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Lecturas

Un plan global: el planeta barrio

Adelanto de ‘Pasado mañana. Viaje a la España del cambio’, un libro que revela la brecha entre las fuerzas de la “España del cambio” y las de la “cultura de la Transición” y la Constitución del 78

Bernardo Gutiérrez 15/11/2017

<p>Ayuntamiento de Madrid.</p>

Ayuntamiento de Madrid.

Manolo Finish

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El siguiente extracto forma parte del capítulo Un plan global: el planeta barrio, capítulo décimo segundo del libro Pasado Mañana. Viaje a la España del cambio (Arpa Editores), del periodista y escritor Bernardo Gutiérrez, de reciente publicación. CTXT publica este extracto inédito para enriquecer el debate sobre el conflicto catalán. El libro, para el que el autor ha entrevistado a una treintena de personas claves en el cambio político y social desde la irrupción del 15M, es una visión poliédrica de una "España del cambio" que choca frontalmente con la Cultura de la Transición y la constitución de 1978. Las entrevistas para dicho capítulo fueron realizadas a finales de 2016 y en el primer trimestre de 2017. Un plan global: el planeta barrio aborda parte de la evolución del procés catalán, el crecimiento del independentismo castellano parlante y el fenómeno CUP. El capítulo incluye también la visión internacional de una hipotética república catalana, su relación con el municipalismo en el resto del Estado español y el papel de las ciudades en el mundo actual. El capítulo décimotercero, Un país de países, aborda el posible encaje de Cataluña en una España federal o confederal. 

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“¿Qué significa tener un Estado? ¿Qué es ser catalán si vas al salón del manga y comes hambuguresas? ¿Ser europeo es ser Eurodisney? ¿Qué es una nacionalidad? ¿Un servicio diplomático es dar fiestas con Ferrero Roché? ¿El nuevo Estado tiene ejército o no?” Antonio Baños, una de las voces más reconocidas de la Candidatura d’Unitat Popular (CUP), formula preguntas a ritmo frenético en un bar del barrio barcelonés de Gràcia. La hipotética República Catalana habita los pliegues de la conversación. Para Antonio Baños, la República Catalana no es un corsé territorial e identitario. Mucho menos un proceso de política local: es un espacio que abre líneas de fuga, convivencias interculturales y nuevas relaciones internacionales. La hipótesis republicana de ruptura con España permite plantear preguntas, reorientar la mirada hacia el Mediterráneo y tejer una agenda con los pueblos del sur. Baños incrusta al castellano la ironía del humor catalán y un swing afrutado de nocturnidad. Su desparpajo verbal desmantela cualquier lógica. Sus metáforas son meteoritos: pueden ganar por asalto la simpatía del interlocutor que esté en sus antípodas ideológicas: “Si planeas la república catalana, puedes formularte preguntas. Si no, tienes la cabra de la Legión y a Rouco Varela”.

El clima de elección continua de los últimos años invisibilizó la visión internacional del rupturista gobierno catalán de Junts Pel Sí. Raül Romeva, conseller de Asuntos Exteriores de la Generalitat de Catalunya, acapara la atención política por desplegar “la diplomacia catalana del siglo XXI” y abrir embajadas en ciudades clave. El gesto se interpreta casi unánimemente como un desafío-conflicto con el Estado español. Casi nunca como visión internacional, como brújula geopolítica existencial. La constelación de embajadas del “canciller Romeva” tiene un marcado cariz europeo y occidental. Y chocha de alguna manera con la visión internacional de la CUP, principal socio de gobierno de Junts Pel Sí. La CUP tiene más relaciones con el Kurdistán sirio, con la Grecia machacada por la Troika o con América Latina que con el norte de la Unión Europea. Al mismo tiempo, la CUP mantiene una intensa relación con grupos de comuneros castellanos o con movimientos sociales del barrio madrileño de Vallecas. De Vallecas a Cataluña, de Castilla al Kurdistán, la CUP transpira una visión internacionalista que cuando es preciso diluye las fronteras de los Estados con solidaridades recíprocas. El planeta CUP no encaja con la visión internacional del catalanismo clásico, hermanado con los Estados de Europa, pero de alguna forma lo complementa. “Miramos siempre a Madrid cuando geográficamente la capital más cercana a Barcelona es Argel. Hay que orientarlo todo hacia lo que venga de la orilla sur del Mediterráneo», afirma Antonio Baños. Las cañas vuelan sobre la mesa. Alguien del bar le pregunta a Baños si “sale en la tele”. “Sí, sí, soy el coletas”, dice con sarcasmo. De nuevo, el Baños ácido sugiere empatías de ida y vuelta: “Oye, si conseguís la República española, yo me apunto. Pero si conseguimos la catalana, ¡coño, apuntaos!”.

En una región con más de un millón de inmigrantes, la visión internacional de la República catalana se intuye en la vida de los barrios y en las políticas públicas al servicio de la convivencia de culturas. La República catalana, apunta Baños, es Badalona, donde Guanyem Badalona en Comú  le arrebató el gobierno local a García Albiol, del Partido Popular. La marroquí Fátima Taleb, la primera regidora musulmana de la ciudad y de Cataluña, cree en una Cataluña independiente y diversa, basada en el respeto intercultural. Del Berkan de Fátima Taleb a Badalona, la Cataluña global y plural no pasa necesariamente por Madrid o Bruselas. Pero tampoco exactamente lo contrario. Y el castellanoparlante Antonio Baños lo sabe. Y por eso provoca a los tradicionalismos catalanes al decir que su patria es la Avinguda Meridiana que recibió a tantos andaluces y extremeños el siglo pasado. La República catalana de Baños sería “la maravilla” de construir una identidad nacional de todo lo contrario de la lengua y la tradición: “La consolidación de la República catalana, donde se hablan más de doscientas lenguas, es como el nacimiento de los Estados Unidos de los inmigrantes en el siglo XIX. El independentismo quiere gente, quiere refugiados. Huye de lo étnicamente puro”.

Badalona, a parte de escenificar un Estado futurible, sirve también de metáfora de la “red global de ciudades rebeldes” que empieza a tejerse desde España. La contradicción Estado-red de ciudades salta a la vista. Sin embargo, la emergencia de un nuevo Estado (como desea Junts Pel Sí en Cataluña), solicitar más soberanía para los Estados nación (como hace Podemos) y pedir más poder para los gobiernos locales son en parte respuestas diferentes al capitalismo financiero global y a las organizaciones supranacionales. “Nos unen las soberanías populares, no las nacionales”, matiza Baños. La contradicción de apoyar un nuevo Estado catalán y una red de ciudades rebeldes no es tan grande, según Baños, pues la República Municipalista de Catalunya huirá de la centralización y explorará formas de gobierno en red. Explosiones de revueltas de abajo arriba como el 15M español o el Nuit Debout francés y movimientos europeos tejidos con lógicas más verticales como el Plan B o el DiEM25 son dos caras del mismo grito: soberanías populares y soberanías ciudadanas afinadas contra las élites financieras y contra las macroinstituciones europeas.

Desde el despacho en el Congreso de los Diputados de Marcelo Expósito, secretario tercero de la mesa del Congreso por En Comú Podem, el seísmo que hace temblar el sistema se ve a cámara lenta. El despacho respira visión poética: un póster de StereoLab, un cuadro con la palabra Commune, el libro de poemas La culpa de Pavlov, de Sofía Castañón. El despacho brinda la perspectiva de quien navega hace décadas entre el arte y el activismo, diluyendo formatos y lenguajes. Marcelo enhebra con naturalidad atmosférica pensamientos, imágenes, visiones de futuro, ecos pretéritos. Habla con ritmo líquido, con ritmo continuum: la crisis genera oscuridad, angustia, falta de referentes, alguien ha roto los pactos, no hemos sido nosotros. Puede parecer banal, pero queríamos provocar chispazos en la oscuridad para ver lo que hay alrededor: pensemos desde un marco diferente cómo superar la pérdida de soberanía de los pueblos.

Marcelo Expósito sale del callejón binario de Estado versus red global de ciudades con rizos semánticos. Dibuja esbozos de conceptos. Ritmo líquido. Play: no es la soberanía del Estado nación clásica, sino una soberanía excesivamente fluida; las comunidades y los pueblos deben construir interdependencias frente a las imposiciones globales, las redes de ciudades o soberanías son confluencias prácticas con objetivos comunes: la dificultad de poner en marcha una red global de ciudades que son casi ciudades Estado desaparece cuando existe un objetivo concreto.

