Las mujeres musulmanas buscan su sitio en el feminismo
Hay gran diversidad entre las musulmanas que viven en España. Muchas de ellas asumen la religión como algo personal y reivindican la interseccionalidad para poder crear un movimiento más inclusivo
Cristina Vallejo 30/01/2019
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Maysoun Douas dirige Excellenting –una compañía innovadora que fundó con su marido– y es musulmana. Ha estado involucrada en proyectos de formación de mujeres, en la lectura del Corán para traerlo al contexto occidental. Arranca la conversación advirtiendo de la pluralidad existente en el seno de la comunidad musulmana: “Cuando habla una mujer musulmana se considera que lo hace en calidad de representante de su grupo, lo que impide ver que hay otras musulmanas que tienen otras formas de vivir y puede provocar que se cuestione a las que no responden a un determinado patrón”. Algo que reafirman todas las expertas que participan en este reportaje. Ello implica que sus valoraciones del auge actual del feminismo son muy plurales.
Isabel Romero, presidenta de la Junta Islámica española, afirma: “Hay personas muy conservadoras, mujeres que se pueden ver reflejadas en posiciones que refuerzan su visión tradicional del mundo, y también hay musulmanas muy progresistas, sobre todo entre la gente más joven que ha nacido en España o tiene un elevado nivel cultural”.
Douas contextualiza: “Los musulmanes que llegaron a España en los setenta y ochenta eran inmigrantes económicos que pensaban pasar un periodo corto de tiempo aquí. Su aspiración era la compra de una casa en su país de origen con los ahorros que consiguieran acumular aquí. No perseguían construir un futuro en España para su descendencia. Pero cuando volvían de vacaciones a Marruecos o a Argelia se percataban de que sus hijos ni encajaban ni querían quedarse allí. Eso provocó que los padres empezaran a plantearse qué podrían hacer sus hijos en España”. Según Douas, ello se materializó antes en las mujeres que en los hombres o, al menos, lo hizo de manera diferente. Las mujeres, al estar más protegidas y más recluidas en el hogar, optaron en mayor proporción por proseguir sus estudios y canalizaron sus ambiciones hacia la formación. Mientras, sus iguales masculinos se miraron más en el espejo de sus padres, ocupados en la construcción y en la industria. Así, las musulmanas menores de treinta años o tienen un grado o han cursado un ciclo formativo, algo que no ocurre tan frecuentemente entre los chicos: “Por cada diez mujeres formadas hay sólo un hombre en las mismas condiciones”, explica esa empresaria.
Feminismo e islam
Para ella, “el feminismo entre las musulmanas se ha materializado: están mejor cualificadas que los hombres y muchas son emprendedoras en potencia. Entre las musulmanas también existe el deseo de independizarse, de formar un familia, tienen sueños y quieren convertirse en dueñas de su futuro y hablar cada una por sí misma”. Pero introduce un resquemor: “La sociedad no nos lo pone fácil. Tenemos que demostrar que somos mujeres, que estamos integradas y capacitadas y que estamos construyendo sociedad con los demás”.
Fátima Tahiri Simouh, investigadora en la Universidad Autónoma de Madrid sobre la juventud musulmana y el Islam en Europa, explica que las musulmanas no difieren mucho de las demás mujeres del mundo: “Todas hemos sido criadas en un sistema patriarcal que invadía todos los ámbitos de nuestras vidas, desde el privado (familia, pareja, amistades) hasta el público (educación, instituciones religiosas, trabajo, ocio, justicia, medicina)”. Pero añade: “Existe una diferencia y es la inclusión de la perspectiva antirracista”, porque “lo que primero que influye para que una mujer musulmana sufra discriminación no es el género, sino la raza y la religión”. “Con raza me refiero a racialización, ya que se suele considerar a las musulmanas –sobre todo a las que llevan velo– como extranjeras y vinculadas al imaginario de la figura del moro/a. Una mujer musulmana nunca puede ser española, siempre se la va a considerar como una inmigrante. Además no es cualquier inmigrante, sino que se trata de una musulmana (mora) oprimida por su religión, que es considerada el mayor de los males, sin tener en cuenta cuestiones tan importantes como el contexto sociopolítico ni otros factores claves para abordar con más precisión la situación de las musulmanas. Se considera al Islam como la religión machista por antonomasia. Esta situación alimenta el imaginario de musulmana oprimida y sumisa que tiene que ser salvada por el Occidente liberador. Por lo que se refiere a discriminación hacia la mujer musulmana, racismo, islamofobia y machismo van de la mano”.
