La apuesta de la UE por el gas, incompatible con el Acuerdo de París
Un informe de Amigos de la Tierra señala que las emisiones de efecto invernadero deben reducirse un 95% en 2035 para cumplir los compromisos. Sin embargo, el plan energético de la Unión y los proyectos de interés común van en la dirección contraria
Elena de Sus 11/11/2017
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La Unión Europea tendría que reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del sector energético en un 95% para 2035 si quiere cumplir los compromisos de la COP de París. Esta es una de las principales conclusiones del informe ¿Puede el clima afrontar la adicción europea al gas?, elaborado por Kevin Anderson y John Broderick, del Tyndall Centre de la Universidad de Manchester y la Universidad de Teeside, para la ONG Amigos de la Tierra.
El estudio señala que, ante esta situación, la apuesta estratégica de la UE por el gas es incompatible con el objetivo de evitar que la temperatura global ascienda más de 2ºC respecto a los niveles preindustriales. Es más, el plan Unión de la Energía de la Unión Europea va en la dirección contraria a los compromisos medioambientales, ya que establece la necesidad de construir “infraestructura para llevar nuevas fuentes de gas a la UE”. Por su parte, la segunda lista de Proyectos de Interés Común de la UE (PIC) incluye 77 relacionados con el gas, de un total de 195. Entre ellos figura el Corredor Meridional del Gas, un gasoducto de más de 3.500 kilómetros desde Azerbaiyán.
Amigos de la Tierra advierte que este proyecto implica “la permanencia del gas a largo plazo”. De hecho, Nativ Aligev, Ministro de Energía de Azerbaiyán, ha declarado que se prevé que el gasoducto “esté activo durante 50 o 60 años”. Es la vida útil que suelen tener este tipo de infraestructuras, pero para entonces, la UE debería haber reducido drásticamente el uso de combustibles fósiles si quiere cumplir sus compromisos medioambientales. Lo mismo sucede con las nuevas instalaciones de tratamiento de gas natural licuado (GNL), que podrían funcionar durante 40 años.
La ONG recuerda también las diversas ayudas financieras de la UE (unos 2.100 millones de euros, entre el programa Conectando Europa para los PIC y el Fondo Europeo para Inversiones Estratégicas) y sus organismos de crédito a la industria y el apoyo de varios estados miembros, entre ellos España, a una industria del fracking que no llegó a desarrollarse.
En 2011, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) calculó que, para alcanzar una alta probabilidad (66%) de que la temperatura no subiera 2º, había que evitar superar las 1.000 gigatoneladas de emisiones de dióxido de carbono (CO2) a nivel mundial. Desde entonces ya se ha gastado una cuarta parte de este “presupuesto del carbono”.
Según Anderson y Broderick, la UE gastará la parte que le corresponde del “presupuesto de carbono” en los nueve próximos años si continúa con sus niveles actuales de emisiones, pero incluso si la Unión utilizase lo que le queda de su presupuesto de carbono sólo en la generación de electricidad a partir de gas, éste se agotaría a mitad de siglo.
Aunque la combustión de gas puede generar la mitad de dióxido de carbono que la quema de carbón, el primero no puede considerarse una fuente de energía “limpia”, ya que no deja de ser un combustible fósil. Hay que tener en cuenta, además, que a lo largo del proceso de extracción y transporte del gas se producen diversas fugas de metano, cuya magnitud, objeto de controversia, parece ser mayor de lo que se pensaba en un principio, y son mayores en los gasoductos de larga distancia, el GNL y el fracking.
Según Anderson y Broderick, el metano es responsable del 20% del impacto del calentamiento generado por el ser humano. Aunque permanece poco tiempo en la atmósfera (unos doce años), es un gas de efecto invernadero muy potente. En su último informe sobre las emisiones globales, la ONU señala que una reducción de las emisiones de metano y otros gases “contaminantes de vida corta” puede producir efectos positivos rápidamente en la mitigación del calentamiento global.
Una tercera parte de las emisiones de metano procede de la industria de los combustibles fósiles. Las emisiones de metano han alcanzado el nivel de los escenarios más pesimistas planteados por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
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