Hace sólo unos días que la industria del fútbol, cada día más histérica, nos vendía como un producto enlatado y sensacionalista que el Atleti había tirado la Liga, que la tenía en chino mandarín porque se había dejado muchos puntos, que Simeone estaba siendo cuestionado y que la afición del Atleti (sic) estaba desencantada porque habían dimitido antes siquiera de empezar. Se dijo que la situación era dramática, que el equipo no jugaba a nada, que el Cholo no sabía dar un paso al frente y que la temporada iba a ser poco menos que un martirio. Se repitió, por activa, por pasiva y por perifrástica, que este era el peor comienzo del Atleti de Simeone que, según muchos profetas, tenía que haberse ido hacía mucho tiempo, porque no sabía evolucionar al equipo. Días después, el Atleti está en su lugar natural, metido de lleno en la pelea, después de un puñado de partidos trabajados e intensos, amén de cuatro porterías consecutivas a cero. Y ahora no se rectifica, ni se dice que se exageró, ni se comenta siquiera que igual alguien se precipitó a la hora de enjuiciar al equipo y al entrenador. Nada nuevo. Pero realmente ¿qué ha cambiado? Pues básicamente, nada. Simeone sigue siendo el mismo que siempre fue, su equipo sigue jugando como él considera y los futbolistas han trabajado en la misma línea que lo seguían haciendo. ¿Qué ha cambiado? Pues los resultados.

No deja de tener su miga que a Simeone le acusen de resultadistas los mismos que cambian de opinión y de caballo en mitad del río atendiendo únicamente a si la pelota entra o no. Los que consumen a sabiendas de los consejos del Cholo lo tienen merecido. Los que ya no consumen por higiene mental saben que el camino del Atleti, desde que llegó Simeone, sigue siendo el que es. Unas veces juega mejor, otras peor y la mayoría, compite mejor que bien. Queda mucho por hacer en el Atleti, acoplar a los nuevos, asociarse mejor con la pelota, sacar más partido de los diferentes recursos de los futbolistas y potenciar la competencia interna del grupo que, si recupera lesionados y puede redoblar la intensidad, seguirá creciendo aún más. Lo que ya nadie puede poner en duda es que el Atleti sigue con el pulso firme, atendiendo sólo a lo que le concierne, sin comprar falsos favoritismos o abonarse a discursitos de moda para papel cuché. Sigue su rumbo, inalterable, y continúa trabajando duro para hacer posible lo que una gran mayoría ve imposible. Nada ha cambiado. La esencia del equipo y del técnico son la misma desde hace casi ocho años.

Nadie vende humo, nadie dice ser lo que no es y nadie va a presumir de nuevo rico para caer en una trampa de cazar elefantes. Queda un mundo por delante, mil cosas que mejorar y unos cuarenta partidos por disputar como si fueran finales, pero en cuanto a la realidad del Atlético de Madrid, siga uno el día a día del club o no, ya no se puede engañar nadie, salvo que quiera hacerlo porque le resulte más cómodo. Año tras año, nos venden un futuro apocalíptico para el equipo, un fracaso exprés del Cholo y una temporada que, misteriosamente, siempre acaba en el cubo de la basura en septiembre. Y año tras año, ya saben ustedes cómo, el cuento acaba por transformarse en que el señor de negro que no trabaja para contentar oídos, acaba levantando un trofeo. Van 8 en 7 años. Moraleja: por más que le pese a los sepultureros mediáticos de Simeone, desde que él llegó al Atleti, aquí no se tira nada. Se pelea todo, con uñas y dientes. Y se gane o se pierda, se juegue mejor o peor, la línea sigue siendo la misma. Hay quien sigue empeñado en fabricarle un relato inexistente al Atleti de Simeone, pero el caso es que los números están siempre ahí. No mienten. Este no es un equipo que tira la temporada en septiembre, sino uno que la suele acabar levantando trofeos en junio.