Tribuna
Moción contra la corrupción (y para recuperar tiempo y dignidad)
El PSOE no debe reincidir en el error de mostrar reticencia a que desde ERC o PDeCat se vote a favor de la candidatura de Pedro Sánchez
José Antonio Pérez Tapias 27/05/2018
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¡Por fin! Tal fue la exclamación que salió de muchos labios al correr la noticia de que el PSOE iba a presentar una moción de censura contra el presidente del gobierno de España, Mariano Rajoy. Tal tono de esa especie de grito compartido expresaba la común sensación de que había llegado la hora en que se iba a hacer lo que debía haberse hecho mucho antes o, al menos, lo que desde tiempo atrás –¡años!– se pensaba que habría de llegar. Ese “por fin” que recogía expectativas que se pueden calificar de jubilosas sonaba, sin duda, a satisfacción, no sólo por afrontar la ominosa situación representada por un gobierno hundido en el lodazal de la corrupción, sino incluso por lo que suponía de ir “en busca del tiempo perdido” –el título de Marcel Proust nos permite subrayar que lo que ahora acontece debió ocurrir mucho antes–.
La moción de censura planteada por Pedro Sánchez como secretario general del PSOE tiene toda la razón de ser por cuanto una sentencia judicial ha confirmado, con las correspondientes penas a los declarados culpables, la trama de corrupción –“corrupción institucional”, dice la justificación de la condena– de la que durante años se sirvió el Partido Popular y se aprovecharon destacados dirigentes suyos. Si éstos se enriquecieron personalmente de modo escandaloso, el partido como tal, según la sentencia, se lucró con toda una red ilegal para nutrir su “caja B”. Que el presidente del gobierno y del partido no esté entre los condenados no es objeción alguna contra una moción de censura a todas luces merecida, pues en todo caso ahí está su responsabilidad política por los hechos delictivos ahora juzgados.
Que el presidente del gobierno y del partido no esté entre los condenados no es objeción alguna contra una moción de censura a todas luces merecida
Para colmo, en el mismo texto de la sentencia queda recogida la apreciación hecha desde el tribunal acerca de que la declaración del presidente Rajoy cuando fue llamado como testigo no supuso para sus palabras la credibilidad suficiente; es decir, queda la sospecha de que no dijo la verdad –lo cual puede ser a su vez objeto de delito–. Que la sentencia no se considere firme, en tanto puede ser recurrida ante el Tribunal Supremo, como por lo demás se ha anunciado, no es argumento contra la moción ya registrada por cuanto, aun en el supuesto en que se modificara la sentencia emitida, la cuestión de la grave responsabilidad política de Rajoy permanece tal cual. De hecho permanece desde 2013, cuando ya se planteó la posibilidad, siendo Alfredo Pérez Rubalcaba secretario general del PSOE, de que se acometiera esa moción de censura contra quien presentaba un tal déficit de legitimidad que hacía de suyo imposible que desempeñara dignamente la responsabilidad de presidir el gobierno de España. Lo grave es que tal indignidad ha supuesto tan gran deterioro institucional para el Estado que, como se podía vislumbrar desde entonces, ubicaba en tal situación no sólo la política que se hiciera en España, sino lo político como ámbito, lo cual ponía como urgencia de la máxima importancia proceder a una moción de censura por razón de dignidad democrática. Ese era el motivo fundamental de la negación a que, en su momento, de nuevo fuera investido Rajoy como presidente. Ahora quedan realzadas las razones de quienes nos oponíamos a una claudicación democrática de ese calibre, la cual, además, conllevó situar en la presidencia del ejecutivo a quien ha contribuido con indolencia culpable a agravar la crisis territorial de nuestro Estado con su irresponsable inmovilismo ante el conflicto que se vive en Cataluña.
Pero llegó el momento en que ha sido insoslayable para el PSOE y para su secretario general dar el paso hacia una moción de censura a todas luces inexcusable. Y justamente al día siguiente en que el gobierno del PP consiguió que se aprobaran los presupuestos generales del Estado y celebraba no sólo ese éxito, sino la pericia de un presidente capaz de asegurar la estabilidad del país para su prosperidad económica –a tenor de las efusivas declaraciones de los portavoces populares–. Sucedió, sin embargo, lo que constataba precisamente uno de los personajes del mencionado Proust, para decirlo, en aplicación negativa, del personaje ahora censurado: “muy a menudo basta con volver del revés las reputaciones que forma la gente para juzgar exactamente a una persona”.
