SER FEMINAZI HOY
“Soy feminista, pero no de esas radicales”
Anita Botwin 17/05/2017
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No es la primera vez que escucho a alguna mujer decir “yo soy feminista, pero no de las radicales, de las que piensan que todo hombre es un potencial violador”. Cuando escucho este tipo de afirmaciones no sé muy bien dónde meterme, si hacer un moonwalker o el bicho bola. Yo soy de las radicales, y eso me hace sentirme señalada con el dedo de “mala feminista”, de integrante de un comando ilegal quemacalzoncillos. Pero también me hace sentirme poderosa y algo así como una reencarnación de las brujas que ardieron en la hoguera.
Cuando escucho el término radical como algo despectivo me pregunto en qué siglo estamos. ¿Desde cuándo la radicalidad es algo negativo? Ser radical siempre ha estado de moda, es transgresor, es punk, es rebelde y juvenil. La radicalidad me transporta a los 70, las crestas de colores, Sid Vicious, el Calimocho, Las Vulpess y su Me gusta ser una zorra. La radicalidad me pone, porque es sinónimo de rebeldía y diversión. En la teoría y filosofía dedicadas a estudiar el feminismo radical, entran en cuestiones complejas sobre el género y la desigualdad. Ir al meollo de la cuestión es radical, es revolucionario y nos transporta al cambio real. Chicas, ¿no es eso lo que queremos?, ¿o queremos sólo la puntita de la igualdad?
El poder nos permite ser feministas, pero sin pasarse de la raya no vaya a ser que por un casual consigamos la igualdad
Hace un tiempo no nos mojábamos y no éramos ni machistas ni feministas, éramos igualitarias --no fueran a tacharnos de hembristas, malfolladas, histéricas o bolleras--. Ahora está de moda el feminismo. El feminismo vende como el Che Guevara y Justin Bieber. Las empresas textiles siguen los pasos de Dior y su We should all be feminists, imitando con poco ingenio --dicho sea de paso-- camisetas con eslóganes tipo “Girl Power”. Ya nos permiten ser feministas --o llevar camisetas--, pero no de esas radicales meriendahombres. Una escucha hablar del feminismo radical como si hubiera mujeres del ISIS cortando penes a hombres y devorando fetos. Una escucha hablar de feminismo radical y mira hacia otro lado y silba, no vaya a ser que le pidan el carnet de feminista moderada. El poder nos permite ser feministas, pero sin pasarse de la raya no vaya a ser que por un casual consigamos la igualdad. Pero ¿qué es el feminismo radical?
Citando a Irantzu Varela de El Tornillo --espacio feminista de La Tuerka--: “Si algo caracteriza al feminismo es que va a explicar las estructuras profundas que justifican y reproducen la desigualdad”. Poner “peros” al feminismo… indica que no eres feminista o al menos que tienes serias dudas de serlo. Uno no es antirracista, pero si se cruza con un chino a lo mejor lo es un poco. Uno no es vegano y se come un plato de jamón a escondidas --bueno, alguno habrá--.
El feminismo radical, el feminismo de las amargadas malfolladas es el que ha conseguido grandes logros en pro de la igualdad. El feminismo radical no es algo actual, ya que se desarrolló entre 1967 y 1975. De hecho, como explica la feminista Nuria Varela, “fue Sulamith Firestone quien formuló el feminismo como un proyecto radical, en el sentido marxista de ‘radical’, de ir a la raíz de las cosas”. Para las radicales de esos años, ya no se trata sólo de conquistar el espacio público, sino que también es necesario transformar el espacio privado.
Sin ir más lejos, temas como la violencia machista o los derechos reproductivos fueron puestos encima de la mesa por las radicales. Con el eslogan de “Lo personal es político”, las radicales hicieron una famosa protesta contra el concurso de Miss América. En pleno 1968 tiraron cosméticos, zapatos de tacón alto y sujetadores reivindicando así la diversidad de los cuerpos. Dicho sea de paso, chicas, no hay nada más opresor que unos tacones de 9 cm o un sujetador corsé con el que te falta la respiración y hasta el sentío. Las verdaderas armas de destrucción masiva son nuestros accesorios para ser “mujeres perfectas”. Y encima cuestan caras.
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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