Douas lleva hiyab, y cree que si le dijera a una feminista española que también se considera feminista qué ponerse, la feminista se reiría: “Decirle a una mujer cómo debe vestirse es meterse donde a uno no le llaman. No queremos sustituir al patriarcado por un policía llamado feminismo que diga cuál es el modo correcto de vestirse”. “Su forma de liberarme es quitarme el velo. Su concepto de libertad no coincide con el mío”, afirma.
Isabel Romero, de la Junta Islámica Española, concluye que el velo, llevarlo o quitárselo, no implica ni liberación ni sometimiento
Lo mismo opina la investigadora Tahiri: “Muchas mujeres musulmanas no se sienten interpeladas por el feminismo. En muchas ocasiones podría decir que se sienten ninguneadas e incluso violentadas. La cuestión religiosa y racial es tan fuerte que invisibiliza la cuestión de género e impide que haya esa deseada sororidad entre mujeres e incluso provoca que otras mujeres opriman y discriminen a las mujeres musulmanas”. También cree que desde una perspectiva feminista existe una disparidad de visiones respecto al velo: "Desde el feminismo occidental se considera una opresión y, por lo tanto, hay que eliminarlo. Mientras que desde el feminismo islámico se defiende que cada mujer tiene que ser libre de usarlo, o no, y darle el significado que ella considere oportuno”.
Douas por ejemplo, dice que con hiyab está más cómoda y que ha escogido mostrarse así en sociedad porque quiere que se la valore por lo que es, por su formación, por su educación, por su amabilidad, y no por su apariencia física. Afirma que tras esa elección hay razones espirituales y religiosas. Pero también se queja de tener que dar explicaciones sobre su decisión; considera que preguntarle por sus razones es violentarla.
Isabel Romero señala que llevar el hiyab no implica que una mujer sea más o menos religiosa. Está bastante aceptado que la religiosidad es algo interior. Hay mujeres, dice Romero, que consideran que el hiyab muestra un compromiso espiritual, pero también hay otras mujeres que han escogido quitárselo. De ahí que concluya que el velo, llevarlo o quitárselo, no implica ni liberación ni sometimiento.
María Jiménez Delgado, profesora de Sociología en la Universidad de Alicante, explica que en un proyecto en que está involucrada sobre juventud musulmana se ha encontrado con mujeres jóvenes y religiosas con hiyab y que, al mismo tiempo, se definen a sí mismas como feministas, anticapitalistas y antisistema. “Puedes llevar hiyab y llamar a las mujeres a que salgan a la calle a reivindicar sus derechos”, afirma Jiménez. Esta investigadora ha percibido que entre las musulmanas hay una reinvidicación clara y un deseo de igualdad de derechos. Precisa que en la generación de musulmanas jóvenes no hay distinciones respecto al resto de chicas de su edad. Apunta, de hecho, que las diferencias generacionales que puede haber entre las musulmanas son similares a las que pueden existir entre el resto de españolas. Aunque además señala que si bien el primer motivo de la emigración fue la mejora de las condiciones económicas, a partir de ahí, incluso dentro las primeras generaciones de migrantes, las mujeres incorporaron a sus anhelos los de la libertad y la emancipación.
Tahiri insiste: “Se ha hiyabizado a la mujer musulmana. Los medios y la política sólo se preocupan por el cuerpo de las mujeres musulmanas, sobre todo del hiyab. Siempre que hay una noticia sobre el islam, terrorismo o inmigración, que en su conjunto suelen ser noticias negativas, se acompaña de una imagen de una mujer musulmana con velo. Con esto se refuerza el esterotipo de musulmana sumisa y oprimida por una religión machista, pero a su vez la mujer musulmana representa el peligro del Islam como amenaza para la Europa civilizada. Es decir, se encierra a la mujer musulmana en un túnel sin salida en el que sólo puede ser víctima o verdugo”.
Las mujeres musulmanas y su preocupación por los textos e interpretaciones religiosas
Como cuestión propia del feminismo islámico, Isabel Romero explica que hay una parte de las musulmanas preocupadas por los textos del Corán y su interpretación. Existen movimientos de mujeres que miran el Islam y sus escritos “con ojos frescos”, sin tener en cuenta la interpretación de la tradición que históricamente ha estado en manos masculinas. Así, al abordar los textos coránicos dicen que ahí no necesariamente se encuentra la discriminación de la mujer.
