“Jamás iba a renunciar a mi identidad”
Nahomy, una activista LGTBI trans hondureña, huyó a España para conservar la vida pero sigue sufriendo graves discriminaciones
Alba García Ruiz Madrid , 10/01/2018
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Los padres de Nahomy salen de una comisaría de la policía hondureña. Su hija, de 21 años, ha sido agredida y ellos han ido a denunciarlo. 15 puñaladas en la espalda y una más en el cuello han atravesado el cuerpo de la joven. También ha sufrido una agresión sexual. Sin embargo, según los agentes, deben alegrarse de que al menos esté viva. No pueden ayudarles con este asunto. “Desde ese entonces yo empecé a luchar por los derechos de mi comunidad en mi país y a reivindicarlos. Para que cuando llegara una chica trans a poner una denuncia le hicieran caso”, cuenta Nahomy, activista por los derechos LGBTI, diecisiete años después en una cafetería de España, país al que llegó huyendo.
“Como gorrión en una jaula”
A los 15 años Nahomy comenzó su proceso de identificación de género. Después del ataque violento con abuso sexual, su familia le pidió que volviese al closet, que se mostrara como ‘chico gay’ para protegerse de la violencia. Y ella lo hizo. “Estuve como seis meses vistiéndome de chico. Iba a la iglesia con corbata y me sentía muy incómoda. Al final dije no, voy a cambiar.
Viéndome yo enfrente de un espejo, dejar mi imagen, independientemente de las heridas que aún estaban recientes, yo no iba a renunciar a mi identidad. Jamás iba a renunciar a mi identidad. Porque es como quien encierra un gorrión en una jaula”.
Honduras detenta “una de las tasas de homicidios más altas del mundo” y la comunidad LGBT –que incluye a lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero–, junto con periodistas, y activistas campesinos, se encuentra entre los más vulnerables a actos de violencia, según la organización Human Right Watch en el año 2016. Desde 2012 a 2017 se registraron 189 muertes violentas de personas lesbianas, gays, bisexuales y transexuales, de las que se judicializaron 38 casos, según recoge el hondureño Centro de Monitoreo de Medios de Comunicación de la Red Lésbica Catrachas en su informe Sobre Muertes Violentas de la comunidad LGTBI.
“En mi país, si la comunidad de un barrio te decía que te salieses, te salías por miedo a que te mataran. Porque igual amanecías muerta en tu misma habitación”, explica la activista. Según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) en su último informe, en Honduras “las personas LGTB son consideradas ‘anormales’ y por lo tanto sujetas a exclusión social y abusos. Entre los principales agresores y violadores de los derechos humanos de las personas LGTB figuran miembros de la Policía Nacional, Policía Municipal, familiares, guardias de seguridad y otros ciudadanos”.
Solicitar asilo en España
En septiembre de 2016 Nahomy llega a España huyendo de una persecución política por haber denunciado un caso de corrupción de su gobierno desde la organización nacional proderechos LGBTI que presidía como activista. “Me tocó salir de mi país porque llegué a una situación de alto riesgo”, relata. “Dos veces me dispararon desde un coche”, recuerda. Viendo las amenazas y la situación de peligro, su organización con ayuda de la Unión Europea, la asistieron y ayudaron a salir del país. “Me explicaron el proceso de asilo, qué es lo que tenía que hacer, cómo rellenar la solicitud aquí en España porque yo no sabía mi destino”, cuenta.
“Mi vida ha cambiado aquí en España. Porque hay opciones”, explica Nahomy. Sin embargo, el cambio de país no ha sido lo que esperaba. “Después de todo el tiempo de activismo, venía en el avión tan relajada. Voy a trabajar de lo que más quiero. No voy a tener a mi familia pero voy a estar cómodamente porque voy a trabajar en una casa de diseño. Pero, luego, la realidad es otra”.
En España, desde la ley 12/2009 del 30 de octubre, la persecución por identidad y orientación sexual es un motivo para pedir protección internacional y, aunque no existen datos oficiales, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), los solicitantes de asilo y personas refugiadas LGBTI han aumentado en las últimas décadas.
Desde CEAR explican que “aunque España es uno de los países con mayor porcentaje de aceptación, los migrantes LGTBI se enfrentan a situaciones de discriminación”. Según la activista, en España “todavía hay que hacer un trabajo de educación para con la comunidad LGTBI tanto a nivel institucional o gubernamental como de la sociedad civil”.
