El Hacha
El 14 y diez más
Gabi es parte del escudo, el corazón del equipo, el único órgano que no tiene sustituto, el líder de la vieja guardia
Rubén Uría 3/11/2017
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No es el más técnico, ni el que tiene más talento, ni el más rápido, ni el más habilidoso, ni el que más camisetas vende, ni el que tiene mejor prensa, porque no lo necesita. A cambio, es un hombre de un solo club, del que se enamoró a primera vista, por el que trabaja cueste lo que cueste, y al que le unen dos pasiones inexplicables, como un cordón umbilical desde que nació: el amor incondicional por una profesión que considera una forma de vida y la fidelidad a unos colores, el rojo y el blanco, que lleva incorporados, de serie, porque él sí sabe lo que se siente después de haber llorado en el Calderón. No hace anuncios de colonia, no vende ropa interior, no es el cromo de moda del álbum juvenil y tampoco se pasa el día leyendo qué dicen de él en los medios de comunicación.
Gabriel Fernández Arenas, Gabi, capitán del Atlético de Madrid, forjado en el barrio de San Nicasio, es otra cosa. Es una de esas personas que jamás ha abandonado su sueño, que prefiere morir de pie antes que vivir arrodillado y que siempre ha perseguido sus metas, mientras otros, mejor preparados que él, abandonaban por la dureza del camino. Muchos compañeros tenían mejor pie que él, pero ninguno su determinación. Otros tenían más clase, pero ninguno su coraje. Y algunos tenían más posibilidades de llegar, pero ninguno demostró tener la constancia que a él le sobra. Gabi tiene lo que se merece.
El 14 es el que reclama la pelota cuando la cosa se tuerce, el que tira de los compañeros cuando languidecen, el que honra el brazalete que le distingue, el que mete la cabeza donde otros tienen miedo de meter el pie
El 14, jubilador de jubiladores, alma de unos colores que defiende con uñas y dientes, no es un jugador más. Es parte del escudo. Es el corazón del equipo. El único órgano que no tiene sustituto ni reemplazo. El líder de la vieja guardia. El tipo en el que puedes confiar porque sabes que está dispuesto a dejarse la vida por el compañero de taquilla. Si el equipo palidece, él aparece. Si el equipo vuela, él levita. Si el partido requiere intensidad, él mete. Si la cosa necesita pausa, él la pone. Distribuye, corta y presiona. Rasca y gana. En un equipo donde el esfuerzo no se negocia, Gabi es innegociable. No se queja si tiene una costilla fisurada, se infiltra si la situación lo requiere, transmite los valores del club a los recién llegados, sale a dar la cara a riesgo de que se la partan y tira del equipo cuando el resto de jugadores dimite. El 14 es el que reclama la pelota cuando la cosa se tuerce, el que tira de los compañeros cuando languidecen, el que honra el brazalete que le distingue, el que mete la cabeza donde otros tienen miedo de meter el pie. El que podría vivir de todo lo que le ha dado al club y se exige, pasada la treintena, lo mismo que un juvenil en su primer día en el equipo. Gabi es el hombre que honra la camiseta del Atlético de Madrid cada vez que la viste, porque es el hincha número uno del club.
Si me dieran a elegir entre confiar en Gabi con 47 años o un recién llegado con 26, elegiría, sin dudarlo, a Gabi. Se trata de un tipo al que no hay que explicarle qué es ser del Atleti, porque él es el Atleti. Hoy, que corren malos tiempos para el Atleti y que muchos, víctimas de un ataque de amnesia, han olvidado el esfuerzo titánico de la guardia pretoriana de Simeone.
Gabi es el orgullo de los que nunca dejarán de creer, el capitán irreductible que siempre se rebela contra el destino, el hombre que nunca se esconde, el tipo sabe que el honor es algo más que lucir un escudo en el pecho o una pegatina en el hombro. El que sigue sin ir a la selección, el equipo de todos, que le agravió hace años, dejándole sin Mundial cuando lo merecía. El mejor en dos finales de Champions en las que murió con las botas puestas, mereciendo un título que, la verdad sea dicha, anhela pero no necesita, porque nadie que estuviera allí en ambas noches podría olvidar su sacrificio, su garra y su entrega. Simeone sabe que en Gabi tiene un hombre dispuesto a matar o morir por él.
El vestuario sabe que debe aprender cada día de él, porque el valor se presupone, pero es una condición que, en el fútbol y en la vida, se subestima. Más de uno tendría que sentirse orgulloso de poder limpiarle las botas a un señor que no sólo sabe lo que significa vestir la camiseta del Atleti, sino que representa, directamente, sus valores Y el club, naturalmente, debería tener presente que el servicio del capitán es impagable, porque hay una clase de compromiso, el vital, que no se puede pagar con dinero. En un fútbol lleno de nombres, aún quedan hombres. Gabi es uno de ellos. En caso de duda, el 14 y diez más.
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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