La moción de censura contra Rajoy, herramienta democrática
El Gobierno del PP debe tomar ejemplo del precedente de Adolfo Suárez
Bonifacio de la Cuadra 6/06/2017
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La herramienta parlamentaria de la moción de censura, tanto si resulta eficaz para sustituir al Gobierno de Mariano Rajoy, aquejado de antidemocracia, como si solamente sirve para exponer en qué consiste el deterioro político del Ejecutivo, merece ser utilizada. Ojalá los políticos del PP, en lugar de hacer ascos a quienes se atreven a intentar descabalgarles del ejercicio de un poder corrompido, tomaran ejemplo de Adolfo Suárez, quien en 1980, con muchos menos motivos para ser relevado, ejerció la autocrítica y expresó su voluntad de rectificar “fallos y errores”.
La iniciativa de Unidos Podemos, que se tramitará en el Congreso de los Diputados el próximo 13 de junio, utiliza la previsión constitucional que permite a un mínimo de 35 diputados “exigir la responsabilidad política del Gobierno”. La Constitución establece que si la moción de censura obtiene la mayoría absoluta de los votos de la Cámara baja --176--, el Gobierno censurado deberá presentar su dimisión al Rey, quien nombrará presidente del Gobierno al candidato obligadamente propuesto en la moción de censura, que por eso se denomina “constructiva”. Dicho candidato se entenderá “investido de la confianza de la Cámara” y el Rey le nombrará presidente del Gobierno, sin necesidad de las previas consultas reales a los grupos parlamentarios que establece el artículo 99 de la Constitución.
Es muy probable que, a pesar de la práctica unanimidad de la oposición contra Rajoy, el debate se centre en Pablo Iglesias, que se erigirá en el mayor obstáculo de sus colegas de oposición para que “los números den”
Se trata de un relevo en el poder ejecutivo que se produce drásticamente, sin campañas electorales previas e incluso sin necesidad de que el candidato a presidente del Gobierno sea parlamentario. La previsión constitucional de que el presidente del Gobierno pueda proponer la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones “no podrá presentarse cuando esté en trámite una moción de censura”, lo que da idea de la prioridad constitucional otorgada a la moción de censura sobre el procedimiento ordinario de relevo en la presidencia del Gobierno.
En el borrador inicial de la Constitución estaba menos claro el nombramiento por el Rey del candidato incluido en la moción de censura en caso de que el Congreso la aprobase. El texto vigente del artículo 114.2 dice explícitamente que el candidato incluido en la moción de censura adoptada “se entenderá investido de la confianza de la Cámara”.
Deterioro gubernamental
La utilización, ahora, de la moción de censura, se explica a la vista del deterioro democrático que padece el Gobierno de Mariano Rajoy --inundado de corrupción en su partido, desde el que se irradia la descomposición de instituciones como la Fiscalía, el órgano de gobierno del poder judicial o la entraña de ministerios como Justicia e Interior-- y de su enorme comprensión hacia los corruptos, amparados y enaltecidos hasta medio minuto antes de que la evidencia les impulse a la cárcel o a la dimisión. Es el mecanismo adecuado para intentar desalojar del poder ejecutivo a un político tan aparentemente ajeno a lo que, siendo la almendra de la corrupción, él denomina “chismes”.
De las dos ocasiones en que la oposición parlamentaria ha utilizado la moción de censura, la más relevante fue la primera, en mayo de 1980. A menos de cinco años de la muerte del dictador y año y medio después de la entrada en vigor de la Constitución democrática, Felipe González intentó sustituir a Adolfo Suárez, que en 1979 había revalidado en las urnas la presidencia del Gobierno.
Alfonso Guerra, número dos del PSOE, se empleó a fondo contra Adolfo Suárez, al que denominó “tahúr del Misisipi”, y le acusó de no soportar más democracia. “Cualquier avance en el camino de la democracia pasa por la desaparición del señor Suárez”, aseguró. Por su parte, Felipe González, que al final de la larga sesión, de madrugada, tras ser sometido a un duro examen como candidato a presidir el Gobierno, aparecía cansado y un tanto crispado, acusó a Suárez de no construir el Estado de las autonomías y le reprochó que no bajara a la arena parlamentaria ni informara al pueblo de las dificultades existentes ni se le ofrecieran vías de esperanza. Y se postuló para responder “a los problemas del país”. Reconoció que no ganarían la moción de censura, “pero el Gobierno quedará censurado”, dijo.
