MIS CUATRO VIDAS
2. Memorias del Calderón
Anita Botwin 9/08/2017
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Mi abuelo cogía mi mano con fuerza mientras íbamos de camino al Calderón. Esa fuerza que le caracterizaba, de jornalero, ebanista, y tantos otros trabajos clavados en su piel. Presumía siempre de ser el que había ganado en la mili a “hacer pulsos”.
--Alhaja, hoy vamos a ganar-- me decía.
Yo era aún pequeña para entender lo que significaba ganar, pero a juzgar por el rostro de mi abuelo debía ser algo guachi. Por desgracia, muchas veces se equivocaba, pero lo importante era creer. Ser rojiblanca siempre ha sido eso, creer que se puede, a pesar de que perdamos en el último minuto contra el Real Madrid y nos vayamos con lágrimas en los ojos.
--No pasa nada, Alhaja. La próxima ganamos, ya verás-- me decía al salir.
Más adelante, mi abuelo dejó de ir al Estadio. No le gustaba el griterío, decía. Lo veía mejor desde el sillón, aunque lo cierto es que ya veía poco. Pero seguía sintiendo los colores y se alegraba cuando nosotros coreábamos “Kiko Gol”. Entonces el Atleti éramos nosotros, sus nietos.
El camino de casa al Vicente Calderón, todos rojiblancos coreando, era un frenesí. Siempre con un bocata de chorizo para el descanso y alguna lata de cerveza que conseguía colar mi padre de extranjis. Cuanto más nos acercábamos al Estadio, más me palpitaba el corazón. Como quien se acerca a una primera cita. ¿Ganaríamos esta vez?
Era la época de “los pupas”, la de bajar a Segunda, pero ahí seguíamos apoyando a nuestro equipo. Los colores rojiblancos están muy unidos a lo emocional. En mi caso, toda mi familia es colchonera. Todos unidos viendo al Atleti, lloviera o hiciera un sol ardiente. Con el Manzanares pegando fuerte en pleno invierno. La doble malla y los calcetines de lana, la manta, no eran suficientes para tanto frío. Eso era lo peor. Llegar a casa helados y habiendo perdido. Esperando al siguiente partido, a ver si había más suerte. “La próxima vez ganamos, ya verás”.
En el primer anfiteatro del Fondo Sur, justo encima del Frente Atleti, los cánticos y la euforia eran ensordecedores. En alguna ocasión teníamos que cubrirnos la cara con la bufanda del Atleti por las bengalas que prendían los del Frente. Cuando era más pequeña no tenía mucha consciencia de lo que significaba el FA, pero más adelante empecé a tenerles tirria. Su intolerancia no me representaba, pero mi pasión por el Atleti siempre fue más fuerte.
El Atleti simboliza mi familia y la infancia. Mi abuelo era atlético de pura cepa y como todos los demás, también antimadridista. Mi padre ha estado al borde del infarto en más de una ocasión. “Árbitro la hora”, gritaba. Yo temía que perdiéramos y que le diera un síncope a partes iguales. Pero cuando Caminero o Milinko Pantić marcaban gol todos nos abrazábamos como si hubiéramos ganado La Guerra. Y en parte era un poco así.
En otra ocasión tuve la suerte de que Juninho me firmara un autógrafo. Era mi amor platónico. Por desgracia justo después apareció Jesús Gil y se interpuso entre nosotros. Me firmó también y como no pudo ser de otro modo se quedó con mi boli. Perdí a mi amor y un bolígrafo al mismo tiempo. Por suerte ese día ganamos contra la Segoviana.
Cada vez que veo un partido, le veo a él, a mi abuelo, gritando gol con la emoción de quien ha perdido muchas veces antes. Para mí el Atleti es más que un equipo, es un sentimiento, es el olor a pistachos y a chorizo, las manos curtidas de mi abuelo, el Estadio a rebosar en Segunda y la ilusión de la primera cita.
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Anita Botwin
Gracias a miles de años de machismo, sé hacer pucheros de Estrella Michelin. No me dan la Estrella porque los premios son cosa de hombres. Y yo soy mujer, de izquierdas y del Atleti. Abierta a nuevas minorías. Teclear como forma de vida.
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