de la primera ronda de las presidenciales obliga a recordar que el Frente Nacional no es un partido nuevo, aunque esta sea la segunda vez en su historia en que experimenta un avance tan importante. Tampoco es la primera vez que el Partido Socialista se hunde, aunque es verdad que en 2002 Lionel Jospin alcanzó el 16% de los votos, mientras que el pasado domingo Benoit Hamon no pasó del 6,3%. Es posible que el PS que levantó Francois Mitterrand haya llegado a un sótano del que ya no es posible subir sin cambiar toda la estructura del edificio, sobre todo porque a su izquierda ha aparecido un nuevo partido, Francia Insumisa, dirigido por Jean-Luc Melenchon, capaz de recoger el voto joven y de crear un nuevo espacio, que no está próximo al antiguo Partido Comunista francés sino al de Podemos en España.
La victoria de Emmanuel Macron sobre Marine Le Pen produce alivio en cualquier demócrata. Pero no despeja la inquietud entre quienes quieren un cambio de política económica y social en Europa. Lo peor que puede suceder es que Macron actúe de acuerdo con su biografía y que se limite a pelear por los mismos significantes que Le Pen, como tan brillantemente ha explicado Guillermo Fernández Vázquez en estas mismas páginas. Patriotismo, cambio, protección o liderazgo son conceptos que necesitan contenidos y Macron todavía no los ha producido. Lo mejor que se puede esperar del candidato inesperado es que termine siendo como el general Della Rovere, del magnífico Roberto Rossellini: alguien capaz de comprender que el momento en el que vive le exige que traicione su biografía.
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