PROCESANDO EL PROCESO AL PROCÉS (I)
Supremozaje
La defensa de Junqueras y Romeva ha soltado que la fiscalía tiene un testigo protegido. Se trata de alguien de quien, por motivos de seguridad personal, no se ofrece su nombre
Guillem Martínez 12/02/2019
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MADRID. El país va bien, o al menos el viaje en AVE a Madrid transcurre entre ejecutivos, que vociferan al móvil y al mundo que están haciendo unos negocios fenomenales. Uno se está poniendo las botas vendiendo un producto financiero, francamente interesante, que no inmoviliza el capital inicial. No tengo ni idea de lo que es. Igual se come. Llegamos a Atocha, nos abalanzamos sobre el andén y nos damos de codazos. Sólo sobreviven los más fuertes. Una vieja con un visón, un kelly y una pulsera con la bandera española, 12 ejecutivos –el del producto financiero francamente interesante, pues no; si lo que gritaba al telefonino era verdad, sólo nos recuperaremos en 200 años–, y yo, que como voy vestido funcional me confunden con el maquinista. Taxi. Hotelazo, donde se me recibe con cóctel, montadito de oso panda y el sacrificio humano habitual. Cita con Miguel Mora, egregio director de CTXT, para acabar de planificar los próximos ¿tres? meses de juicio. Cuando acabamos me dice: “¿un coponcio, Martínez?”. Venga ese coponcio, Mora, digo. Lo siguiente que recuerdo es despertarme en la bañera del hotelazo. