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Hay titulares que suenan alarmistas. Titulares que parece que lamentan algo que debería preocuparnos mucho cuando en el fondo celebran una buena noticia. Por ejemplo, este: “El suicidio es la principal causa de muerte sin enfermedad en España”. Leído así, da la impresión de señalar una epidemia suicida. Dios mío, tenemos que hacer algo, la gente se está suicidando demasiado: la principal causa de muerte, dicen. Puede ser incluso más alarmante: “El suicidio es la principal causa de muerte entre los jóvenes en España”, ya no sólo de las muertes sin que medie enfermedad, sino de todas las muertes. Ay, mueren más jóvenes por suicidio que por cáncer. ¿Qué nos está pasando? ¿Cómo podemos parar esto?
Lo sorprendente es que los textos que van debajo de estos titulares refrendan esa sensación de angustia. En lugar de poner contexto y explicar el verdadero significado de los datos, se dedican a especular sobre los misterios del suicidio: la soledad, la depresión como epidemia, la crisis económica como causa, etcétera. Unamuno decía que Portugal era un pueblo de suicidas, pero lo decía metafóricamente. Estos textos retratan España como un país de gente empeñada literalmente en suicidarse sin que nadie acierte a detener esa pulsión cada vez más fuerte.
¿Por qué es una buena noticia que el suicidio sea la principal causa de muerte entre los jóvenes? Porque significa que se han reducido drásticamente todas las demás. Los ancianos enferman y mueren en un cien por cien de los casos, por lo que es razonable pensar que la simple vejez sea la principal causa de muerte entre la población de más edad. Pero la gente joven suele estar más o menos sana, son pocos los que fallecen por contraer una enfermedad. ¿Qué otras formas de morir tiene un joven en España, si se excluye esa variante? Estadísticamente, tres maneras: o le mata alguien o sufre un accidente o se mata él mismo. No caben muchas más posibilidades.
¿Por qué es una buena noticia que el suicidio sea la principal causa de muerte entre los jóvenes? Significa que se han reducido todas las demás
Veamos la primera. ¿Qué posibilidades hay de morir a manos de otra persona en España a comienzos del siglo XXI? Según los datos que tenemos, poquísimas, casi nulas. En 2016, la tasa de homicidios era de 0,63 por cada 100.000 habitantes, la segunda más baja de la Unión Europea (sólo hay un país donde se mata a menos que en España: Austria, con una tasa del 0,43). Los datos de 2016 hablan de 292 homicidios cometidos en todo el país, la cifra más baja de la historia. Para redondear, se puede decir que hay unos 300 homicidios al año, es decir, menos de uno al día. Hay más de dos meses (65 días) en los que nadie mata a nadie. Esta cifra incluye todos los homicidios, tanto los asesinatos a sangre fría de psicho killers como los homicidios involuntarios por imprudencia, y que sea tan baja no sólo indica que en España es bastante difícil que alguien te mate, sino también conocer a alguien que mate a otro o haya muerto a manos de ese otro. Repasen sus amistades y conocidos: ¿hay alguna víctima u homicida entre ellas? ¿Tienen algún caso cercano? No respondan si son policías o funcionarios de prisiones, que falsean la encuesta. Es mucho más probable (pero mucho más) que conozcan a un ganador de la lotería. Hay muchos más ganadores de la lotería que homicidas en España. Esto no es una invitación a pasear de madrugada por los polígonos industriales más siniestros de su ciudad, pero si alguna vez le apetece hacerlo, sepa que las probabilidades de que le asalte un enmascarado con una motosierra son irrisorias. Apuesto sobre seguro a que volverán a casa sin un percance.
¿Qué pasa con la segunda causa probable de muerte para un joven que no enferma? Sufrir un accidente. Los hay de muchas clases, pero la estadística dice que lo más común, con diferencia, es sufrirlo en un coche. En ese sentido, desde 2005 ha habido una acción política (que se ha relajado bastante en las dos últimas legislaturas, con consecuencias funestas de aumento de la siniestralidad) que ha reducido tajantemente las vergonzosas cifras de víctimas que había en España hasta llegado el siglo XXI. En 1989 se alcanzó el pico de muertos en carretera: 9.344. En 2016, aun con un ligero repunte, se registraron 1.810. La reducción es mucho más espectacular si se tiene en cuenta que en 1989 sólo había en España 14,8 millones de vehículos, mientras que en 2016 hay 32,1. Es decir, que con menos de la mitad de coches que ahora, la cantidad de víctimas era cinco veces superior. Por muy espectacular que sea la caída en estos años, 1.810 siguen siendo demasiados, pero, en un país donde circulan 32,1 millones de vehículos, puede decirse que las probabilidades de sufrir un accidente mortal son relativamente bajas. Mucho más altas que las de ser asesinado, pero aún son raras.
