Lant Pritchett y el neoservilismo
El economista propone dos castas de personas: unas con derechos sociales y políticos, y otras sin ellos y, por lo tanto, no tendrán ninguna capacidad de influencia en las legislaciones que regulen sus condiciones laborales
Francesca Ricciardi / Alba Sánchez López / Luis González Reyes 9/01/2019
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Recientemente, CTXT se ha hecho eco de una polémica entrevista a Lant Pritchett. En ella, argumenta que Europa necesita una inmigración en masa y rotativa sin reconocimiento de derechos políticos a quienes lleguen. En este artículo discutimos la propuesta. Primero rebatimos tres de los supuestos de los que parte. Después, proponemos que el foco de las políticas migratorias deberían ser las personas más empobrecidas. Finalmente, lanzamos ideas sobre las políticas migratorias que consideramos más adecuadas.
Los supuestos que no compartimos
Lant Pritchett realiza tres supuestos en su artículo que consideramos erróneos y que hacen que sus medidas no solo sean neoserviles, como más adelante sostendremos, sino también desenfocadas.
En primer lugar, el artículo considera que en el capitalismo todo el mundo puede ganar, que con cambiar de ubicación a las personas moviéndolas desde territorios poco productivos a territorios muy productivos es suficiente. Esta apreciación es repetida machaconamente por los adalides del capitalismo y continuamente es refutada por la realidad: en nuestro sistema socioeconómico las desigualdades han tendido a crecer y solo se han revertido fruto de las luchas sociales.
Hay muchas formas de visibilizar esta desigualdad estructural. Una de ellas es la “regla del notario”, formulada por José Manuel Naredo y Antonio Valero, que explica el funcionamiento del capitalismo con el símil de la construcción de una casa. En las primeras fases de la construcción es en las que se producen los mayores impactos ambientales; es cuando se remueven los cimientos y se traen más materiales (las economías extractivistas de las regiones empobrecidas). Sin embargo, es la fase en la que se pagan los salarios comparativamente más bajos. Al contrario, al final, cuando se inscribe la vivienda en la notaría, los impactos bajan notablemente y las remuneraciones se disparan (las economías de servicios y de alta tecnología de los territorios enriquecidos). En realidad, no es posible que la casa se pueda inscribir en la notaría si previamente no se ha construido (que se usen ordenadores si antes no se han extraído decenas de minerales). Del mismo modo, es imposible que haya quienes ganan mucho en el mercado, si no hay quienes tienen salarios de miseria sobre los que se construyó su enriquecimiento. Y la cuestión no es solo de ingresos más bajos para quienes están en la fase inicial del ciclo de producción, sino de que sus condiciones laborales son mucho más duras y penosas, como de manera cínica reconoce Lant Pritchett.
Es cierto, como sostiene el profesor de Harvard, que los distintos territorios, por su posición en el sistema-mundo, brindan oportunidades distintas a la reproducción del capital. Estas oportunidades pueden llegar a permitir a algunas personas migrantes mejores ingresos que en sus lugares de origen. Pero eso sucede porque hay una masa mayoritaria de la población mundial que sostiene, gracias a la explotación de su trabajo, esta mayor productividad de las regiones más enriquecidas. Hay quien gana, porque hay quien pierde.
El segundo supuesto de Lant Pritchett que no compartimos es que considera posible el crecimiento perpetuo. Esto le permite sostener el pilar básico de su propuesta: la “teoría del goteo”. Esta afirma que la riqueza va “goteando” de quien más posee a quien menos y así las personas más empobrecidas reciben algo y, aunque el reparto sea desigual, todo el mundo gana. Sin embargo, el crecimiento sostenido que caracterizó la segunda mitad del siglo XX se ha terminado para no volver.
El capitalismo entró en crisis en la década de 1970. La respuesta neoliberal fue el incremento de la explotación dentro del sistema (peores condiciones laborales, aumento de la productividad, expansión de la economía financiera) y una fagotización de lo que estaba fuera (explotación de la naturaleza, extensión a otras sociedades mediante la globalización y a más ámbitos de la vida). La crisis que estalló en 2007/2008 está mostrando el agotamiento de estas medidas y la inviabilidad de un nuevo periodo de crecimiento.
