TRIBUNA
Los límites étnicos de la memoria histórica
La calle del “acceso principal a los dos más altos órganos de la Justicia española, el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial” lleva el nombre de Marqués de la Ensenada, en homenaje a quien diseñó un plan genocida contra los gitanos
Helios F. Garcés 20/04/2016
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Lo advertíamos y acertábamos: la clave del asunto reside en desarrollar una minuciosa etnografía del jambo mandamás. Espiar al gran payo, estudiar al inconmensurable vecino, hurgar en la cultura del pedazo de gachó, tomar nota y registro del anecdotario folclórico en el que se desenvuelve la vida del empoderado castellano rabúo; llamémoslo como quieran. Como diría mi gran amigo, el gachó canastero y pintor Jordi Almolda: se trata del blanco perfecto. A vueltas con tan noble y compleja labor, decidimos hoy enfrentarnos al análisis sobre una de las tendencias filosóficas más características del étnico y pintoresco blanco español de alta alcurnia: la manía de universalizar su provincianismo.
No era mi intención caer estrepitosamente en simplismos extremos, pero es necesario barrer con premura antes de disponerse a fregar y aquí hay mucha hojarasca que apartar: brocha gorda al poder. Atención a la jugada ideológica construida desde la historiografía filosófica eurocéntrica. Resulta que había una vez un gachó muy sesudo, introspectivo y distinguido llamado René. Un día, el hombre, que no tenía mucha vida social --todo hay que decirlo--, dijo que el principio articulador de su existencia lo conformaba el pensamiento, y se quedó tan tranquilo. Eso para los calés no es gran cosa, porque sabemos perfectamente que uno puede levantarse por la mañana con el pie torcido y decir cualquier locura; pero para los gachés aquello fue el acabose. Yo entendía perfectamente el núcleo del pensamiento moderno inaugurado por Descartes, pero me daba un poco de lache ajena leerlo; y es que no comprendo cómo ese hombre podía pretender pensar desde ningún lugar, desde ningún tiempo, desde ninguna condición. ¿Seguro que no inhaló algo antes de ponerse a escribir esas cosas?
Pensé que a lo mejor el René era un meditador, un seguidor francés del Buddha Shakyamuni y que en el fondo lo que trataba de explicar era su experiencia del satori, del despertar a través de la práctica del Dharma. Pero, ¡qué va!, era todo alfalfa, onanismo intelectual cabezudo, de primer orden, eso sí. La cosa es que el teólogo, historiador y filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel me ayudó a comprender la cuestión. Decía este hombre que las condiciones de posibilidad que hicieron emerger a ese célebre sujeto cartesiano que se percibe a sí mismo como un omnipotente dios sabelotodo secularizado en la razón moderna, tenían que ver con la influencia de 150 años anteriores de conquista, saqueo y expolio transatlántico de los continentes oscuros. Era aquel expolio material y cultural gracias al cual se construía el imperio y la conciencia de superioridad metafísica del europeo. ¡Amigo, así cualquiera! Colocado hasta las trancas de imperialismo puede uno hasta volar con las pestañas y respirar debajo del agua.
Después del Descartes --de acuerdo, no inmediatamente después, pero es así como lo cuentan en las facultades-- vino el Emmanuel, otro hombre de la ernia paya, y lo puso todo en otro nivel con las cosicas de la razón práctica y el desarrollo de la antropología pragmática. Este sí que tenía en cuenta las categorías del tiempo y el espacio con ánimo sistemático. Creía que se le podía perdonar casi todo, pero menudo chasco. No se puede soportar sin sentir un profundo retortijón epistemológico que el creador intelectual del cosmopolitismo no hubiese salido nunca de su pueblo. ¿Cómo? Sí, sí, nunca salió de su pueblo. Se podría pensar, de nuevo, que quizás Emmanuel se había iniciado en los secretos del chamanismo indoeuropeo y que gracias a una extraordinaria disciplina espiritual desarrollada durante años conseguía viajar a lugares inhóspitos de la conciencia trascendental sin mover el cuerpoescombro de su casa, pero no. De hecho, por lo que sabemos, a Kant le irritaba sobremanera el canto de un feliz gallo que vivía en la casa de su vecino. ¡Qué cosa más espantosa! Un señor al que le molesta el canto de un gallo no debe estar muy bien de la cabeza y no es de fiar.
