“¡Oooh Jeremy Corbyn!”
La adaptación espontánea de la canción ‘Seven Nation Army’ como himno laborista muestra la existencia de una cultura juvenil que se opone al ‘establishment’ y al neoliberalismo
Andy Robinson Liverpool , 12/06/2017
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Merseyside. Un momento catalizador para la campaña laborista de Jeremy Corbyn, quien movilizó a millones de jóvenes que demolieron los planes trazados por Theresa May. Ocurrió durante un concierto del grupo The Libertines el pasado 21 de mayo en un estadio de fútbol en Birkenhead, en la orilla sur del Mersey, frente a Liverpool.
El estadio de Prenton Park –donde juega el Tranmere Rovers, primo olvidado del Liverpool y del Everton, que no participa en las ligas profesionales-- está a tiro de piedra del viejo astillero de Cammell Laird. Allí se construyeron iconos del orgullo imperial como el portaaviones Ark Royal y el transatlántico Mauretania, en aquellos años anteriores al colapso industrial y a la llegada de Margaret Thatcher. Después Birkenhead se incorporaría al libro Guinness por tener una calle en la que nadie trabajaba.
Tanto por la tradición de cantar en los pubs (ver las películas de Terence Davis como Distant Voices, still lives) como por ser la cuna del Merseybeat y, por supuesto, de los Beatles, la creación de nuevos himnos y la adaptación espontánea de canciones al momento histórico específico es habitual en los estadios del Liverpool, del Everton y del Tranmere también. Es famosa la versión de Careless hands, la canción del crooner británico Des O’Connor, improvisada por los hinchas del Liverpool en 1967 cuando al portero del Leeds United, Gary Sprake, tiró la pelota en su propia red.
Asimismo, como puede verse en este vídeo, The Kop –la grada de Anfield donde cabían 27.000 personas, todos de pie-- interpretaba nuevas versiones del hit de los Beatles (She loves you) como una expresión de improvisación, alegría y fuerza colectivas que complementaban la famosa Nunca caminarás solo, improvisada a partir de la versión de Gerry and the Pacemakers en 1963 del himno gospel compuesto por Rodgers y Hammerstein para el musical de Broadway Carousel.
En Prenton Park también se interpretaban algunas canciones durante los partidos, que se jugaban los viernes por la noche para que los hinchas del Liverpool y del Everton en Birkenhead pudieran ver al club local e ir el partido en los estadios de Anfield y Goodison Park en Liverpool al día siguiente.
Este largo preámbulo no es solo un viaje nostálgico por la lacrimosa callejuela de la memoria de un viejo periodista expatriado que vivía a unos pocos kilómetros del Prenton Park. Es mucho más importante que eso. Porque lo que ocurrió durante la breve e inesperada comparecencia de Corbyn en el concierto de The Libertines, el pasado 21 de mayo, es muy interesante.
De forma espontánea, el público, unos 20.000 jóvenes fans del grupo indie británico, entonó, de forma espontánea, una nueva versión de la canción Seven Nation Army de otro grupo indie –este norteamericano--, los White Stripes. “¡Oooh Jeremy Corbyn, oooh Jeremy Corbyn!”, cantaron de repente sin que se supiera de dónde salió el estribillo improvisado de la misma manera que, medio siglo antes, nadie sabía de dónde salió Careless hands o You'll never walk alone.
Como reflexiona Paul Waugh en el Huffington Post, el estribillo de homenaje al líder laborista “emergió orgánicamente del público y después de miles de shares en las redes sociales se convirtió en el himno de Corbyn”. La noche electoral, la canción de los White Stripes, adaptada para homenajear al líder laborista y cantada repetidamente in crescendo, se oía en los clubes de Liverpool.
