Bajo nivel educativo, baja participación laboral
Durante la crisis la tasa de empleo de los menores de 30 años con estudios primarios o menos se ha reducido entre 25 y 30 puntos
CTXT / Observatorio Social “la Caixa” 25/05/2017
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La crisis económica ha tenido un fuerte impacto en España en los jóvenes menores de 30 años. La tasa de paro juvenil ha llegado a superar el 50%.
Frente a esta situación se ha acuñado una categoría reduccionista, indeseada e irreal, ni-ni (ni estudio ni trabajo), para hablar de estos jóvenes. Una etiqueta que asume que muchos de ellos, ante las dificultades para encontrar un trabajo, “no hacían nada”. Con ella se reduce el problema a una cuestión de edad a pesar de que la realidad es mucho más compleja.
Antes del inicio de la crisis, los menores de 30 años en España presentaban tasas de empleo superiores al 50% (55,7% en 2007), mayores que la media de la Unión Europea (50,7%) y muy similares a las de países como Alemania o Suecia. En cambio, en 2015 la tasa de empleo había caído hasta el 33,7%, casi quince puntos por debajo de la media comunitaria (47,2%).
Ahora bien no todos los jóvenes se han visto afectados por igual por la pérdida de empleo. El paro ha tenido un mayor impacto en los individuos con un menor nivel de cualificación en general, como se demuestra en el siguiente gráfico elaborado a partir de los microdatos de la Encuesta de Población Activa (EPA), del cuarto trimestre de 2016.
En el caso de las personas con estudios primarios o menos, se observa que las tasas de empleo son muy bajas para los más jóvenes (por debajo del 30% en 2007), alcanzan su máximo entre los 20 y los 49 años (por encima del 60%) y se reducen a partir de dicha edad.
Las tasas de empleo para cualquier tramo de edad son mayores en las personas con niveles educativos superiores. Tanto en los momentos de expansión como en los de crisis, las personas con niveles de cualificación bajos no alcanzan una tasa de empleo del 60%, mientras que quienes tienen estudios superiores llegan al 90%.
Además, si nos fijamos en la distancia entre las líneas correspondientes a 2007 y 2012 (o 2016), se observa que la brecha es mayor para los niveles educativos más bajos y para los grupos de edad más jóvenes. La crisis ha afectado más a la juventud pero, sobre todo, a los grupos menos cualificados. Así la tasa de empleo de los menores de 30 años con estudios primarios o menos se ha reducido entre 25 y 30 puntos. La disminución es de unos 20 puntos para quienes tienen estudios secundarios (obligatorios, con orientación general o profesional). El impacto es mucho menor entre quienes tienen estudios superiores, aunque la tasa de empleo ha caído sustancialmente.
Las causas de la inactividad entre los jóvenes
Con el inicio de la crisis económica se ha producido un incremento considerable de la inactividad entre los jóvenes. Es decir, cada vez son más los que no participan en el mercado del trabajo. Ahora bien las razones de este comportamiento pueden ser muy distintas.
En 2008, el 32,5% de los menores de 30 años estaba inactivo. En 2016, el 44,5%. La causa principal de esta tendencia es que muchos jóvenes han decidido continuar o retomar sus estudios.
Si en 2006 eran inactivos el 36% de los jóvenes con Educación Secundaria Obligatoria, en 2016 llegaron al 51,8%. Además, la inactividad por cursar estudios pasó de un 23,5% en 2006 al 43,9% en 2016.
La proporción de ocupados entre los jóvenes con estudios primarios es superior a la de quienes han obtenido el título de bachiller. La razón principal es la elevada proporción de personas con título de bachiller que siguen estudiando (un 62,7%). También entre quienes tienen un nivel educativo correspondiente a la primera etapa de la ESO, la proporción de estudiantes es elevada (un 43,9%).
En cambio, los estudiantes representan solo el 20% de los jóvenes menores de 30 años con estudios primarios o menos. Además, es en este grupo en el que las razones de la inactividad no vinculadas a la formación son más relevantes. El 24% de los jóvenes inactivos de este grupo lo son por otras razones, cuando en el resto de los grupos dichas razones no llegan al 10%.
Si seleccionamos a los jóvenes entre 25 y 29 años, grupo en el que es más probable que la etapa de estudiante haya terminado, se observa una relación claramente positiva entre el porcentaje de ocupados y el nivel de estudios: en torno al 70% de los jóvenes con estudios superiores están empleados, mientras que quienes tienen educación secundaria presentan proporciones inferiores al 70% y quienes solo tienen estudios primarios no llegan al 50%.
Asimismo, la proporción de desempleados entre los jóvenes de 25 a 29 años tiene una relación negativa con el nivel educativo. Son el 30,2% de quienes tienen estudios primarios, en torno al 20% de quienes tienen estudios secundarios y el 12% entre los universitarios.
Probablemente el dato más llamativo es el relacionado con la inactividad. Entre los jóvenes con niveles educativos medios y altos, no llega al 10%. En cambio, están inactivos el 26% de los jóvenes con estudios primarios. Cuanto menor es el nivel educativo, mayor es la situación de inactividad.
En cuanto a las otras causas de la inactividad destaca una, la enfermedad o incapacidad propia. Esta es el motivo de un 28,5% de los varones y de un 17,2% de las mujeres entre aquellos jóvenes con estudios primarios.
Además, entre las mujeres, el cuidado de dependientes aparece como una causa relevante en todos los niveles educativos y, especialmente, entre quienes tienen estudios primarios o menos o estudios secundarios con orientación profesional. Si a esta razón añadimos las responsabilidades familiares o personales, tenemos que el 35,8% de las jóvenes con estudios primarios o menos no buscan empleo por esta causa.
A pesar de que es bien conocido que el paro no afecta del mismo modo a los jóvenes en función de su nivel educativo, se sigue tratando esta cuestión como si todos los jóvenes tuvieran los mismos problemas. Así no es habitual el diseño de políticas diferenciadas para atajar el desempleo de los jóvenes que tengan en cuenta su cualificación.
Es urgente el diseño de políticas dirigidas a este grupo de jóvenes que sean capaces de ‘activarlos’ para contribuir a su inclusión progresiva en el mercado de trabajo.
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Este artículo ha sido elaborado a partir de lo expuesto en el texto Bajo nivel educativo, baja participación laboral, de Begoña Cueto, profesora titular de Economía Aplicada en la Universidad de Oviedo, publicado en el Observatorio Social de “la Caixa”.