“Si Diego Costa está bien, podemos ganar a cualquiera. De eso pueden estar seguros”. Palabra de Simeone, profeta del Nuevo Testamento atlético. No es una simple opinión, es algo más que una declaración de intenciones del argentino. Es un argumento de peso. El Cholo jamás ha ocultado que se pasó los veranos exigiendo su regreso, siempre ha repetido que Costa es su jugador favorito y en varias ocasiones le ha considerado el mejor futbolista que ha entrenado. Diego Costa, hummer particular del Cholo, es un anillo al dedo del cholismo. Barre el frente de ataque, percute, incordia, pega tanto como recibe y transmite un poder de intimidación brutal. Si Costa está enchufado, el Atleti vuela. Y si no está encendido, el Atleti entra en modo apagón. Simeone sabe cómo le necesita: enfadado con el mundo, volcánico y en ebullición constante.

No es que el Atleti no tenga este curso jugadores fantásticos, porque el Cholo sabe que los tiene: ahí emergen Antoine, Oblak, Godín, Saúl, Koke, Lucas o Lemar. Todos tienen calidad, personalidad y saben qué escudo representan y para quién juegan. Y sin embargo, ninguno es tan vital para el sistema neurálgico atlético y tan necesario para el potencial agresivo del grupo como lo es Costa para Simeone. Su regreso, jaleado por los atléticos y deseado por el vestuario, no fue fácil. Venía sin ritmo, tuvo que trabajar, estar meses sin jugar, sufrir alguna que otra lesión muscular y finalmente, brillar esporádicamente, incluso faltándole rodaje. Costa siempre da lo que tiene: entrega, pundonor, pelea, generosidad y desmarque. Y sin embargo, tanto el Atleti como Simeone necesitan un poco más de él.

Exactamente, necesitan que Diego recupere el tono monstruoso que demostró en Tallin, donde devoró al Madrid. Si el Costa actual logra parecerse a aquel animal voraz, salvaje e imparable de la Supercopa de Europa, el equipo colchonero va a dar el salto de calidad definitivo. Y no hablamos de goles, sino de rendimiento, de punta de velocidad, de potencia para dañar a los rivales. El de Lagarto nunca ha sido un prodigio en la definición, ni tampoco un delantero con un elevado índice de eficacia, pero siempre ha sido un generador único de ocasiones, de peligro y de constantes llegadas. Alguien que interpreta el fútbol como una pelea y que sólo baja la cabeza para besarse el escudo. Y Simeone necesita que vuelva a recuperar el tono que Costa sabe que puede volver a alcanzar. Si quiere, puede, porque sabe. Ahora sólo falta que acabe de romper de nuevo, que ultime su puesta a punto física para ser imparable y que el grupo entienda que para que Costa triture defensas, hay que forrarle a balones.

Hasta la fecha, el Costa actual es un delantero peligroso que se mueve por impulsos, que alterna rachas devastadoras con fases inocuas y buenas apariciones con desapariciones demasiado prolongadas. Le falta regularidad. Y esta es la gran asignatura pendiente del Atleti, la que Simeone sabe que será necesaria en la temporada que más le va a exigir como técnico. Si Costa no eleva su nivel actual, aportando más goles, generando más ocasiones y siendo ese puñal que se clava en el alma de cualquier defensa rival, el Atleti no va a estar en la pelea por los objetivos. Y al contrario, si el de Lagarto vuelve a su estado natural, de pantera en libertad, de animal salvaje y depredador insaciable, el equipo va a crecer tanto que estará listo para poder ganarle a cualquiera. Y cualquiera es cualquiera, se llame como se llame. Nadie puede poner en duda el poder devastador de Costa cuando está desatado. Ahora lo que se le exige es tener regularidad para que esos ataques de furia sean más estables y no sólo esporádicos. Nadie mejor que Simeone sabe que Costa multiplica las posibilidades de éxito de un equipo que, cuando sufre, necesita vivir de lo que siempre fue, vértigo y rock and roll. Eso es Costa. Es la hora del animal. Y Simeone le tiene que pedir que dé un paso al frente. Si Diego vuela, el Atleti levita.