Adolfo Suárez asumió la autocrítica “de mi partido y mi Gobierno”, declaró. Reconoció que “ha habido fallos y errores”. Y manifestó: “A ustedes no se les imputan. A mí sí. Se me acusa de no dedicarme a explicar la situación ni a comparecer ante los ciudadanos. Asumo esa crítica y rectificaré”. Pero defendió a UCD, “un partido de centro progresista y reformista”, dijo, “que quiere buscar más justicia”. “Si nos ataca la derecha y la izquierda”, explicó, “es que estamos donde decimos”.
En la larga sesión parlamentaria, el comunista Santiago Carrillo --cuyo partido votó a favor de la moción socialista-- invocó que Suárez le había manifestado que necesitaba una mayoría con las clases trabajadoras. “Millones de españoles nos miran con esperanza”, dijo. Suárez se apresuró a aclararle que “nunca llegaría a un acuerdo de gobierno con el PCE”. Reconoció que “ha habido y habrá conversaciones”, recordó el cumplimiento por Carrillo de los requisitos para la legalización del PCE, “pero hay dificultades ideológicas que impiden la posibilidad de acuerdo de gobierno”.
La experiencia de esta tercera moción de censura podría estimular a la oposición a aunar fuerzas para relevar a quien significa un obstáculo para la democracia
Por su parte, Manuel Fraga --cuyo grupo parlamentario, que votó a favor de Suárez en 1979, se abstuvo en la votación de la moción de censura-- vaticinó futuro político a Felipe González “si se hacía conservador”, a lo que González replicó: “Una cabeza como la de Fraga, en la que cabe el Estado, podría situarse sobre los hombros de una persona de izquierdas”.
Votos de diputados y de electores
En contra de la moción de censura votaron solo los 166 diputados de UCD, mientras que hubo 152 votos favorables (PSOE, PCE y Grupo Andalucista), 21 abstenciones y 11 ausencias. Gregorio Peces-Barba se apresuró a contabilizar que los 152 diputados partidarios de la censura al Gobierno contaban con más electores en las urnas (más de ocho millones) que los 166 diputados de UCD (6 millones). Carrillo advirtió: “El Gobierno deberá reflexionar, porque no podéis seguir”, dijo, “gobernando en minoría”.
La segunda moción de censura, la del episódico líder de Alianza Popular, el senador Antonio Hernández Mancha, en marzo de 1987, contra el presidente socialista Felipe González, solo tuvo 67 votos a favor (los de AP y Unión Valenciana), 195 en contra (PSOE, IU, PNV y EE) y 70 abstenciones. Hernández Mancha no logró el cuerpo a cuerpo con Felipe González, ya que fue la propia oposición la que descalificó al candidato, que poco tiempo después abandonó la política.
La moción de censura de Unidos Podemos contra Mariano Rajoy guarda poca relación con las dos precedentes, en cuanto a su motivación. Nunca en la historia de nuestra actual democracia hubo tantos motivos como ahora para censurar a un Gobierno. Desde luego Suárez ofrecía muchísimos menos que Rajoy, y González también. En cuanto a las posibles adhesiones a una moción tan justificada como la de Unidos Podemos, se parecerán más a las de Hernández Mancha. Es muy probable que, a pesar de la práctica unanimidad de la oposición contra Rajoy --que ya ha empezado a perder votaciones--, el debate se centre sobre el candidato Pablo Iglesias, que se erigirá en el mayor obstáculo de sus colegas de oposición para que “los números den”, en expresión del líder socialista Pedro Sánchez.
En todo caso, la experiencia de esta tercera moción de censura podría estimular a la oposición a aunar fuerzas para relevar a quien significa un obstáculo para la democracia. Y en caso de que el desacuerdo sobre los posibles sustitutos parlamentarios sea tan flagrante, la próxima moción de censura contra Rajoy --los firmantes de la de Unidos Podemos no podrán presentar otra hasta el siguiente periodo de sesiones-- podría conducir a reclutar a una persona relevante, de sensatez y buen criterio acreditado, capaz de conducir a este país según las exigencias de la democracia.
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