N. de los T. (V)
Puntos finales
Una traductora reflexiona sobre cómo traducir la frase de cierre de una novela, que es, además, una frase famosísima, muchas veces traducida. ¿Consultar o no consultar a los predecesores?
Victoria Alonso Blanco 10/05/2018
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Ad infinitum. Podría seguir corrigiéndome ad infinitum, pero el plazo manda: la traducción de la novela de Tony Peake en la que he estado trabajando estos últimos meses, North Facing (o El reglamento en la edición de Tusquets), debería estar lista antes del toque de la medianoche. Mañana es lunes.
Raro es el traductor que pone punto final a su trabajo con la satisfacción de haber alcanzado la perfecta esfericidad del punto redondo. Máxime si ese traductor se cuenta entre los que navegamos en una perpetua fuga hacia adelante, dejando para el final los escollos, impulsados (¿frenados?) de continuo por el neurótico convencimiento de que el éter es inatrapable. “Tiene que haber algo, tiene que haber algo”, nos repetimos una y otra vez a modo de anti-mantra. Algo más afortunado, se entiende; más preciso, más gráfico. Algo que no encuentro, pero que a buen seguro el azar pondrá en mi camino de aquí al momento de la entrega. Pero el azar, ya se sabe, es caprichoso. Y el plazo manda.
El ejercicio de concentración que requiere la travesía del repaso –cotejo estrábico con el original, pulido de verbos y adjetivos, foxtrot con los adverbios– suele acercarnos a puerto echando potas por la borda. Esta vez, por fortuna, apenas me he topado con una leve marejadilla; Peake narra con una sutileza meridiana, y los escollos han sido pocos: su peculiar e hiperparentética sintaxis quizá; la reproducción del microcosmos de un internado inglés, tan ajeno a nuestra cultura; esos versos de Kipling que hubo que convertir en ripios correctos, pero de escasa sonoridad poética (ah, el contexto, siempre el contexto). En fin, a estas alturas no puedo ponerme a tensar una vez más el arco de la lira. La prisa y la poesía se llevan a matar, y estamos al filo de la medianoche.
El final de una novela es a menudo un compendio de todo lo anteriormente narrado, un aforismo casi. Pura chicha, cero grasa
Ya sólo me queda la última frase. El final de una novela es a menudo un compendio de todo lo anteriormente narrado, un aforismo casi. Pura chicha, cero grasa. Atención, pues, tensión. En la novela de Peake, para más inri, esa frase final es un epitafio –la muerte impone–, además de una cita nada menos que de Scott Fitzgerald, que también impone lo suyo. Si hay algo peor que la falta de respeto al autor es la reverencia. La reverencia bloquea, paraliza, atonta. Doble paralización habida cuenta de que esa cita es la hermosa y enigmática frase con que Scott Fitzgerald cierra El gran Gatsby: “And so we beat on, boats against the current, borne back ceaselessly into the past”. Triple paralización mortal cuando descubro, tras fascinada y romántica deriva –ay, si no fuera por estos ratitos– que también es el epitafio inscrito sobre la sepultura que Scott y Zelda comparten en el cementerio de Rockville, Maryland.
En la primera vuelta ya detecté que la frase tenía su enjundia (nunca sospeché que tanta) y, después de varias batidas por los diccionarios, mi versión quedó como sigue: “Y así vamos avanzando, a barlovento, arrastrados sin cesar hacia el pasado”. No me gusta consultar las citas traducidas hasta el final. Lleva mucho tiempo espigarlas cuando no se tiene el libro a mano; además, contagia. Ya buscaría y compararía anteriores versiones después, en el repaso. Por otra parte, me sentía orgullosa de ese “a barlovento”. Resumía un sintagma entero. Incluso me parecía verle una apropiada aliteración.
