Antoine Griezmann no estuvo entre los tres finalistas del premio The Best después de ganar este curso los títulos colectivos de Mundial, Europa League y Supercopa de Europa, además de los individuales de Balón de Bronce del Mundial, MVP de la final, MVP de la final de la Europa League y MVP de la misma competición. Salvo mejor opinión, una injusticia. Otra más en unos premios en los que nadie sabe qué se vota, qué criterio rige, qué normas valen para una edición y cuáles no, qué títulos cuentan más que otros y cuáles no, porque los votos y requisitos responden a un código ético de geometría variable que cambia dependiendo del nombre del jugador y del equipo al que representa. Nada nuevo bajo el sol. En el caso de Antoine, la industria mediática ha aplicado al galo el protocolo de actuación habitual que le dispensa al Atleti: aquí no pasa nada y si pasa, se le saluda. Como todo lo que sucede en este fútbol-negocio-marketing siempre es susceptible de empeorar, lo de Antoine se ha quedado en una broma al lado de lo de Jan Oblak. A saber: en la elección del once ideal de la temporada, elegido por el sindicato de futbolistas –esto es lo tremendo, sus propios compañeros de profesión–, el esloveno no figura ni siquiera entre los cinco mejores porteros del curso. Sí aparecen Ter Stegen, De Gea, Buffon, Courtois y Keylor Navas.

Alguien podría pensar que la no presencia de Oblak tiene que ver con su no asistencia al Mundial, porque Oblak sí estuvo nominado en 2017, pero la realidad convierte ese argumento en papel mojado, porque aunque Courtois o Keylor sí tuvieron una actuación destacada en el Mundial, Ter Stegen no disputó ni un solo minuto en la Copa del Mundo porque fue suplente, Buffon no acudió porque su selección cayó en la repesca y De Gea, ya saben, no tuvo precisamente la mejor de sus actuaciones como portero profesional. Eso es lo que pesa el Mundial, nada. En cuanto a la media de goles encajados, números y no opiniones, De Gea encajó una media de 0.76 goles por partido, Ter Stegen un 0,81%, Buffon un 0,82%, Courtois un 1,02% y Keylor Navas un 1,11%. ¿Saben qué media tiene el tipo que no ha sido nominado entre los cinco mejores por sus compañeros de profesión? Bingo. Oblak, el portero del Atleti, tiene una media de 0,57% de tantos encajados. Por cierto, este señor lleva cuatro años encajando menos de un gol por partido jugado y ha ganado el Trofeo Zamora de la Liga en tres ediciones consecutivas.

Que Oblak no esté entre los cinco mejores guardametas del curso es incomprensible, sea uno del Betis, del Valencia, del Athletic o del Rapid de Viena. Basta con ver los partidos por TV. Eso sí, a su vez, el de Oblak es el mejor ejemplo posible para explicar que, si esto de los premios individuales nunca tuvo demasiado sentido en un deporte colectivo, ahora el asunto se ha ido de madre, de manera definitiva, porque la credibilidad de los galardones está ya bajo cero. Los futbolistas agradecen los premios para aumentar su caché y su prestigio, es lógico. Tanto como su preocupación cuando ven que lo han merecido y no están entre los que sí figuran. Pero ni siquiera los premiados podrían poner en cuestión que estos premios, que se reproducen y crecen como setas en los últimos tiempos, se han entregado a un constante imperio del ridículo. No prima un criterio futbolístico, sino la lógica del despropósito. El periodista Dani Sanabre comentaba en las redes sociales que vivimos tiempos extraños, porque Messi no está entre los tres mejores jugadores del mundo y Oblak no está entre los cinco mejores porteros. Vivir para ver. Así que hay dos maneras de tomarse estos premios absurdos: llorar o reír. Lo segundo es mucho más saludable. Si Oblak no está entre los cinco mejores porteros del mundo, lo aconsejable es reírse. Y a carcajadas. Perdónales Jan, porque no saben lo que hacen.