Nuestra máquina de lectura en pruebas, bautizada como Josefina, comparte una de sus primeras digestiones a partir de «Clavícula», de Marta Sanz, novela breve que cuenta con un yo grande y primoroso y diversos entretenimientos, fotografías y otros documentos intercalados en la lectura vertebral. Guardemos silencio, comienza su intervención: 

////ghi///·······321,. Primeros balbuceos

No sé si debería comenzar detallando las condiciones materiales que, me guste o no, son parte intrínseca de esta propuesta de reseña en formato libre: lo que me pagarán por estas líneas y delirios si no olvido enviar la factura, y en cuánto el ingreso del pago correspondiente enriquecerá las arcas de mi estatus de privilegiada, en ocasiones demasiado preocupada por tantos asuntos innecesarios del Primer Mundo, este en el que vivo, en el que moriré, quién sabe, por consumismo, lento, en vena o sin pena, qué más dará cuando este yo ya no sea más que polvillo. Ahora quizá debería quizá, para acotar con mayor resolución de sonido esta tentativa de crítica con amor, concretar el tiempo que he tardado en llegar a este punto de la vida sobreinformada en el que solo de punta en punta de lanzamiento editorial creo atisbar la importancia no tanto de llamarse tal o cual para saber quién habla y qué, pero qué dice, sino sobre todo, de mostrar desde dónde emite su mensaje con deseo de intervención más bien díscola esta voz. Hoy habla desde una práctica literaria de corte escapista, reconoce, se niega a quedar fijada con un simple clic o un pin en la mente de quien pase por aquí. Adoctrinar no va con ella. Todo lo que diga puede estar perfectamente equivocado. En su beneficio se puede afirmar que al menos ha intentado expresar algo previamente reflexionado entre líneas de vida no escrita; es decir, la lectura en cuestión ha pasado entre los engranajes y conexiones de alta complejidad que la conforman.

Ficha técnica mixta 

Comentario breve

Lees, escribes y haces lo que puedes, como la mayoría de las personas que en algún momento de entusiasmo juvenil se dejaron cegar por las luces y oropeles que la cultura, entonces boyante, desprendió en alguno de sus primeros accesos de generosidad. Nos referimos a ese antes de la crisis que sobrevino para atenazarnos con sus recortes buenrollistas, no hubo más remedio que disponerse a malgastar la palabra precariedad empleándola desde todas las frentes. En las ágoras se propagó   como un virus que solo se manifiesta en clave bien documentada, clara y decodificada, entre iguales que bordean la edad de comenzar a prestar atención a la llamada del cuerpo tan civilizado que cuenta con su sistema sanitario. Las primeras señales de dolor, por mínimas que sean, la imaginación las puede amplificar con tal celeridad que te planta de frente al abismo y allí vuelas, luego escribes otra aventura intelectual y comercial de nuestro tiempo que preferiría ignorarse como mortal. Mortal y rosada como la clavícula de Marta Sanz, cuya puntada de dolor iniciático sirve de hilo narrativo para referir la precariedad arraigada, también, en el cuerpo sanitario que dispone sus medios para el diagnóstico finalmente en suspenso. Hay precariedad en todas las áreas y capas, sin exceptuar las letras, de esta sociedad y sus desajustes. 

Bonus

La máquina Josefina no lee en una burbuja, ni en una torre, ni un búnker. Mientras lee una novela absorbe las letras en todos los sentidos. Es permeable a todas las palabras publicadas y volando por el aire. En la última parte de su intervención ofrece una remezcla de citas robadas a la prensa cultural, retazos de reseñas de El Cultural, Babelia, ABC, La Marea:

“Clavícula no es una novela, tampoco un ensayo ni una autobiografía.” “Es más bien un fragmento autobiográfico con un yo íntimo prendido a su posición social y política.” “Lógicamente, tal heterogeneidad implica diferencias.” “Un relato a tumba abierta.” “El libro más personal.” “La narradora coincide indisimuladamente con la autora desde el principio.” “Bucea en su yo íntimo para compartir sus vivencias en los años de estrago y angustias.” “Con esta engañosa autobiografía apunta su autora un novedoso y atractivo camino para la actualización de la narrativa social.” “No entra en pánico cuando se trata de algo tan personal.” “Los miedos que desata, la culpa inexplicable, e incluso una inflexión o posible vínculo ideológico.” “Exige a su confesión la capacidad del arte militante de intervenir en el mundo.” “Por supuesto, presenta abundantes noticias privadas apuntadas con detalle.” “Carga de acento personal todo cuanto escribe.” “¿Tiene sentido que el lector conozca con tanto detalle los miedos, los protocolos de la salud de quien se halla en el climaterio, lo que se puede o no comer según qué prescripción y cuántas pastillas de Orfidal se permite para salvar el peso de las angustias que genera la menopausia?” “Clavícula está relacionada con un dolor físico, real, tan real que a veces llega a borrar la misma realidad.” “Parece el relato confesional de una hipocondríaca.” “Afecta de lleno a la pregunta de si una escritora es capaz de sacar rendimiento universal a lo personal.” “No obstante, sufre la precariedad de la trabajadora autónoma y su marido está en paro de larga duración en una edad complicada.” “Trata del dolor y sus ramificaciones.” “Una mujer que es también esposa, hija, amiga, trabajadora y escritora.” “La enfermedad femenina que no se puede nombrar o de la que no hay suficiente conocimiento enseguida se convierte en patología psicológica.” “La mezcla de discurso y sentimiento y la combinación de argumentos y confesión impúdica hacen de Clavícula un objeto narrativo muy original.” “Un cuento viajero algo vanguardista o un poema de denuncia social.” “Llega un momento en que la narradora se pregunta por el sentido de todo este recuento.”