Tribuna
Estamos en guerra y yo no tengo miedo
El terror en Barcelona pone de manifiesto una ideología del odio que sitúa a la comunidad musulmana como la principal perjudicada
Mohamed Beldris Benhmida 23/08/2017
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Estamos en guerra. Estamos en guerra contra una idea, contra una ideología que atropella a inocentes en Charlottesville y en Barcelona. Estamos en guerra contra una idea que atenta en París, en Bruselas, en Londres, en Berlín o en Manchester. Una idea que atenta en Damasco, en Bagdad, en Kabul, en Raqqa, en Saná, en Maiguri, en Ankara, en Yakarta, en Sinai, en Estambul, en Dalori, en Alepo, en Shewan, en Mogadiscio o en Deir ez-Zor, entre otros lugares alejados de un Occidente cada vez más ensimismado.
Estamos en guerra y hoy a Hasan, como de costumbre, le suena el despertador a las 6 de la mañana. Hasan desayuna mientras la locutora de la radio informa de lo ocurrido en Barcelona. Hasan deja de comer, se siente abatido, hundido y anulado. Le avergüenza salir a la calle. Estamos en guerra y a Hasan le toca pedir perdón por algo de lo que es inocente, algo de lo que incluso es víctima. Hoy no es un buen momento para hablar el árabe, aquella lengua de la que se enorgullece y que antaño representó el faro de luz en un Occidente oscurecido. Hoy no es un buen día para llamarse Mohamed, Fátima o Salah. Estamos en guerra y hoy Amina no se atreve a salir a las calles, quizá por el velo que la convierte en un blanco fácil. Estamos en guerra y Tariq, que ha acudido al minuto de silencio en la ciudad condal, con tantos otros musulmanes, se siente profundamente dolido e impotente. Él es el primero que pide justicia contra estos agresores. No se lo puede creer. Siente rabia, mucha rabia. Tariq se acaba de graduar en Ingeniería de Telecomunicaciones, y se siente profundamente impotente ante el hecho de que el crimen de estos asesinos haya tirado por tierra parte de sus posibilidades. Así se siente también su amigo Yousef, estudiante de derecho --ateo desvinculado a la fe musulmana-- que ve cómo tiene muchísimas menos oportunidades por llamarse como se llama. Estamos en guerra y Faisal, padre de dos niñas, siente miedo e impotencia. Él que trabaja y trabajó para dar un futuro digno a su familia, que se integró, que luchó por una documentación y que aguantó lo que aguantó ve como estos niñatos asesinos le arrebatan todo su esfuerzo. Estamos en guerra, y así --y peor-- se sienten muchos de los inocentes que han visto cómo se asesina cruelmente en su nombre. Estamos en guerra y hoy no es buen día para sentirme musulmán.
Estamos en guerra contra la ideología del odio. De la organización terrorista del autodenominado Estado Islámico a la islamofobia. De Trump a El Bagdadi. El retorno de los zombis. Seguimos batallando contra la lógica del odio, el fanatismo y el fascismo. Decía George Orwell que el mundo occidental es incapaz de vivir sin enemigos. España, que sigue siendo diferente, busca enemigos a la altura de los responsables de gobierno, y por eso tenemos a titiriteros y a cantantes de rap. Pero Estados Unidos, que no puede presentarse ante su ciudadanía haciendo en exceso el payaso, necesita enemigos de su envergadura. Cuando cae la Unión Soviética en 1991 necesitan encontrar alguien que pueda contrarrestar tan colosal tamaño. Samuel P. Huntington, como teórico de la política exterior americana, encontró en el “choque de civilizaciones” a los malvados árabes. Los que sacaron a pasear sus banderolas y atropellaron en Charlottesville, así como los que atentaron en Barcelona, compartían el mismo principio articulador: el odio.
Si me permiten un recordatorio, seguimos estando en guerra contra los distintos léxicos de la misma gramática del odio. A los que decidieron responder con racismo, islamofobia y xenofobia --hermanos del yihadismo-- habría que recordarles --quizá por su desmesurada desmemoria-- que el 87% de los atentados se cometen en países arabo-musulmanes. Habría que recordarles --quizá fruto de la sobreinformación desinformada-- que entre las víctimas de lo sucedido en Barcelona había musulmanes, árabes o arabo-musulmanes. No lo digo yo, lo dicen los Mossos. Entre las nacionalidades de las víctimas se encontraban marroquíes, argelinos, egipcios, pakistaníes o turcos, entre otros. Señalábamos que los agresores, y su ideología de un islam wahabista (de Arabia Saudí), querían acabar con nuestros valores, nuestro estilo de vida. Pues bien, estos grupos fascistas e islamófobos también están en contra de nuestros valores occidentales. Europa, ahora enfangada por sus pies de plomo, fue quien vio nacer el derecho al refugio. La libertad y la fraternidad, simbolizadas en Barcelona, forman parte central de unos valores que han sido atacados directamente por estos grupos.
