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Queda poco más de un mes para el cierre de una de las campañas electorales más anodinas de las últimas décadas. No han cambiado muchas cosas desde las generales de febrero de 2013. Entonces, un arrasador Movimiento 5 Estrellas consiguió captar el voto de protesta de casi 8,7 millones de italianos. El cierre de aquella campaña ofreció la visión de un nuevo país, ilusionado con un futuro mejor. Era el tiempo de un 5 Estrellas con las ideas claras, orientadas hacia la izquierda y con una postura definitivamente crítica hacia la Unión Europea.
En estos años, el fervor, la horizontalidad, la autenticidad del Movimiento se ha ido perdiendo, hasta convertirse en una organización con las típicas dinámicas de un partido tradicional. Con la muerte de uno de los fundadores –Gianroberto Casaleggio– cambió el rumbo del M5S. Desde el integralismo de las primeras épocas, el 5 Estrellas ha optado por una postura mucho más moderada y “cómoda”. El líder histórico, Beppe Grillo, ha abandonado el barco. Al mando encontramos la cara institucional del partido, el joven Luigi Di Maio, candidato del M5S a primer ministro. A pesar de no haber terminado sus estudios en jurisprudencia (no se ha graduado todavía) y tener lapsus gramaticales, es uno de los líderes mejor valorados del momento.
Sin embargo, según el profesor Paolo Becchi, ex ideólogo del M5S y catedrático de Derecho en la Universidad de Génova, el verdadero líder es Davide Casaleggio, hijo de Gianroberto y presidente de la empresa que gestiona la plataforma virtual Rousseau, el verdadero ágora del partido, donde se toman las decisiones (desde los candidatos hasta las directrices políticas).
¿Cómo empezó su aventura con el M5S?
Mi aventura con el Movimiento 5 Estrellas empezó con las elecciones legislativas de 2013. Eran los tiempos del tsunami tour, que arrasó en toda Italia. Una gira preparada magistralmente por Gianroberto Casaleggio y realizada por Beppe Grillo. Fue una experiencia entusiasmante no sólo para mí, sino para millones de italianos que acabaron votando al Cinco Estrellas. En aquel momento la aspiración era abrir el Parlamento como una lata de atún. La idea era revolucionaria: situar a los ciudadanos dentro de la vida política. Los ciudadanos se convertían en Estado sin la intermediación de los partidos.
¿Cuáles fueron las razones que le llevaron a dejar el partido?
Mi decisión de salir del M5S fue madurando con el tiempo. Todo empezó con las elecciones europeas de 2014. Yo intenté filtrar una idea fuerte en el Movimiento: la de presentarse como un movimiento euroescéptico. Un movimiento que abogaba por una crítica radical a la Unión Europea y, sobre todo, visto a través de la perspectiva italiana: una crítica de la moneda única, instrumento que hacía –y sigue haciendo– daño al país. Por entonces se prefirió la ambigüedad: se habló de un referéndum, de forma vaga. En el cierre de campaña hubo cierto desconcierto cuando Gianroberto Casaleggio –por entonces, ya gravemente enfermo– pronunció algunas frases que rehabilitaban a Enrico Berlinguer –histórico líder del Partito Comunista Italiano. En ese caso ¿por qué votar al M5S y no a los herederos del PCI? Después, en las elecciones, el PD de Renzi consiguió el 40% de los votos y el M5S la mitad. Fue entonces cuando empecé a pensar que el M5S no tenía ideas precisas, que le faltaba una visión estratégica. También hubo otros elementos que me empujaron hacia la salida. Por ejemplo, veía que el M5S empezaba a transformarse en un partido y perdía su carga innovadora, basada en la crítica al propio sistema de partidos.
Usted se basó en la teoría del populismo de Laclau para formular la narrativa del movimiento. ¿Qué diferencias hay entre el primer M5S (del tsunami tour) y el M5S “institucionalista e institucionalizado”, más formal, de hoy?
No hay ninguna analogía entre el movimiento del 2013 y el actual. Es el cumplimiento de una metamorfosis: el movimiento se ha convertido en partido y ni siquiera concede los espacios democráticos de otros partidos. Es una organización que se gobierna a través de la plataforma Rousseau, que es extremadamente peligrosa y totalitaria, que se basa en un código fuente cerrado y un funcionamiento totalmente opaco. La diferencia sustancial que permite entender el cambio en este tiempo es que al principio el movimiento tenía visión y un visionario: Gianroberto Casaleggio. Mi papel fue, sobre todo, de apoyo. Escribía en el blog de Casaleggio, no en el de Grillo. Para comprobar el cambio de rumbo no hay más que comparar el blog de entonces con el de ahora. Antes era un lugar lleno de vitalidad y vivacidad; ahora apenas es un boletín de información parroquial sobre las actividades internas del M5S. Es un cambio tan drástico que incluso Grillo ha abierto otro blog, sin referencias al partido.
Se lamenta de la transformación del Movimiento, pero ¿no cree que la institucionalización era necesaria, incluso obligatoria?