Me doy cuenta de que eso, en la ernia paya, no parece tener importancia. Me da a mí que la crisis civilizatoria tiene mucho que ver con la semántica shakespeareana del “mucho ruido y pocas nueces” que fundamenta gran parte del pensamiento europeo canonizado a partir de la corriente romántica alemana. No estoy diciendo que Kant no sea importante, lo que digo es que hay por ahí un gran filósofo nigeriano llamado Chukwudi Eze que ha puesto sobre el mantel los prejuicios raciales de nuestro universal pueblerino, no sé si eso importa, chavorró, pero habrá que darle un vistazo.
El señor que escribió la Fenomenología del espíritu era ya para echarle de comer aparte. Hegel, que era lo que Valle definió en Luces de Bohemia como un cráneo privilegiado, había podido definir claramente, no sabemos cómo, el itinerario del denominado Espíritu Universal. Imaginemos a Hegel, todas las mañanicas, después de tomarse su café y leer su periódico, siguiendo al Espíritu Universal para descubrir cuál es la línea de metro que decide utilizar, tomando notas en su moleskine con pluma de pavo real. Pues vale, Hegel, si te quieres quedar tranquilo, el Espíritu Universal pa ti. Hay que tener mucho aguante para querer al Espíritu Universal ese. Resulta que el extraño ente, que a estas alturas comienza a dar mucha jindama, se dirige hacia Occidente ya que Oriente es su etapa inferior. Ya comienza a oler mal. ¿África y las Américas? ¡Por allí no pasó! El Espíritu Universal es tan payo que no pasó por allí. Pues lo quiera el cosmos y se caiga por un barranco, a ver si allí cristaliza en un mojón de cabra. El mojón de cabra sí que es universal, ya que como diría José Luis Cuerda: “Si amaestras una cabra, llevas mucho adelantado”.
El otro, el Karlos, era más simpático y parece que le importaba el sufrimiento de la gente humilde y trabajadora. A mí me cae muy bien ese hombre, pero una amiga feminista --una de verdad, no como las amigas imaginarias del Olmos-- me contó que el tío escribió su obra más importante, El Capital, mientras que su compañera, la Jenny, que era una señora muy culta y preparada, cargaba con todo el peso familiar y se ocupaba de sus chiquillos, algunos de ellos muertos por el hambre y el frío. Mira qué cosas tan contradictorias. Y si se le ocurre a alguien justificar dichos asuntos en base a los condicionamientos históricos de nuestro encantador barbudo, me veré en la obligación de traer al presente la memoria del extraordinario mellado revolucionario y contemporáneo de Karlos, Bakunin, cuya actitud frente a la pareja y al papel de las mujeres fue muy diferente. Hay que reconocer que Marx abandona las pretensiones espiritualistas --que no espirituales-- de Hegel y comienza a observar la importancia de la situación económica, social y política en el desarrollo del pensamiento humano. Pero el colega de Engels estaba empecinado con la clase y le importaba un pimiento que existiesen otros factores importantes a tener en cuenta, como por ejemplo la opresión racial, de género, etcétera. Eso explica que apoyase la colonización británica de India o la invasión norteamericana del norte de México sin que le temblase la pulcra melena.