Los xenófobos nos meten en un léxico que guarda cierto paralelismo con el yihadista: en el vocabulario del odio. Son grupos a los que les dará igual cuántas marchas se convoquen por parte de la comunidad musulmana como muestra de repudio contra los atentados, ni cuántas organizaciones participan en ellos. Su labor es la de expandir su odio. Sectores que confundirán la lógica ideológica del Daesh, que ha declarado como no musulmanes a 1.300 millones de islamistas practicantes por no identificarse con su ideología. Seguimos en guerra contra su ideología del odio, que debe ser abiertamente expuesta y denunciada, tarea obligatoria para cualquier ciudadano que se tome en serio los valores republicanos. Estamos en guerra contra su odio fascista --como acertadamente señaló Mamen Mendizibal--, y esta vez los vecinos de la ciudad condal les han ganado la batalla.
Algunos sectores señalaban que el fenómeno de los refugiados era el causante directo de lo sucedido en Barcelona. Compañeros míos, voluntarios en un proyecto de acogida y trabajo que estamos desarrollando en Atenas, me comentaban que a raíz de lo sucedido muchos refugiados y refugiadas se habían acercado a mostrarles sus condolencias. Muchos de ellos guardaban relación sentimental con la ciudad condal, probablemente por el peso que tiene el FC Barcelona en el mundo arabo-musulmán. Más allá de esta simple anécdota humanitaria, a estos sectores habría que recordarles que los refugiados a los que hemos negado sistemáticamente la entrada huyen precisamente de esto. Como señalaba con suma lucidez una compañera, imaginaos sufrir un atentado de esta envergadura día sí y día también. Que no haya policías que puedan detener a los malos, que estos continúen con sus barbaridades. Imaginaos que los pocos hospitales que quedan en pie no se llenen de donantes de sangre. Imaginaos que nadie se solidarice contigo, que no haya flores, ni altares, ni entierros dignos de las víctimas. Imaginaos tener que huir de esa atronadora realidad y que algunos te culpen de lo que tú mismo has padecido. Imaginaos.
Si me permiten recordarles, estamos en guerra contra la ideología --no la religión-- del Daesh. ¿Y que implica estar en guerra contra el Daesh? ¿Cuáles van a ser las siguientes actuaciones en el combate contra esta organización? ¿Qué vamos a hacer para evitar el próximo atentado? Para responder a estas cuestiones primero hay que hacer una radiografía de lo que representa la organización del autodenominado Estado Islámico. Habría que recordar que el surgimiento y expansión del Daesh guarda relación directa con el fracaso de las primaveras árabes. Decía Edward Said que Al Qaeda había venido a ocupar el espacio político que quedaba entre la humillación de las intervenciones imperialistas y el sometimiento de las dictaduras locales. Tal y como señala con suma lucidez Santiago Alba Rico, cuando los jóvenes árabes salieron a las plazas, salieron en contra de tres fuerzas: las dictaduras locales, las intervenciones imperialistas y los radicalismos. Una vez fracasadas las revoluciones árabes --por los fuertes movimientos contrarrevolucionarios de la región-- volvieron estos tres elementos con más fuerza que nunca. Volvieron las intervenciones imperialistas en Siria o Yemen, por ejemplo; se quedaron las dictaduras locales, con más fuerza y brutalidad, y volvió el mayor de los extremismos. Hay que recordar que los más altos mandos del Estado Islámico habían estado en las cárceles de Camp Bucca y Abu Ghraib, donde se realizaron prácticas de tortura, vejación y humillación. Por si se nos olvida, el experimento de la cárcel de Stanford de Philip Zimbardo nos ilustró lo que sucedía en estos casos.
Decía Loretta Napoleoni --experta en terrorismo internacional-- que nos movemos hacia una actividad terrorista guiada por los ataques de los lobos solitarios. Nadie desde Raqqa dio órdenes para que a las seis de la tarde se cogiera una furgoneta y se atacara con ella en la Rambla. Se trata más bien de un fenómeno que Jesús Núñez Villaverde --experto en geopolítica-- califica como “resistencia sin liderazgo”. Esto implica que estar en guerra contra el Daesh requiere de una estrategia de contra-narrativa, de deconstrucción de la narrativa del adversario. No solo hay que ganar a los malos, sino también a sus ideas. Bombardear con aviones a civiles es una táctica que ha demostrado ser profundamente contraproducente. De nada van a servir los misiles Tomahawk de la empresa donde Trump es accionista si no atajamos los problemas de desigualdad y pobreza, de base y de fondo.
Estamos en guerra y a algunos se les llenará la boca al unísono hablando de la lucha antiterrorista. Si no dejamos de promocionar --con la Casa Real como actor principal-- la venta de armas a países que comparten la ideología del odio, artífices de la wahabización del islam, como es Arabia Saudí, se nos vaciarán las bocas con mucha rapidez.
Estando en guerra, en Barcelona nos fundimos en el grito de quien no tiene miedo. Estamos en guerra y yo no tengo miedo ni de los que atentan ni de los que enfangan con su odio. Estamos en guerra y yo voy a luchar para hacer de este mundo un lugar más digno, más justo y mejor.
