El fútbol popular o cómo devolver el poder a los aficionados
En España crece el número de equipos que pretenden demostrar que es posible otro fútbol, volviendo a la raíz democrática, social y comunitaria de este deporte
Ricardo Uribarri 21/11/2018
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“El sentimiento en el fútbol se debe perder. El sentimiento o la fidelidad están muy bien, pero esto es un negocio”. Así se expresaba el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, en una entrevista en la revista Panenka. Contra esa visión mercantilista donde el dinero es el epicentro de todo, han aparecido en los últimos años una serie de clubes en diversos países de Europa que bajo el lema ‘fútbol popular’, otorgan al aficionado un papel preponderante, alejándolo de la condición de cliente sin apenas derechos que sufre en la actualidad.
Las raíces de este movimiento hay que buscarlas a principios del actual siglo en Inglaterra, cuando la directiva del Wimbledon decidió trasladar al equipo desde Londres a Milton Keynes, a 90 kilómetros de distancia y cambiar la denominación del club. Los seguidores disconformes decidieron crear uno nuevo, el AFC Wimbledon, una situación que se repetiría poco después, cuando hinchas del histórico Manchester United contrarios a su adquisición por parte de un millonario estadounidense, fundaron el FC United of Manchester. Esta corriente se ha ido extendiendo por el viejo continente, existiendo representantes en varios países. En España hay hasta 12: Atlético Club de Socios, Unionistas de Salamanca, CAP Ciudad de Murcia, UC Ceares, SD Logroñés, FC Tarraco, UD Ourense, Xerez Deportivo, Avilés Stadium, UD Aspense y CFP Orihuela y CP Almería.
Todos ellos tienen sus orígenes en alguna de estas causas: son herederos sentimentales de clubes que desaparecieron a causa de desastrosas gestiones económicas; los seguidores tomaron el control por disconformidad con la gestión; fueron creados por aficionados desde cero; o el desapego hacia la directiva de su club de siempre llevó a un grupo de simpatizantes a formar uno nuevo. En este último caso se encuentra el pionero a nivel nacional, el Atlético Club de Socios, fundado en 2007 por unos 100 socios del Atlético de Madrid desencantados con la manera en como el club fue expropiado a través de una conversión fraudulenta en sociedad anónima y de la gestión realizada a espaldas de su masa social.
Su tesorero, Emilio Abejón, que también es secretario general de FASFE (Federación de Accionistas y Socios del Fútbol español) explica que el fútbol de accionariado popular “lo forman equipos que quieren volver a la raíz democrática, social y comunitaria de este deporte. En algunos casos, sus responsables vieron cómo desaparecieron los clubes de sus ciudades debido a una gestión mercantil y cortoplacista y quieren volver a empezar con los pies en el suelo, atados a su comunidad y con estructuras asociativas y democráticas, construyendo a partir de ahí un fútbol distinto al de la élite actual”.
Desde su constitución, el Atlético Club de Socios ha conseguido tres ascensos, militando actualmente en Preferente, y se ha instalado en el barrio de El Bercial, en Getafe. Abejón explica “Somos una entidad pequeña, con apenas 200 socios, y gestionarla no es muy complicado. Tenemos una junta directiva de diez personas y entre 15 y 20 voluntarios que forman grupos de trabajo que funcionan de forma autónoma en la labor deportiva, de captación de recursos, administrativa y social. Nuestra gestión es de tipo asociativo-democrático, donde todos los socios mayores de 16 años tienen voto en la asamblea, que se celebra dos o tres veces al año. En ella se vota cualquier cosa que quieran plantear”.