La figura de Rajoy se ha desmoronado y el PP no ofrece más que la imagen de una formación política hundida en el descrédito. Con todo, eso no impide que deslenguadas portavocías suyas recurran al cinismo que tan incorporado tienen en su discurso como para acusar al PSOE de oportunismo o a su líder de “Judas” que vende España al separatismo catalán con tal de llegar a la Moncloa. Que digan eso sin inmutarse especialistas en expolio nacional organizado ya es todo un ejercicio que redunda en autoacusación de corrupción ante la opinión pública. Nada pueden lograr a su lado las peticiones de perdón a la sociedad española que algunas voces del PP han llegado a enunciar. Recaen en el cinismo peticiones de perdón cuando no hay traza alguna de arrepentimiento y, siendo siempre difícil la conjugación del lenguaje del perdón en el espacio político, resulta insostenible pedir perdón cuando se escamotea la condena penal, como si con ello se quisiera restar fundamento a una moción de censura para recuperar la dignidad perdida. Salvando una distancia que en ningún caso puede dar lugar a confundir hechos, vale recordar aquello de Jankélévitch al descalificar como broma pesada plantear el perdón cuando el culpable nada en la abundancia, enriquecido por el “milagro económico”, en este caso, el de la multiplicación de fondos para campañas electorales y el de la acumulación privada de capital en paraísos fiscales.
resulta insostenible pedir perdón cuando se escamotea la condena penal, como si con ello se quisiera restar fundamento a una moción de censura
No por ser necesaria y plenamente justificada se presenta fácil la moción de censura del PSOE. Ha de hacer frente a la intoxicación mediática que se ha activado contra ella, curiosamente por quienes se han acomodado al hedor de la corrupción sistémica del PP. Ha de lidiar con la arrogancia de un partido que se ve en la cresta de la ola demoscópica, pero al que esto ha pillado con el paso cambiado: Ciudadanos, que se apresta al juego que quiere ser ventajista de una “moción instrumental” que la Constitución no contempla –¡ese partido, que va de constitucionalista inmaculado!–, para plantear con intención de boicoteo que el candidato no ha de ser ni Rivera ni Sánchez. Sólo falta que al “modo italiano” proponga un tecnócrata, tan a gusto de los “naranjas”. Y, para que no falte nada, Ciudadanos se niega a coincidir en el voto con los independentistas, cuando hace unos días, sin ir más lejos, no tuvo empacho en compartir con el PNV el derecho a decidir el apoyo dado a los presupuestos del Estado presentados por el gobierno del PP.
Desde el PSOE se acepta convocar elecciones en un plazo breve, lo cual es razonable, pero no siendo algo inmediato de un gobierno “instrumental”, lo cual no es menos razonable. No es cuestión baladí generar un clima en el que la dignidad democrática pueda ciertamente recuperarse. Mas para ello es claro que hay que contactar con otras fuerzas políticas, de lo contrario quedaría imposibilitada cualquier acción de gobierno dada la composición del Congreso. Llegar a ciertos acuerdos en políticas sociales urgentes con Podemos no es descabellado, como tampoco lo es abrir alguna puerta al diálogo que tan necesario es en Cataluña y el Estado. Nada de eso es hacer concesiones fáciles o gratuitas, sino establecer condiciones de credibilidad y confianza para abrir paso a lo necesario, sabiendo que no faltan quienes quieren seguir declarándolo imposible. El PSOE no debe reincidir en el error de mostrar reticencia a que desde ERC o PDeCat se vote a favor de la candidatura de Pedro Sánchez; primero, porque están en su derecho de hacerlo y, segundo, porque no deja de ser, si así fuera, expresión de una voluntad de aproximación de posiciones que nos es imprescindible. Hay que neutralizar pues, la coartada españolista para que los fantasmas que desatan, como ocurrió en el pasado, y padeció en sus carnes quien era y ha vuelto a ser secretario general del PSOE, no impidan abrir la etapa nueva que puede iniciarse. Marx nos advertiría: si la primera vez acabó en tragedia, no dejéis que una segunda se os convierta en farsa. ¡Hablemos!
Queremos sacar a Guillem Martínez a ver mundo y a contarlo. Todos los meses hará dos viajes y dos grandes reportajes sobre el terreno. Ayúdanos a sufragar los gastos y sugiérenos temas
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José Antonio Pérez Tapias
Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).
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