El hacha
Atleti, batallas y guerras
Durante muchos años, el verbo favorito era sufrir. Desde que llegó Simeone, el verbo escogido es insistir. El equipo se ha caído. Se levantará e insistirá. Y puede que caiga, a plomo y haciendo ruido, pero no sin pelear
Rubén Uría 29/09/2017
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Reconozcámoslo, abiertamente, sin ambages. Los soldados del cosmos atlético, como los milagros de Simeone, son complicados de interpretar. No es novedad que la mitología atlética se ha alimentado, durante años, de un estado de ánimo ciclotímico, capaz de pasar de la euforia máxima a la depresión en apenas un minuto, una jugada o un simple partido. Simeone, que enterró el fatalismo, que ha combatido hasta el tuétano el victimismo y que lleva años pisoteando la prótesis de cartón piedra del Pupas, ha sentado las bases de un equipo fiable, serio, competitivo y bien organizado. Un equipo de autor. Uno molesto, favorito a nada pero aspirante a todo, programado para cualquier guerra y capacitado para caer cien veces y poder levantarse otras mil. Al fin y al cabo, de ese material está hecha la vida. Y también, por qué no decirlo, el Atlético de Madrid. Todo le cuesta el doble que al resto y todo lo saborea, gloria o hecatombe, con más intensidad que los demás.
El nuevo orden implantado por el Cholo y su guardia pretoriana (que incluye a los más veteranos de la plantilla y también al relevo generacional que se está produciendo en una transición natural del equipo) han competido con tanta ferocidad estos años que han llevado a los hinchas colchoneros a un estatus desconocido: los que durante años no tenían motivos para la esperanza ahora creen que pueden optar a todos los títulos en litigio, de igual a igual con Barça y Madrid, como si todo fuese cosa no del esfuerzo, sino de una inercia positiva que nace de un día más en la oficina. No lo es. Es casi imposible. Es fruto de un trabajo colosal. Por eso, de vez en cuando, el fútbol, el mejor relato posible para contar una vida, se empeña en poner en el camino del Atlético derrotas que son como un despertador. Decepciones puntuales que invitan a reflexionar sobre la tierra conquistada por Simeone y lo que queda por conquistar. El miércoles pasó por el Metropolitano un señor equipo, el Chelsea. Una mole de músculo, garra, orden y talento. Un equipo en toda la extensión de la palabra. Uno que ambicionó ganar y que, en el último aliento del último instante, lo logró, para desesperación atlética. Para los que siguen ponderando el enorme mérito del Atlético en la batalla diaria contra los gigantes, fue una decepción. Hubo un equipo mejor que el Atleti, una anécdota. Eso sí, para los atléticos con ínfulas de nuevo rico, para los que presumen de no consumir pero se pasan la vida consumiendo a espuertas, fue un mazazo en toda regla, un regreso al pupismo y un desastre que el Atleti no se puede permitir.
En el término medio está la virtud. Hace tiempo que el Cholo, erigido en profeta de su propio mito y religión, dijo aquello de que “en la guerra no ganan los que tienen más soldados, sino los que mejor los utilizan”. El Atleti no usó bien a los suyos el miércoles, cuando la cita y el escenario se lo reclamaban, pero ni lo sucedido alcanzó la categoría de drama, ni nadie con dos dedos de frente podría amenazar con bajarse del carro. No hubo un solo atlético, del primero al último, desde Simeone a Filipe, que no reconociera, abiertamente, la superioridad manifiesta inglesa. Unas veces se gana y otras, se aprende. Nadie sabe mejor que la plantilla que la Champions no es una obsesión, sino una ilusión, ni nadie valora más que ellos todo lo que han luchado y sangrado para honrar esa camiseta en esa competición. Saben que han perdido una batalla, pero no la guerra. Y en esa delgada línea roja que, en la vida y en el fútbol, separa la decepción de la euforia y el éxito del fracaso, se moverá el mejor Atleti de todos los tiempos. Este grupo de hombres dirigidos por un señor por el que uno fracasaría mil veces, si hiciera falta, porque sólo ellos saben lo que han peleado y trabajado por alcanzar un estatus que otros creían que era imposible conquistar. Sí, el Atleti se ha metido en un jaleo. Sí, el Atleti lo tiene difícil. Sí, puede caer antes de tiempo. Y sí, no estar entre los mejores de Europa en el primer corte sería una desilusión tremenda. Todo eso es verdad. Tanto como que los guerreros del Cholo se merecen que los que presumen de creer lo sigan haciendo, porque nadie se lo ha ganado más que ellos, a base de coraje y corazón.
Quien dude puede bajarse con el tren en marcha. Eso sí, si en el calor de la derrota alguien sucumbe a la tentación, que tenga en cuenta la reciente historia del Atleti. Desde que llegó Simeone, este equipo nunca lo ha tenido fácil. Siempre se ha caído cien veces y, cada vez que lo ha hecho, ha combatido y se ha levantado. No hay valentía en el que no tiene miedo, sino en el que se atreve a levantarse y conquistarlo. Durante muchos años, el verbo favorito del Atleti era sufrir. Desde que llegó Simeone, el verbo escogido es insistir. El Atleti se ha caído. Se levantará e insistirá. Y puede que caiga, a plomo y haciendo ruido, pero no sin pelear. Eso es el Atleti, pelear. En las grandes guerras, a veces, no gana el mejor, sino el que está más convencido.
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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