Hay dos o tres cosas que igual merece la pena resaltar a partir de esta anécdota. Una: pese a los temores que uno puede sentir respecto al futuro de la sociedad Big Brother, que lava nuestros cerebros como preparación para el próximo iPhone o el próximo discurso de Nick Clegg o Albert Rivera, existe una cultura juvenil que, de forma espontánea, puede deshacer todos los planes del gobierno conservador y del magnate Rupert Murdoch. Una parte de esta es nueva. Son las comunidades digitales y las redes sociales que han convertido los viejos medios de masas –desde la BBC a los odiosos tabloides como The Daily Mail o The Sun-- en comentaristas irrelevantes en estas elecciones que no se enteraron de la rebelión que se preparaba. (Murdoch, propietario de Sky News, Fox, The Times y The Sun, se marchó furioso de la fiesta electoral de sus medios en la madrugada del viernes al darse cuenta de que mucha gente ya no hace caso a sus antes poderosos medios).
¿Qué mejor símbolo puede resumir esa fuerza subversiva, que emergió de repente sin que los tertulianos televisivos se dieran cuenta, que la canción de los White Stripes, adaptada por el público del concierto de Merseyside?
La otra faceta que habría que analizar no tiene nada que ver con las nuevas comunidades digitales del presente y del futuro, sino con la supervivencia de la cultura colectiva del pasado. Por mucho que se hayan comercializado los festivales de música o higienizado los estadios de fútbol, la participación en esos actos de catarsis colectiva sigue siendo un arma subversiva al igual que hace 50 años. Pasa lo mismo, en menor medida, con el mitin electoral que Corbyn ha recuperado del olvidado pasado de históricos líderes obreros y campesinos como Keir Hardie, Nedd Ludd o Wat Tyler para movilizar el voto laborista. “Sus rivales usan la prensa, la televisión; Jeremy lucha en la calle”, me dijo el viernes Tariq Ali, excompañero de Corbyn en las protestas de los setenta. Como resumió Bernie Sanders tras el éxito de Corbyn, hay una “rebelión mundial contra el establishment”. Y se expresa en los espacios democráticos y culturales que hemos heredado del pasado y en los que estamos creando para el futuro en la era digital.
Otra cosa que merece la pena comentar a partir de aquella maravillosa expresión espontánea de alegría reivindicativa en el Prenton Park es la enorme popularidad de la que Corbyn goza en Liverpool, una ciudad que suele rechazar las visitas de los enviados políticos de la gran metrópoli londinense. Y esto pese a los esfuerzos cínicos de algunos medios para encasillar al líder laborista como miembro de la “élite progresista de Islington”, barrio londinense que Corbyn representa en el Parlamento y que, en realidad, abarca los dos extremos de la desigualdad límite de la capital británica. Los tertulianos ilustrados de la BBC y Channel Four se preocupaban por las tendencias populistas e instintos xenófobos de la working class del norte, peligrosamente seducidos por el Brexit. Pero Corbyn, que acepta el Brexit sin hacer la más mínima concesión al discurso antiinmigrantes, se ha convertido en un héroe en Merseyside.
Postscript: mientras escribía este post, le pregunté cómo se escribe Cammell Laird a mi padre de 89 años, que vino, junto con su familia, a vivir a Merseyside en los años cincuenta. “Dos emes y dos eles”, respondió y luego me explicó cómo había presenciado la botadura del transatlántico Windsor Castle en 1959. “Fue impresionante verlo; una masa enorme de acero, inmóvil durante meses que, de repente, al sacar una pequeña cuña de madera, empieza a moverse lentamente y luego coge velocidad hasta alcanzar el río con estruendo”.
Aunque las metáforas sean un poco cursis, cualquiera que haya estado en el Reino Unido últimamente quizás lo diría también: algo inmóvil durante mucho tiempo empieza a moverse.
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Andy Robinson
Es corresponsal volante de ‘La Vanguardia’ y colaborador de Ctxt desde su fundación. Además, pertenece al Consejo Editorial de este medio. Su último libro es ‘Oro, petróleo y aguacates: Las nuevas venas abiertas de América Latina’ (Arpa 2020)
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