La Red de Ciudades Refugio impulsada por Ada Colau y seguida por Madrid y otras ciudades europeas desbordó al Gobierno español y a la Unión Europea. El simbólico cartel Refugees welcome que ondea en muchos ayuntamientos de España presiona y da ritmo político, aunque las competencias sean estatales o europeas. Al conectarse, una red de municipios es capaz de saltar el cerco de los Estados e intercambiar experiencias. Una red global de municipios refuerza soberanías: a veces son soberanías estatales, a veces soberanías de autogobiernos. Son soberanías interdependientes. Ada Colau insiste recurrentemente en la importancia de las ciudades en un mundo global: “Las ciudades son actores políticos emergentes en todo el mundo. La inmensa mayoría de la población vive en las ciudades, es donde está la inmensa mayoría de la actividad económica. Es absurdo, solo el 13 % de la financiación va a los municipios y el resto se reparte en las comunidades autónomas y sobre todo al Estado, que se queda más del 50 %. Eso responde a hace dos siglos. No a la realidad actual. Para hacer frente al cambio climático hay que hacer cambios radicales en la movilidad apostando por el transporte público, y eso pasa por las grandes áreas metropolitanas. Claramente si queremos afrontar bien los retos que tenemos hay que repensar las escalas de gobernanza en general”.

Ciudades contra el Estado, soberanías más allá del Estado, redes de ciudades que cooperan, redes de territorios rebeldes. Un hecho: la línea de composición de la forma ciudad no coincide con la línea de composición de la forma Estado. El modelo Estado está construido de arriba abajo, alrededor de un núcleo. La ciudad es un modelo construido de abajo arriba: su centro es el efecto de entrecruzamientos. La ciudad contemporánea es ese centro donde confluyen redes de ciudades, soberanías populares, capas de poder de diferentes gobiernos, sociedades multiculturales, plurilingüísticas... La ciudad, contra o sin el Estado, ya es el mundo. Marcelo Expósito proyecta las experiencias de las ciudades del cambio hacia el mundo. Y no solo en el ámbito municipal: “Ver cómo nos vamos dando la mano. Pensar la construcción política desde un marco diferente, de la pérdida de soberanía de los Estados. Poner en marcha una red de ciudades que tienen un estatuto casi de ciudades Estado es lo que ha permitido el desarrollo urbano del último siglo. Ha generado centros potentes de construcción política, de sociabilidad. Las ciudades potentes tienen la capacidad de ponerse en red, permiten compensar la descomposición de los Estados nación, pero también superarlos. La erosión de los Estados nación llega a un reforzamiento en la autoridad de los Estados. Lo hemos vivido con el Partido Popular, un Estado hiperautoritario, pero que es la expresión de su debilidad, de estar al servicio de poderes superiores”. Pablo Iglesias apuesta por un futuro en el que la governance local transcienda. Y pone el acento en no solo hablar de las ciudades-mundo como Madrid o Barcelona, sino también de las pequeñas: “Cuando hablamos de las grandes ciudades hablamos de ciudades-mundo. En la geografía hay ciudades que tienen una dimensión cultural, política, territorial que va mucho más allá de territorios más amplios. Ciudades como Madrid y Barcelona concentran recursos financieros, recursos culturales, medios de transporte, forman parte de una membrana que articula relaciones de clase, relaciones de poder, que articula formas de entender el urbanismo. Y es impresionante. Es absolutamente estratégico. Somos muy injustos cuando hablamos de las ciudades del cambio, porque hablamos siempre de las más grandes cuando también hay sitios mucho más pequeños que están haciendo cosas increíbles”.

El argentino Gerardo Pisarello, teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona, divaga con verbo relajado en una terraza del barrio Gòtic de Barcelona. Habla de su sangre indígena (guaraní). Del imaginario del “buen gobierno” de los zapatistas. De un sur de Europa donde las lógicas colectivas y cooperativas han alejado el fantasma de la ultraderecha. Sonríe. Citando a Friedrich Hölderlin: “Donde hay peligro, crece lo que nos salva”. Pisarello pone el acento de las redes de ciudades lanzadas desde los autoproclamados ayuntamientos del cambio de España: “Comienzan a configurarse redes de ciudades con diferentes gramáticas.