Por ejemplo, Nahomy tuvo problemas con el funcionariado por usar su nombre legal, el que aparece en el pasaporte, en vez de su nombre social. “Los trabajadores sociales me han dado un trato como varón, no como chica, porque desconocen lo que significa LGTBI”. Además, cuenta que experimentó dificultades de integración en los centros de acogida por la convivencia de diferentes culturas en el mismo edificio y la falta de orientación del personal trabajador para con ellos.
También destaca un tema de seguridad, como es mandar a personas transgénero a ciudades pequeñas o pueblos donde su situación personal es más expuesta y existe un mayor riesgo de sufrir acoso y/o agresiones. “El Ministerio te asigna a cualquier parte de España. Imagínate, si aquí, en la ciudad, hay una discriminación hacia nosotras, ya no digamos en un pueblo. Y están mandando a chicas a pueblos, y están siendo agredidas. Hay muchas chicas que no conocen los lugares de riesgo y se meten. Desde el momento en que decidimos ser trans y salir de nuestras casas es porque buscamos nuestra identidad y que nos traten tal y como somos”.
Nahomy también ha sufrido discriminación a la hora de encontrar piso y empleo. “En la búsqueda de vivienda, por ejemplo, yo llamaba a anuncios de habitaciones compartidas y concertaba citas. Luego iba a verlos y, cuando veían, veían que era trans, me decían, ‘mira, que ya la tengo alquilada’. Otras veces me decían ‘ah, tú eres trans, ya sabemos qué tipo de trabajo haces así que te lo voy a aumentar 100 euros más si la quieres”. En referencia al empleo, Nahomy habla de sus amigas también trans. “Ellas están estudiando para camareras. Cuando tenían que hacer las prácticas, ningún bar les querían dar trabajo, aunque fueran gratuitas. Al final, un señor que tenía un bar en Lavapiés, que es también del ambiente gay, les dio la oportunidad de que hicieran las prácticas”.
La violencia ha seguido presente en su vida. En la primavera de 2016, saliendo del metro, Nahomy sufrió una agresión en la que le rompieron el pómulo por tres sitios. Tuvo que ser ingresada en el hospital, operada y ahora tiene el pómulo reconstruido con placas de titanio y una malla.
Desde organizaciones como Kifkif, ONG enfocada en mejorar las condiciones de personas migrantes LGTBI, resaltan también este tipo de discriminaciones. Samir Bargachi, presidente de Kifkif, lo resume así: “Una vez que llega esa persona transexual de Brasil o ese homosexual de Marruecos, se encuentra con otros problemas prácticos que denotan que somos un país que no tenemos tradición de acogida. El funcionariado no está preparado, no sabe atender a esas
personas. No utilizan lenguaje inclusivo. Muchas veces hay una segunda victimización, sobre todo en las personas trans. Las entrevistas iniciales son totalmente insultantes para esas personas y hay también una falta de recursos. En los centros de acogida, muchas veces se mete a un señor de Ucrania con una persona trans. Nosotros, desafortunadamente, tenemos muchas denuncias, incluso de agresiones físicas en esos centros. Es una parte horrible porque justamente son personas que vienen escapando de eso, y es muy extraño volver a revivirlo en España”.
Vanesa Asenjo, trabajadora social del Programa LGTBI de la Comunidad de Madrid, asegura que “uno de los colectivos más discriminados es el colectivo de mujeres trans. Eso produce una dificultad en su inserción laboral. El porcentaje de desempleo en mujeres trans es muy alto. En Madrid es difícil porque nos faltan planes claros y efectivos, pero en otras comunidades autónomas y en sitios pequeños lo es todavía mucho más”. Además, Asenjo opina que existe un problema al mandar a personas trans a pueblos y ciudades pequeñas y, asegura que hay que hacer un trabajo más profundo de formación en algunos casos. Sin embargo, afirma que se está progresando y que las entidades con las que ha trabajado “muestran una sensibilidad total con la realidad LGTBI”.
Ahora Nahomy ha vuelto otra vez al refugio porque ha perdido el piso donde vivía y no encuentra trabajo. A pesar de ello, sigue luchando por sus derechos y piensa organizarse con otras mujeres trans para formar un proyecto de vivienda y empleo. “He vuelto al activismo aquí en Madrid. Las chicas me dicen ‘nos han dejado solas’. No me queda más remedio que ser activista”.
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Alba García Ruiz
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