Detrás de esta crisis está, entre otros factores, la crisis ambiental (cambio climático, pérdida de biodiversidad, crisis energética y material). Por ejemplo, estamos viviendo el final de la energía abundante porque los combustibles fósiles más fáciles de extraer y de mejores prestaciones se están agotando. Se está produciendo el principio del descenso en la capacidad de extracción de petróleo “bueno” (petróleo convencional) y, en breve, del petróleo en su totalidad. Los que van quedando son los crudos no convencionales: los más caros, difíciles de conseguir y de peor calidad. Y lo mismo le ocurrirá en los próximos lustros (o tal vez menos) al gas, al carbón y al uranio. Esto condiciona fuertemente la economía, pues no existe crecimiento sin un aumento proporcional del consumo energético y material.
Así, en lo que concierne a la recuperación de la plusvalía a nivel interno del capitalismo, los márgenes son estrechos:
– El recurso histórico del sistema ha sido incrementar la productividad para con ello rebajar el coste de la mano de obra (que puede mantener su nivel de vida accediendo a mercancías más baratas) y sostener la masa de plusvalía aumentado el volumen de ventas. Sin embargo, la productividad cada vez crece más despacio debido, entre otras cosas, a que el final de la abundancia energética y material está limitando las inversiones tecnológicas rentables.
– No queda mucha mano de obra que incorporar al mercado laboral, una vez que las mujeres están ya en gran parte bajo esa lógica en la mayoría del planeta.
– Las rebajas en las condiciones laborales están teniendo límites en forma de luchas sociales (por ejemplo en China) y, sobre todo, en la imposibilidad de reducir más los salarios sin resentir el consumo.
– Si todavía no se ha producido una disminución importante del consumo ha sido gracias a la expansión gigantesca del crédito. Pero esta estrategia está llegando a su límite, ya que desde la década de 1970 la deuda no es capaz de animar la reproducción del capital a la suficiente velocidad para compensar su crecimiento, lo que está produciendo la creciente acumulación de deudas impagables.
En lo que concierne a la explotación de la naturaleza, los límites energéticos y materiales ya son una realidad palpable. También el cambio climático y la desestabilización ecosistémica. Respecto a la expansión hacia nuevas sociedades, no hay mucha más globalización que llevar a cabo, una vez realizada la inclusión de China y Rusia. Tampoco se puede esperar mucho recorrido de una mayor mercantilización de las poblaciones más empobrecidas mediante estrategias como el “capitalismo inclusivo”. En lo que sí hay algo más de margen es en la privatización de servicios públicos (allí donde llegaron a ser fuertes), pero esto no va a sostener por sí solo un nuevo ciclo expansivo.
De este modo, el crecimiento no va a volver más que de forma puntual y muchas veces ficticia y, en consecuencia, la “teoría del goteo” no solo es injusta y cínica, sino que es inviable.
El tercer supuesto que discutimos de la entrevista es que el actual orden demográfico va a seguir inalterado en los nuevos escenarios de colapso civilizatorio que se están abriendo. Creemos que es probable que se produzca un importante descenso demográfico por el aumento de las enfermedades, el hambre y los enfrentamientos armados. Esto estará causado por la escasez energética, los efectos del cambio climático, la erosión del suelo, los problemas de acceso al agua potable, la degradación ambiental general, la decadencia de la sanidad pública y el aumento de guerras por recursos cada vez más escasos y estratégicos. En última instancia, son consecuencias de una alta densidad de población en un contexto de recursos escasos y sociedades desiguales.
Pero este descenso podrá ser de formas muy distintas. Desde hambrunas y/o genocidios, hasta pilotada colectivamente a través del control de las mujeres de su cuerpo (pero no solo), pasando por algo similar a lo acaecido en Rusia, Polonia o Ucrania durante el colapso del bloque soviético, cuando la población disminuyó debido, entre otros factores, a que falleció algo más joven.
La importancia de centrar el foco en las personas en vez de en los mercados
Consideramos que la visión de la migración de Lant Pritchett defiende los intereses del capital y de las personas enriquecidas, y por lo tanto es colonial y explotadora. Nuestra posición reivindica el reconocimiento de todas las personas como titulares de derechos y el rechazo de la primacía de los mercados sobre la vida, lo que necesariamente cambia el foco de la mirada. Esto es todavía más necesario en los escenarios por venir, en los que creemos que las migraciones se acentuarán, partiendo de una base ya alta, como consecuencia del recrudecimiento de la crisis económica global, del cambio climático, del saqueo de recursos naturales, de la erosión del suelo, de las guerras y del resto de características del colapso civilizatorio en curso.