En la actualidad a muchos de sus blancos discípulos les ha dado por asegurar que cualquier intento de utilizar otras categorías para pensar las relaciones de poder es caer en el “pensamiento débil”. Imagino que no habrán tenido una aproximación, ni siquiera pedagógica, a la obra del imponente sociólogo comunista afroamericano W. E. B Dubois o a la monumental obra del marxista negro Cedric J. Robinson, así como a la lúcida investigación del papel de los feminicidios modernos en la acumulación del capital realizados por Silvia Federici. ¿Pa qué? Cosillas del pensamiento débil, ¿no?
Todo lo anterior desemboca en un envolvente y desagradable paradigma civilizatorio del demonio, y es que en base al pensamiento de cuatro gachós del Norte Global europeo del momento --y digo gachós, no gachís, porque las mujeres parecen no existir-- se impone la necesidad de pensar “universalmente”. ¿Qué significa pensar universalmente, queridas y queridos amigos? Yo se lo diré. ¡Pensar desde las lentes de la ernia paya! Los vencedores tuvieron el poder de universalizar su provincianismo hasta tal punto que si no utilizas sus categorías para construir tu relato caerás en el pensamiento etnicista, identitario y particularista. ¡Pero qué listos estos jambos! Aseguro que lo que quería apuntar originalmente tiene que ver con el título del artículo, pero me veo en la necesidad de compartir mis investigaciones antropológicas; investigaciones realizadas por un gran equipo transdisciplinar de gentes astutas y sabias que pronto desembocará en la creación de la primera Sociedad Postmoderna de Gachología Aplicada del Estado español.
Pero la cuestión inicial es la siguiente. Hace unas semanas, un abogado murciano hacía pública su intención de pedir al Ayuntamiento de Madrid que iniciase un expediente para cambiar de nombre una ceńtrica calle de la capital que lleva el nombre del Marqués de la Ensenada. El Marqués, que se llamaba Zenón de Somodevilla y Bengoechea, un nombre extremadamente gachó, fue secretario de Hacienda, Guerra, Marina e Indias, así como general de Rentas, lugarteniente general del Almirantazgo, secretario de Estado, notario de los reinos de España y Caballero del Toisón de Oro y de la Orden de Malta. Además, fue consejero de Estado durante los reinados de Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Hasta aquí todo bien para la honra de su familia, qué señor tan espléndido y bien comunicado, ¿cierto? El Marqués pasó a la historia, entre otras muchas razones, por la introducción de los paradigmas ilustrados en la construcción de los tres grandes arsenales clásicos en los que, según Wikipedia, “quedarán apoyadas para siempre la Marina y la flota de guerra españolas: Ferrol, Cartagena y la Carraca, en Cádiz”. Espero que nadie quede ofendido por el origen erudicional de la cita. Yo, que me he criado con pescaderos gitanos jerezanos sabios como Juan Flores Gil, no tengo ni tanto tiempo ni tanto dinero como para irme a los archivos en los que seguramente fisgonea el jambo Félix de Azúa. En todo caso, si no lo entiende, quizás le sirvan los versos del llorado poeta y activista alicantino Manuel Maciá: He conocido a gente que antes de estudiar era una mierda / Y después de mucho esfuerzo y estudio se ha convertido en dos mierdas. Así que vamos achicando agua.
Ahora vamos a por un detallito de nada en la vida de Zenón que explica las razones del berrinche público, tan digno como poco común, del buen abogado con la alcaldía madrileña de Manuela Carmena. El 30 de julio de 1749, el Marqués de la Ensenada, al mando de los poderes públicos del reinado de Fernando VI, junto al Obispo Vázquez de Tablada, materializaron la idea. El Estado español había llegado a la conclusión de que la mejor forma de llevar a cabo su antigua y persistente voluntad de reducir socialmente al pueblo gitano era privar de libertad en un solo día a todos los gitanos y gitanas del reino. La intención era someter de por vida a la comunidad y eliminarlos. En palabras del propio Marqués: "La prisión ha de ser en un mismo día y en una misma hora (…) Estas gentes que llaman gitanos no tienen religión; puestos en presidio se les enseñará y se acabará tan malvada raza". Aproximadamente 12.000 personas fueron capturadas en La Gran Redada, y recluidas con cadenas y grilletes. Los hombres, a partir de 15 años, fueron destinados a los arsenales para trabajar forzosamente en la construcción de navíos. Las mujeres, junto a los menores de 12 años, fueron esclavizadas en fábricas−prisión donde, a través de su trabajo, sufragarían su propio mantenimiento y el de sus descendientes hasta la extinción. La pena por intentar escapar era contundente: Al que huyere, sin más justificación, se le ahorque irremisiblemente. Los gastos de la operación serían pagados subastando los bienes de las familias gitanas detenidas.
