Después no hay más después
(Des)memoria en la música de Maria Arnal i Marcel Bagés
Daniel Valtueña 21/04/2018
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En agosto de 2016 tuvo lugar en Burgos la exhumación de la fosa del Alto de la Pedraja. La aplicación de la Ley de Memoria Histórica 52/2007 sacó a la luz ciento cuatro cuerpos represaliados por el franquismo. Entre ellos, cuarenta y cinco cerebros y un corazón habían permanecido conservados gracias a las condiciones de humedad y acidez del suelo, transformando estos órganos humanos en joyas científicas, dadas las circunstancias de su preservación. Aquellas descargas eléctricas y latidos que habitaron los cuarenta y cinco cerebros y un corazón se detuvieron para transformar los órganos en fósiles y los fósiles en reliquias; una aguda metáfora del estado de la memoria histórica hoy.
Este acontecimiento motivó la composición del tema 45 cerebros y 1 corazón del dúo musical catalán Maria Arnal i Marcel Bagés, cuyo primer álbum precisamente se nombra a partir de aquellos restos represaliados. Su música ya venía marcada por una particular relación con el pasado a través de una experimentación musical que les había situado en el terreno de lo indie. Gracias al archivo digitalizado del etnomusicólogo estadounidense Alan Lomax, Maria Arnal encontró una arcilla privilegiada para algunas de sus composiciones. A partir de aquellos primitivos registros de la música popular peninsular el dúo catalán actualiza un patrimonio histórico inmaterial fuertemente influenciado por un imaginario franquista de regiones no contaminadas. Maria Arnal y Marcel Bagés trabajan con esta materia prima desde un lugar que busca deconstruir la connotaciones históricas que acompañan al folclore. Su éxito reside en acometer semejante empeño desde un espacio marcadamente íntimo; desde el propio cuerpo. De igual forma Maria y Marcel enfrentan la memoria: como un espacio habitable por el propio cuerpo, una cripta de costumbre inaccesible pero decodificada por su música.
cuarenta y cinco cerebros y un corazón habían permanecido conservados gracias a las condiciones de humedad y acidez del suelo, transformando estos órganos humanos en joyas científicas
Jacques Derrida prologó en 1976 la obra Le verbier de l’homme aux loups de los psicoanalistas Mária Török y Nicolas Abraham con un polisémico y críptico texto titulado Fors. Partiendo de las nociones de duelo y melancolía freudianas, Török y Abraham recurren a los conceptos de introyección e incorporación para analizar el trauma, cuestión que en su prólogo Derrida problematiza a través del concepto de cripta. En líneas generales la introyección refiere un conflicto ya resuelto, cuya otredad ha sido anulada y apropiada, mientras que el término incorporación señala precisamente aquello todavía no del todo digerido e imposible de ser olvidado. La grieta que separaría ambas nociones y que mantiene fuera del alcance del sujeto la irresolución del trauma sería el espacio de la cripta. Este espacio es precisamente el lugar que habita la música de Maria Arnal i Marcel Bagés, que evita introyectar un conflicto literalmente enterrado pero que también se aleja de una incorporación conformista. El espacio de la cripta, habitado por el propio cuerpo, es el lugar donde la memoria, histórica o no, puede decodificarse.
La perfecta conservación de los cuarenta y cinco cerebros y un corazón de aquellos represaliados cuyos familiares ven hoy convertidos sus órganos en objetos de museo nos habla precisamente de la fosilización de la memoria histórica al tiempo que cuestiona el verdadero impacto de su reciente legislación, pensada en un presente inmediato y con vistas a un futuro ansiado. La música de Maria Arnal i Marcel Bagés escapa de las posturas polarizadas estudiadas por Paloma Aguilar en Memoria y olvido de la Guerra Civil española (Madrid, Alianza, 1996), es decir, olvido o memoria fosilizante; no se trata de la introyectada museificación de la memoria ni del panorama desmemoriado al que nos avoca evitar habitar el espacio de la cripta. El dúo catalán centra precisamente su atención en habitar el espacio de la memoria huyendo del recomendado viaje de la incorporación a la introyección, es decir, hacia la resolución final. Habitan el espacio de la cripta derridiana en busca de un desequilibrio que nos conduzca a la subjetividad de los cadáveres que habitan la cripta y no a la objetividad de sus heridas. Desplacemos el debate de las heridas bien abiertas o bien cerradas hacia el de los cuerpos doloridos porque precisamente las circunstancias de la guerra, la represión, la dictadura y, en definitiva de la historia de nuestro siglo XX giran en torno a su potencial descomposición.
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Daniel Valtueña. The Graduate Center, City University of New York
Texto elaborado a partir de una comunicación del mismo título pronunciada en el marco de Hispanic Studies Graduate Student Group 3rd Annual Graduate Student Conference: Armed Conflicts and its Afterlives. The Uses of War in Latin American and the Iberian Peninsula, 23-24 de febrero de 2018, University of Pennsylvania, Philadelphia, Estados Unidos.
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