Una consecuencia de este cambio de foco en la mirada es la importancia de dotar de derechos a quienes ya, de hecho o de facto, tienen menos: las personas migrantes o quienes están en los países empobrecidos. Lo contrario, que es lo que se propone en la entrevista, es crear una especie de neoservilismo. Es decir, dos castas de personas: aquellas con derechos sociales y políticos, y aquellas que no tienen estos últimos y que, por lo tanto, no tendrán ninguna capacidad de influencia en las legislaciones que regulen sus condiciones laborales. En otras palabras, seguiríamos perpetuando, a través de la “liberalización” de las migraciones, el sistema de explotación que sustenta el capitalismo. El ejemplo más claro de esto es cuando el economista Prichett alega que las personas migrantes desempeñan oficios que desdeñan las locales, pero que considera fundamentales. En otra entrevista lo clarifica con una anécdota: “La semana pasada estuve escalando las montañas del estado de Utah, y en la soledad de esa región del oeste de Estados Unidos, a 3.000 metros de altura, me encontré con un pastor de ovejas de origen peruano. Subir el sueldo de los pastores de ovejas al nivel necesario para convencer a un estadounidense de hacer ese tipo de trabajo, destruiría esa industria en Estados Unidos”.
Además, este neoservilismo estaría atravesado por las relaciones de desigualdad actuales. Quedarían en una posición todavía más vulnerable las mujeres, la población no caucásica, quienes tuviesen una lengua materna distinta a la del país de acogida, etc.
Es cierto que la propuesta de Pritchett puede resultar atractiva, y de algún modo ayudaría a mejorar la situación actual de algunas personas migrantes y contribuiría a disminuir la peligrosidad y el sufrimiento que generan las rutas migratorias. Pero la vinculación entre movilidad humana y las necesidades laborales en los países de destino vacía de todo contenido el derecho humano a migrar, y persigue fosilizar las relaciones desiguales existentes en la actualidad. Por otro lado, no hay que olvidar que la migración controlada no disminuiría las heridas que provocan las fronteras, por el contrario, es un instrumento que las fortalece.
Políticas migratorias que atiendan a quienes más lo necesitan
Sin ir a las causas, no habrá posibilidad de abordar el hecho migratorio en todas sus dimensiones y atendiendo prioritarimente a quienes están en situación de empobrecimiento. Esto significa revertir los mecanismos de reparto desigual de la riqueza. Un ejemplo de política en este sentido sería la reversión de los tratados de libre comercio e inversión. También hay que atajar las causas que generan que las personas no puedan vivir con dignidad en sus territorios. En este sentido, habría que luchar para que el cambio climático (que ya es la principal motivación de desplazamientos en el mundo) no se dispare mediante un recorte drástico de las emisiones. En general, habría que abordar el conjunto de problemáticas ambientales y sociales.
Aun atacando a las causas estructurales, las migraciones se seguirán produciendo debido al contexto de colapso del orden actual que ya se está empezando a producir. Así, el cambio climático va a seguir desplazando a poblaciones y la crisis económica estructural empujará a parte de la población fuera de sus lugares de origen.
Esto requiere el pleno reconocimiento de los derechos humanos de las personas migradas, así como el reconocimiento del derecho al refugio por causas más allá de las recogidas ya por Naciones Unidas. Entre ellas deben estar las ambientales. Los Estados más enriquecidos deben hacer frente a sus responsabilidades históricas en materia ambiental reconociendo la deuda ecológica que tienen contraída. También situar la solidaridad, plasmada en la acogida y en la redistribución radical de la riqueza, en el frontispicio de las políticas públicas. Esa es además una medida fundamental para parar el auge del fascismo. Finalmente, es necesario empoderar a la población, a la autóctona y a la migrante, para que pueda satisfacer de manera autónoma (sin pasar por el mercado ni el Estado) sus necesidades.
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Francesca Ricciardi, Alba Sánchez López y Luis González Reyes son miembros de Ecologistas en Acción
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