En Cataluña, tenemos una red de economía cooperativa, social y solidaria que abarca la mitad de su población. Con las ciudades del cambio de España creamos redes para la contratación con criterios éticos. Las redes de ciudades rebeldes se definen contra Estados que aplican políticas de austeridad y contra la Unión Europea, pero en nombre de un europeísmo alternativo. Tiene algo de resistencialista, pero también es creativo y ofensivo”. A nivel europeo, las redes de ciudades resistencialistas se oponen al TTIP (Tratado Transatlántico para el Comercio y la Inversión)  o a la criminalización de los inmigrantes. Pero existen también redes que, más que resistir, construyen nuevos espacios. Alrededor de la participación ciudadana, los ayuntamientos de Madrid y Barcelona colaboran con ciudades como Helsinki, Amsterdam, París o con la elogiadísima Reikiavik, epicentro de la revolución ciudadana islandesa de 2008. El plan transnacional de las ciudades participativas tiene una de sus piedras angulares en el software decide.madrid.es, la primera plataforma de democracia directa vinculante de una capital europea. Las propuestas ciudadanas, si consiguen el número de apoyos suficientes, son aprobadas por el pleno municipal. Al estar diseñada en software libre, cualquier ciudad puede adaptar sin grandes inversiones la plataforma. Decenas de instituciones del mundo han replicado Decide Madrid configurando una federación líquida de ciudades de democracia directa y abriendo una brecha democrática difícil de encontrar en la esfera de los Estados nación. El municipalismo será internacional o no será, como manifiestan en Barcelona en Comú: un municipalismo radical y pragmático para imaginar y construir el futuro. Audrey Tang, ministra digital de Taiwán y una de las hacktivistas más prestigiosas del mundo, es una declarada fan de la federación líquida de las ciudades del Decide: “La federación es la imagen correcta. Está federada, no en el sentido que hay un gobierno federal, sino en el sentido de que está codificada en software, aunque todavía no en leyes. Es una descentralización de código. En lugar de todo el mundo tener un gobierno nacional vertical, ahora es posible que las ciudades compartan sus procesos, sus mejoras, sus innovaciones, en una manera que no es exactamente peer to peer, sino federada, replicada, a través de software libre”.

A pesar de que la red de ciudades rupturistas con la Europa neoliberal crece, Gerardo Pisarello tiene una visión geopolítica en la que la Unión Europea no es el único epicentro. La losa de la austeridad que pesa sobre el sur de Europa diseña líneas de fuga hacia el norte de África, hacia el Mediterráneo, hacia América Latina. Y dialoga, en palabras de Pisarello, con la “la revolución incompleta de Bernie Sanders”, que tras su intento fallido en las elecciones estadounidenses de 2016 evoluciona hacia un movimiento que cuestiona la totalidad del modelo económico global. Los pueblos del sur de Europa y la sociedad precaria del norte en su conjunto transforman el sur global en un nuevo sur global expandido que impugna al unísono al capitalismo financiero de las élites mundiales.

El cambio político del sur de Europa bebe de una retroalimentación histórica del ciclo de luchas de la antiglobalización y, especialmente, de América Latina. “El mandar obedeciendo” zapatista permea las líneas de acción de la red global de ciudades made in Spain. El “buen vivir”, que colocó la vida y la naturaleza en las constituciones de Bolivia y Ecuador, figura en el plan de participación del Ayuntamiento de Barcelona. Como bumerán poético, las formas de hacer política de los ayuntamientos del cambio inspiran ya importantes procesos en América Latina . Si en el choque entre la forma-ciudad y la forma-Estado está surgiendo una nueva visión transnacionalista desde abajo, del choque de trenes de las organizaciones tradicionales y las lógicas de los nuevos movimientos emerge una geopolítica del común que comienza a desestabilizar el cuerpo de hierro del sistema-mundo.

¿Cómo se relacionarán en las próximas décadas la forma ciudad y la forma Estado? ¿Cómo se conjugarán las soberanías? ¿Será posible la progresión de las políticas públicas de los gobiernos locales a los estatales o internacionales? Lo cierto es que el eje de la participación está tejiendo una geopolítica asimétrica y colaborativa entre ciudadanía y gobiernos. La secuencia de encuentros Ciudades Democráticas visibiliza esa colaboración casi inédita entre gobiernos de ciudades, regiones y países alrededor de plataformas digitales y metodologías participativas . “No compartimos el entusiasmo del repliegue en el Estado nación. El Estado está recortando derechos de forma autoritaria. Los nuevos movimientos como el 15M y el movimiento de las ciudades del cambio —asegura Pisarello— son internacionalistas y transnacionales al mismo tiempo. Compartimos un republicanismo profundo, formas republicanas que no necesariamente son estatales”.

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Bernardo Gutiérrez

es periodista, escritor e investigador hispano brasileño. Ha cubierto América Latina desde el año 1999, como corresponsal en Brasil la mayoría de ese tiempo. Es el autor de los libros Calle Amazonas (Altaïr), #24H (Dpr-Barcelona),  Pasado Mañana (Arpa Editores) y Saudades de junho (Liquid Books).

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