Fueron muchas las razones que evitaron la consecución final del plan genocida del Marqués de la Ensenada. Cabe destacar con énfasis la extraordinaria resistencia que, especialmente las mujeres calís, presentaron ante la barbarie. Tal y como contaba el filósofo caló Isaac Motos Pérez en una entrevista realizada por la feminista calí Patricia Caro Maya: "Las mujeres fueron enviadas a lo que se conocía como Casas de Misericordia, donde intentaban su reforma espiritual para un servicio útil a la sociedad. La Casa de Misericordia de Zaragoza fue un destino donde estuvieron muchas mujeres y las crónicas cuentan lo indomables que eran, ante una situación absolutamente injusta, cómo no se doblegaban en absoluto".
“Una ciudad regida por principios humanos no puede dedicar una calle a quien intentó extinguir a los gitanos", decía José Luis Mazón en su carta dirigida a la alcaldesa de Madrid. La reivindicación se abre paso en referencia a la aplicación de la normativa sobre memoria histórica, que prevé la retirada de símbolos y monumentos de la Guerra Civil y de la dictadura franquista que sean motivo "de enfrentamiento, ofensa o agravio", tal y como señalaba el periódico digital El Español, que recogía la noticia. “Es una paradoja insólita, una desvergüenza y una violación del deber de dignidad del comportamiento público que la calle del acceso principal a los dos más altos órganos de la Justicia española, el Tribunal Supremo y el Consejo General del Poder Judicial, lleve el nombre de un ministro genocida", apuntalaba José Luis Mazón.
Y es que, tal y como veníamos explicando, el factor jámbico presente en los discursos dominantes tiende a universalizar su provincianismo y a olvidar con facilidad la justicia cuando la ausencia de la misma no le afecta en sus propias carnes. Sí, detrás de los discursos hay carne, hueso, músculos y sangre. Así que dejen de expresarse de forma grandilocuente y comiencen a revisar sus privilegios. Que si la conciencia crítica, que si la memoria histórica ¿La conciencia crítica de quién? ¿La memoria histórica de quién? La conciencia crítica y la memoria histórica del blanco español. Nadie se atreve a afirmarlo con rotundidad, pero esa es la realidad de facto. ¿Qué les pasa a las otras memorias, a la de las mal denominadas minorías racializadas? ¿No son lo suficientemente humanas? Esta vez es la Memoria Histórica Gitana, pero advertimos que las calles de muchas de nuestras ciudades están llenas de homenajes a esclavistas y genocidas. ¿Qué le pasa a esa izquierda del cambio en la que habíamos depositado tantas esperanzas? Lamento terminar de esta manera, pero, hablando en plata, es lo que hay. El pasado colonial, esclavista y genocida del Estado español sigue latiendo con fuerza en la dimensión simbólica del poder y la invisibilización del mismo es un mal síntoma para la sociedad en su conjunto. No tapen las heridas, cúrenlas.
Lo advertíamos y acertábamos: la clave del asunto reside en desarrollar una minuciosa etnografía del jambo mandamás. Espiar al gran payo, estudiar al inconmensurable vecino, hurgar en la cultura del pedazo de gachó, tomar nota y registro del anecdotario folclórico en el que se...
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Helios F. Garcés
Nacido en Cádiz (1984), es aprendiz de escribano.
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