Vuelvo sobre la frase, y la frase rechina. “A barlovento” es una expresión bonita, sí, pero quizá demasiado técnica, además de inexacta, porque el autor habría dicho “windward” si hubiera deseado vernos navegando por el lado de donde viene el viento. Pero no, dice “against the current” (‘contra la corriente’), lo que sugiere cierta resistencia. ¿Encajaría mejor “de bolina” tal vez? Pero, regatistas aparte, ¿quién va por ahí diciendo que navega de bolina? Suena a chiste, y esto es un epitafio. No, me digo, si ya lo avisaba el maestro Faulkner, y lo remachaba el no menos magistral Stephen King: “Kill your darlings”. Tacha, tacha y no te enamores de tus bonituras.
Tacho, pues, y navego de nuevo en Internet. Horror, pavor. Hay miles de páginas dedicadas a la exégesis de la frasecita de marras. Figura entre las citas más conocidas de la literatura en lengua inglesa. Hay entradas de blogs, como la espléndida de Billar de letras, que incluso analizan en profundidad su traducción y si esos boats deberían ser barcos, barcas, veleros o tal vez yates… ¿Qué embarcación tenía Scott en el magín? ¿Qué sentido exacto quiso darle a ese final? Voy a por el ejemplar del original que tengo en casa y releo las últimas páginas de The Great Gatsby. Ya puestos a derivar, me pongo de fondo a Remedios Amaya (“Ay, quién maneja mi barca, ¿quién?”) por si me inspira, ja, y después de mucho dudar, opto por “veleros”. Es medianoche pasada.
Sigo navegando y descubro que “beat on” no es un simple avanzar a fuerza de golpes, como yo había interpretado en un principio, sino un tecnicismo náutico que significa exactamente navegar a vela y contra el viento. Menos mal que no estoy traduciendo Moby Dick… Tacho, enmiendo y pongo, creo, punto final: “Y así vamos navegando, veleros contra corriente, arrastrados sin cesar hacia el pasado”. Ahora sí, ahora ya puedo buscar las anteriores traducciones de la cita. Ya puedo compararla y compararme.
En el siglo pasado (1999), José Luis López Muñoz cerraba El gran Gatsby de la siguiente manera: “Y así seguimos adelante, botes contra la corriente, empujados sin descanso hacia el pasado”. En este siglo, sin embargo, a raíz de la liberación de derechos del original, en las librerías han convivido un sinfín de traducciones de la obra. Ay, mucha comparación va a ser ésa, pero ya hace rato que dejé de mirar el reloj. Sigo ciñendo el viento. José Luis Piquero (Paréntesis): “Y así vamos avanzando, como botes remando a contracorriente, arrastrados sin cesar hacia el pasado”. Miguel Temprano (RBA): “Y así seguimos bogando, como botes contra la corriente, arrastrados incesantemente hacia el pasado”. Justo Navarro (Anagrama): “Así seguimos, golpeándonos, barcas contracorriente, devueltos sin cesar al pasado”. No encuentro las palabras de Ramón Buenaventura (Alianza), ni las de Susana Carral (Reino de Cordelia) o Mª José Martín Pinto (Akal), seguro que igualmente estupendas y distintas, pero no hace falta. A la vista queda la imposibilidad de llegar a una versión única, de alcanzar la perfecta esfericidad del punto redondo. Termino, pues; quizá mejor con puntos suspensivos.
And so we beat on…
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Victoria Alonso Blanco traduce literatura anglosajona. En el desempeño del oficio se ha topado a veces con bellas y grandes letras, y otras con minúsculos opúsculos más feos que un dolor. Con algunos autores muy conocidos (Arthur Miller, John Irving, Margaret Atwood), con completos desconocidos (X, Y, Z) y con otros que a su juicio convendría conocer más y mejor (Karen Russell, Daniel Handler, David Sedaris). Su sueño es que, algún día, la grata labor de desentrañar otras culturas y versionar fantasías ajenas sea, además y sobre todo, un trabajo justamente remunerado.
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