Este tipo de clubes tiene entre sus características el realizar una labor social. “Un club de fútbol es una entidad que se debe a su comunidad y que debe trabajar en la solución de los problemas que pueda haber en su ciudad o en su barrio, por ejemplo de integración de inmigrantes, o de vivienda. Un partido no es sólo un enfrentamiento en el terreno de juego sino que además es un encuentro social. El fútbol profesional ha tenido una deriva mercantil tan brutal que algunos aspectos en los que antiguamente los clubes eran un factor de cohesión los han ido perdiendo, y ahora mismo no son más que empresas que se dedican a extraer beneficios de sus aficionados”, explica el tesorero del Atlético Club de Socios.
El hecho de estar constituido de una manera no impide el riesgo de dejarse embaucar por los cantos de sirena de inversores económicos que están al acecho. “Es necesario tener una comunidad de gente muy movilizada e ideologizada. Si un club crece sin que las ideas fundacionales se fortalezcan puede terminar cayendo en otras manos. Cuando te acercas al fútbol profesional y empiezan a moverse cantidades importantes de dinero, aumentan los riesgos”, afirma Abejón.
La mayoría de estos clubes que defienden el fútbol popular militan en Tercera división o categorías regionales. El que ha llegado más alto es Unionistas, que compite en Segunda “B”. Tiene su germen en la Plataforma de Aficionados Unionistas que intentó salvar en su día a la Unión Deportiva Salamanca. En apenas cuatro años ha experimentado un crecimiento notable, hasta el punto de contar con 2.700 socios. Su presidente, Miguel Ángel Sandoval, reconoce que “con el impacto mediático que hemos tenido ya se nos ha acercado gente con interés en invertir, pero nuestra filosofía es muy clara, la de demostrar que otro tipo de fútbol es posible y que los socios sientan que ellos son los dueños. No dejamos, por ejemplo, que ningún patrocinador participe en las decisiones importantes. Y no nos valen todos. Hemos rechazado ofertas de casas de apuestas o de clubes de alterne. No vamos a vender el club por un sueño. Si descendemos, no pasa nada”.
Son muchos los que piensan que el modelo económico que ha tomado el fútbol de élite es irreversible y que las distancias entre los más poderosos y el resto seguirán aumentando. Eso no significa, en opinión de Abejón que el fútbol popular no pueda existir. “Pienso que llegaremos a una situación en la que habrá una docena de ultra mega clubes, que serán empresas de entretenimiento global, con varios cientos de millones de presupuesto anual y contratos televisivos espectaculares, ajenos a la idea con la que nacieron, y un fútbol redimensionado que busque funcionar en los mercados locales en el que haya clubes de tipo cooperativo, democráticos y muy volcados con sus comunidades, que tendrán toda la razón de ser y que serán los más favorecedores para un entorno social sano”.
Hay que tener en cuenta además que la vigente Ley del Deporte obliga a los clubes a convertirse en sociedades anónimas si llegan a la Segunda división. ¿Qué harían en Unionistas si algún día alcanzan esa categoría? “Creo que habría alguna fórmula para que los socios siguieran manteniendo el control, como ocurre en Alemania, o el propio Eibar aquí en España, que pese a ser una SAD, sigue siendo de sus socios”, explica Sandoval.
¿Son los últimos románticos del fútbol o la solución a una burbuja que no se sabe si algún día explotará? Sólo el tiempo lo dirá. Abejón lo tiene claro. “El camino es retornar a esa democracia que, paradójicamente, disfrutaban los clubes en los tiempos de la dictadura y que desapareció con la primera Ley del Deporte de la democracia”.
“El sentimiento en el fútbol se debe perder. El sentimiento o la fidelidad están muy bien, pero esto es un negocio”. Así se expresaba el presidente del Atlético de Madrid, Enrique Cerezo, en una entrevista en la revista Panenka. Contra esa visión mercantilista donde el dinero es el epicentro de todo, han...
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Ricardo Uribarri
Periodista. Empezó a cubrir la información del Atleti hace más de 20 años y ha pasado por medios como Claro, Radio 16, Época, Vía Digital, Marca y Bez. Actualmente colabora con XL Semanal y se quita el mono de micrófono en Onda Madrid.
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