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La increíble irresponsabilidad de la alcaldesa de Barcelona ha puesto en riesgo a su ciudad como capital mundial de la telefonía móvil. Según leo en los grandes medios, preocupados desde hace unas 24 horas por la posible desinversión en Cataluña, Ada Colau ha provocado el cisma por un capricho personal: no ha acudido al besamanos, recepción, o como quiera que se llame en 2018 un acto de sangre azul encajado entre presentación y presentación de lo último en tecnología móvil. ¿Tanto le costaba ir, agachar la cabeza, inclinar la rodilla, sonreír como si nada y compartir en redes sociales, junto a un emoticono alegre, la fotografía rica en píxeles y estabilidad democrática? Ya saben que la izquierda radical vive de pamplinas. Si le preguntasen a Ada Colau, ella quizá respondería que los motivos por los que pasó del besamanos fueron otros: el primero, que no es una vasalla; el segundo, que Felipe VI no ha tenido un solo gesto de respeto o cariño hacia los agredidos y heridos el 1 de octubre en la misma ciudad que le recibía y ella gobierna; y el tercero, que en España la censura está que muerde y caen condenas de cárcel por injuriar al homenajeado. Tres pamplinas más para la tonta de la semana, resumiría el asunto algún periodista responsable de los que crean tendencia.

Si damos por buena la relación directa entre no besar la mano de un rey y que los creadores de tecnología huyan, el capricho de Ada Colau podría costarle a Barcelona más de 400 millones de euros –tres Coutinhos y pico, que se dice pronto–. A juzgar por el cabreo de tantos españoles de buena fe por el desplante de la alcaldesa al monarca, los principios democráticos –pamplinas, para que nos entendamos– no salen a cuenta. Es el mercado, amiga. Según nos cuentan los expertos en marketing asustaviejas, el mercado, en este caso el congreso de móviles, podría irse a celebrar su gran evento a París si en Barcelona se siguen produciendo desplantes contra nuestro rey. O a San Francisco si los organizadores del evento descubren lo que los franceses le hicieron al suyo.

Con Ada o sin ella, Felipe VI inauguró el congreso recordando, en catalán, que la continuidad del MWC en Barcelona depende de la concordia entre instituciones. Traducido al castellano y adaptado al hoy, si Madrid resuelve con palos y rejas que la mayoría de catalanes quiera votar su futuro, en Barcelona toca sonreír o cargar con la culpa de la huida móvil. Un concepto de concordia tan extraño como la respuesta que, cuentan, le dio el rey a la alcaldesa durante la cena: “Yo estoy para defender la Constitución”. Primera noticia. En años nadie vio a Felipe VI amenazar por televisión al Gobierno de Rajoy cuando liquidó los derechos y servicios sociales que garantiza la Constitución. Ojalá Samsung no tarde en presentar un móvil que detecte falsos patriotas y asustaviejas.