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Mohamed Beldris Benhmida es estudiante de psicología en la Universidad de Barcelona. Ateo de origen musulmán residente en Barcelona, interesado en terrorismo internacional y derechos humanos.
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Mohamed Beldris Benhmida
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7 comentario(s)
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Ore
Qué pena que bastantes de los comentarios sean de los que hacen el caldo gordo a los terroristas. Tal vez sea falta de cerebro, como ocurre con los que atentan o tal vez sea incapacidad de aprender del pasado. Si alguien no capaz de aceptar sin excepciones los derechos humanos está generando un problema de convivencia; aquí tenemos unos cuantos candidatos.
Hace 7 años 2 meses
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Alberto
Estamos en guerra y ahora se ve de qué bando estáis algunos. Se os ve el plumero exculpando a yihadistas mientras esparcís la cristianofobia por doquier. Estamos en guerra y os aseguro que yo no estaré en vuestro bando.
Hace 7 años 2 meses
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Cuadratura del círculo
No entiendo nada. Por una parte, el autor del artículo se define como ateo residente en Barcelona y por otro al final del segundo párrafo del texto leo: “Estamos en guerra y hoy no es buen día para sentirme musulmán.” ¿En qué quedamos?, ¿e ateo o es musulmán? Espero que ningún filósofo desde teorías posmodernas o postestructuralismos mutantes me intente convencer de que ambas cosas es posible con algún nuevo artículo nebuloso-poético-esotérico. Si el autor del texto es ateo, y lo de musulmán ha sido una errata, además del racismo, la islamofobia y xenofobia existentes en la sociedad se le olvida citar la ateofobia creciente dirigida hacia quienes criticamos y rechazamos la farsa religiosa que obliga a regir la vida de los seres humanos según los dictados de un supuesto “ser superior” del más allá.
Hace 7 años 2 meses
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juan
Impresionado de los medios progres tan continuadores del pro-arabismo franquista. Una crítica al permanente tensionar la sociedad (que mi niña no haga educación física, que cambien el menú escolar, voy como quiero que por ejemplo los nudistas no pueden) te convierte en islamófobo, eso sí, los pogres a Israel pueden criticarlo sin autotildarse ser antisemitas o directamente nazis, porque claro nos tragamos la versión franquista de "pobres palestinos" que les han echado, cuando lo que hicieron los judios desde un siglo antes de la declaración del estado de Israel fue comprar tierras, aún no teniendo aún capacidad migratoria para ocuparlas. Un poco harto de tanto maniqueísmo progre. Si la radicalización de una religión nada tiene que ver con la religión en sí que los líderes religiosos lo dejen claro, pero no, es que eso de que las víctimas son los propios musulmanes es precisamente porque en Europa van juntos en la radicalización pero en sus ligas locales, igual que aquí hay Barça y Madrid, allí tienen sunitas, chiitas, wahabies, con poco entendimiento entre ellos. También es obvio que la islamización de ese entorno ha empeorado país por país, búsquense fotos de la Afganisthan de Najibullah, laica y con mujeres con derechos. Lo mismo ha pasado con Irak ahora, y se intenta con Siria, y lo estamos viendo en directo.
Hace 7 años 2 meses
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JESEN
Estabamos en guerra cuandomridiculizabais a los cristianos por las acciones de un cura? o por la inquisicion de hace 500 años? estabamos en guerra cuando haciais pintadas, insultabais y amenazabais? estabamos en guerra cuando uno no podia decir sentirse español sin que os echarais encima con vuestro odio? cuando llevar la bandera constitucional del pais era convertirse en victima de agresiones? A quien intentais engañar con estos articulos? Vosotros nomdefendeis ninguna idea de comprension o tolerancia. Vuestra defensa de los musulmanes se debe al odio que teneis al pueblo español, europa y los pueblos blancos en general. Segun os conviene os poneis medallas de buena gentemo mostrais vuestromodia apedreando un autobus. A nadie le importan vuestras ideas. Yo si estoy en guerra, en guerra con la gente como tu. Tu discurso igual te paga un porrito en una teteria o cafeteria de moda, pero donde yo vivo te cuesta un par de dientes y si me apuras la mandibula de cuajo. Si estamos en guerra y no estamos para tonterias.....Hay una guerra entre la gente decente, pagadora de impuestos, obrera o emprendedora, europea, y la basura yihadista, los ilegales, los parasitos y los caraduras como vosotros.
Hace 7 años 2 meses
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Laura
Gran artículo! Gracias
Hace 7 años 2 meses
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kalergi
Lo de siempre: las víctimas no son los muertos y heridos en los atentados. Las víctimas son los pobrecitos musulmanes a los que los malvados europeos tratamos tan mal. Eso sí, parece que no tan mal cuando siguen viviendo aquí. Sin duda, la mejor manera de hacer amigos. Le recuerdo al afligido articulista que la cantidad de musulmanes e inmigrantes en general llegados en los últimos años lo hicieron para inflar la burbuja inmobiliaria y el mercado laboral. Me perdonará pero no les debemos nada.
Hace 7 años 2 meses
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