Para Tahiri “el feminismo islámico surge como un movimiento en el que se considera que la religión debe ser liberada de la interpretación machista y misógina que se ha hecho de los textos religiosos”. Y añade: “En el Islam existen el divorcio, el aborto y la propiedad en manos de las mujeres; sin embargo, el patriarcado y las políticas machistas de muchos regímenes de países musulmanes han privado a las mujeres de estos derechos. Se ha considerado a la religión como la base de todo el mal de todas las personas musulmanas del mundo sin analizar las cuestiones políticas y sociales que son las que verdaderamente influyen en la vida de las personas, sean musulmanas, o no”.
Hay conflictos entre el feminismo occidental y el musulmán, hay incomprensión y seguramente falta de comunicación
Mariví Pérez, doctora por la Universidad Autónoma y coordinadora de la oficina de atención a personas migradas del Ayuntamiento de Alicante, ha entrevistado para su tesis doctoral a profesoras que dan clases de Islam en mezquitas españolas: el suyo, explica Pérez, no es un activismo de lucha en la calle, sino de transmisión de conocimiento entre mujeres. Las profesoras, continúa Pérez, no categorizan lo que hacen como feminismo, aunque su labor va dirigida a empoderar a otras mujeres, a dotarlas de herramientas, a reconocerse como sujetos capaces de leer el Corán para que nadie se lo tenga que contar.
Las mujeres que realizan esta labor, afirma Pérez, consideran que el rebrote feminista contemporáneo les es ajeno y no pretenden unirse a esa lucha. Además, añade, estas mujeres no están preparadas para exhibirse, no tratan de ser visibles, no buscan exposición pública. O, al menos, eso sucede con las mujeres mayores de cuarenta años que han llegado a España siguiendo a un marido. En cambio, sí observa que, entre las musulmanas nacidas en España, se registra una mayor exposición y actitud reivindicativa en las redes sociales, por ejemplo.
Islam y feminismo... ¿Incompatibles?
María Jiménez Delgado ha detectado otro un motivo de crítica por parte de las musulmanas hacia el feminismo: se asume que éste siempre tiene que ser laico. Para Isabel Romero: “Se considera que profesar una religión impide adquirir conciencia feminista”. Pero “la religión no es una barrera”, asegura Douas.
Hay coincidencia entre las expertas que participan en este reportaje en que la religión es algo personal, que cada musulmana elige vivir el Islam a su manera, igual que puede ocurrir en la comunidad cristiana o católica. “No hay una única forma de creer”, afirma Douas. La religión islámica no es ajena al proceso generalizado de la individualización de la religión que resulta en que cada creyente establece su relación con Dios a su manera, como recuerda Jiménez Delgado. Y ello también tiene consecuencias en cómo entienden las relaciones personales, íntimas, sexuales, en lo que muestran actitudes muy abiertas, según declara la profesora de la Universidad de Alicante y ratifica Douas, afirmando que hay musulmanas que optan por independizarse y no casarse, y otras que escogen no formalizar sus relaciones.
Según Fátima Tahiri, la percepción que en España se tiene de que ser religiosa y feminista es incompatible puede deberse a que “la historia del feminismo occidental se caracteriza porque su lucha se erigía sobre todo contra la Iglesia, que mantenía posiciones contra la libertad de las mujeres, como el divorcio o el aborto”.
Por una reconciliación
Hay conflictos entre el feminismo occidental y el musulmán, hay incomprensión y seguramente falta de comunicación. ¿Cómo se puede resolver? “El feminismo occidental está intentando buscar su lugar, no está definido, tienen que intervenir más actores. Las minorías no están participando. Tendría que abrirse el diálogo”, afirma Douas. De lo contrario, añade, el movimiento feminista podría tener que pagar el precio de aislar a las minorías que podrían no verse reconocidas en esa lucha, lo que podría implicar que haya personas con derechos y otras excluidas. “Reconociendo a las minorías se evita la creación de guetos sociales”, añade.
Tahiri cree también que las mujeres musulmanas quieren que se les dé cabida en el movimiento feminista: “Están hartas de que se hable de ellas y decidan por ellas en el seno de muchos de los feminismos. La reivindicación principal es el debate sobre el sesgo racista del feminismo y que se tenga en cuenta la interseccionalidad, como se defiende en otros feminismos, como el de las mujeres negras. Urge cuanto antes un debate sobre el sesgo racista y su eliminación para poder crear un movimiento feminista más inclusivo”.
Maysoun Douas dirige Excellenting –una compañía innovadora que fundó con su marido– y es musulmana. Ha estado involucrada en proyectos de formación de mujeres, en la lectura del Corán para traerlo al contexto occidental. Arranca la conversación advirtiendo de la pluralidad existente en el seno de la comunidad...
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Cristina Vallejo
Cristina Vallejo, periodista especializada en finanzas y socióloga.
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