De “uno vale uno” a “uno vale todo, y los demás no valen nada” hay una diferencia abismal. Ha sido mucho más que un proceso natural de institucionalización, una auténtica metamorfosis. Y yo me pregunto: ¿para qué?, ¿para hacer qué? Un movimiento tiene que caracterizarse por tener una visión propia, aunque haya cambiado. Pero ¿cuál sería la visión del M5S hoy en día? Un día se dice que hay que replantearse la Unión Europea y al día siguiente se afirma que es esencial. Lo mismo vale para la OTAN. En fin, que hay problemas fundamentales que están sin resolver. Entiendo que haya habido una institucionalización, ¿pero para qué?, ¿para ganar las elecciones? El programa actual se parece tanto al criticado Rigor Monti –una serie de reformas económicas restrictivas que apostaban por una reducción de la deuda–... Sólo se piensa en reducir el gasto público. De otros temas, como la salida del euro, ya no se habla. No se puede cambiar idea de hoy para mañana, vivir en el tacticismo de los programas de televisión sin tener una visión.
¿Cree que hay otras fuerzas políticas capaces de recoger esa herencia, que consigan generar ilusión y presentar una visión innovadora?
La situación actual es paradójica. Renzi, que era el encargado de desguazar, ha resultado desguazado. La carga innovadora del 5 Estrellas ha desaparecido. ¿Qué puede haber novedoso? La única fuerza que parece buscar un discurso soberanista, aunque sea débil, y que puede ir acompañado de un proyecto federalista es la Liga (ex Liga Norte). Las elecciones legislativas dirán si esta fuerza es la dominante en la coalición de centroderecha. Si fuera así, este proyecto soberanista podría representar una novedad. En el caso de que fuera Silvio Berlusconi el ganador dentro de la coalición, entonces veríamos muy pocas novedades. De todos modos, el programa común que están preparando representa la única novedad en este momento porque el centroizquierda, más que presentarse con una idea programática, se presenta divido para hacer perder a un hombre en concreto: Matteo Renzi. Por último, el M5S, con Di Maio y sin el apoyo de Grillo, no conseguirá un resultado que le permita declararse ganador. Además, el sistema favorece a las coaliciones y estoy convencido de que ganará la coalición de centroderecha. Lo más interesante será ver quién gana dentro de la propia coalición: Berlusconi o Salvini.
A propósito del proyecto soberanista, ¿tiene algún modelo de referencia propuesto por otras derechas europeas?
A día de hoy, la única forma de contrarrestar la globalización –que ya está en crisi – es la recuperación de los Estados nación y la idea de soberanía de los pueblos. En este caso hablo de un soberanismo débil, diferente del soberanismo estatal o leviatánico. Entre los que han estudiado el soberanismo no leviatánico encontramos a Alain de Benoist, un filósofo político francés que considera ya superada la división tradicional entre izquierda y derecha. Hoy, la verdadera crisis, que se manifiesta a nivel europeo, es la de la izquierda. Los partidos de izquierda ya no representan el interés del pueblo; se han ocupado de derechos civiles y del colectivo LGTBI, entre otros, pero han perdido totalmente el contacto con las necesidades reales y concretas del pueblo. Pensemos en el trabajo, en el desempleo, en la inmigración clandestina… La izquierda no está tratando estos temas y la derecha se ha lanzado sobre ellos.
Usted ha dicho que Di Maio ha dado un golpe para aliarse con la izquierda. Además de la marcha atrás sobre el referéndum sobre el euro, ¿Qué otros elementos le hacen pensar que puede haber un acuerdo a posteriori con el PD? ¿Es una elección colectiva o depende únicamente de Luigi Di Maio?
Aunque el M5S llegara a ser la primera fuerza política, no tendría los números para gobernar. La misma idea de las alianzas, en mi opinión, está destinada al fracaso porque si el centroderecha llega al 40% en el voto plurinominal, con el nuevo sistema electoral ganaría las elecciones. Sin embargo, Di Maio tiene otra estrategia, que creo que fracasará. Si es el partido más votado, pretende solicitar el encargo de formar gobierno, lo que resulta absurdo por dos razones. En primer lugar, porque es un sistema electoral que premia a las coaliciones, y en segundo, porque el presidente de la República puede hacer el encargo a quien quiera. Lo más probable es que lo haga a la coalición que resulte ganadora. Finalmente, Di Maio afirma que está dispuesto a formar una coalición con la izquierda y, ahora, también con Berlusconi. Pero este es un sistema que favorece las coaliciones formadas a priori, no a posteriori.
En la situación actual ¿quién es, para usted, el candidato ideal?
No hay un primer ministro ideal pero sí puede haber uno real, que es Matteo Salvini (Secretario general de la Liga). Si la Liga obtuviera un solo voto más que Forza Italia, en virtud de los acuerdos de la coalición, Salvini debería ser primer ministro. ¿Sucederá? Como dice la canción de Lucio Battisti, solo lo descubriremos viviendo.
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Esta entrevista se publicó en italiano en Termometro Político
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Autor >
Alessandro Faggiano
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