Si nadie te mata y no te aplasta un camión, ¿qué te queda? El suicidio, claro. Los datos no son del todo fiables porque las estadísticas se han visto afectadas por el tabú y por el silencio que los medios de comunicación han impuesto durante años en torno al fenómeno. Aun así, se calcula que unas 3.000 personas se quitan la vida al año en España. En 2015 fueron 3.602, según el INE, pero la Asociación para la Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio cree que puede haber mil casos más no documentados. Bien porque los institutos anatómicos forenses no comparten los datos, bien porque no se archivan o aclaran bien las causas de la muerte o bien porque hay un número indeterminado de suicidios que parecen accidentes y se computan como tales. El acuerdo es que la cifra está entre 3.000 y 4.000, y todo parece indicar (aunque no se puede afirmar categóricamente) que lleva años estable, con una constancia misteriosa. Esto quiere decir que cada día se suicidan en España unas diez personas. Hoy se han suicidado diez personas. Ya no es una cifra tan improbable. Un goteo de diez personas al día se nota en las salas de autopsias, da trabajo a los profesionales sanitarios y a los policías, no pasa inadvertido. Ya no puedo decir que seguramente ustedes no hayan conocido a un suicida. No sería del todo extraño que tuviesen noticia de un caso cercano.
Decir que el hecho de que el suicidio sea la principal causa de muerte entre los jóvenes es una buena noticia no implica frivolizar con un asunto tan grave, sino constatar un éxito social. Sería preocupante y síntoma de un grave atraso en muchos órdenes que el suicidio no fuese la principal causa de muerte, porque significaría que lo son los accidentes (como lo era en 1989, cuando había mucha más gente muerta en carretera que por su propia voluntad) o los homicidios. Y hay muchos países en el mundo donde estas causas superan con mucho a la muerte voluntaria. Que el suicidio sea la primera causa significa que el país tiene unas condiciones sanitarias óptimas que mantienen en un buen estado de salud a la población. También significa que ha habido políticas contundentes para evitar todo lo posible los siniestros y, por supuesto, que hay unos niveles de seguridad ciudadana tan altos que hacen muy difícil sufrir un asesinato. Son datos que hablan de una sociedad avanzada y empática, con un alto nivel de eso que llaman “calidad de vida”, más allá de la renta per cápita, en cuanto a bienestar social. Somos una sociedad, por tanto, que se puede permitir el lujo de preocuparse seriamente por el problema del suicidio. La mayoría de las sociedades no pueden, pues les acucian asuntos mucho más imperiosos. Que el suicidio sea un problema social, y se denuncie como tal, y sea motivo de reflexión, es síntoma de una sociedad que ha sido capaz de erradicar muchos dramas que son cotidianos en la mayor parte del mundo.
Esto no es un ejercicio de chovinismo. No pretendo sacar pecho de este país ni de su estado. Es una simple toma de conciencia de todo lo que España ha conseguido con décadas de esfuerzo y lucha, a pesar de sus gobiernos, a pesar de toda la irresponsabilidad y de toda la corrupción, a pesar de todas las burbujas y de todas las asfixias financieras. Hay que ser conscientes de lo que hemos conseguido para mantenerlo, para luchar por que nadie nos lo arrebate, por que ningún gobierno ni proyecto político lo dinamite. No seremos eficaces en la defensa si no sabemos qué diablos tenemos que defender y no sabemos identificar nuestros méritos. Tampoco podremos mejorar si no sabemos desde qué situación partimos. Ahora, se trata de no bajar la guardia y no deteriorar más este pedazo de mundo.
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Autor >
Sergio del Molino
Juntaletras. Autor de 'La mirada de los peces' y 'La España vacía'.
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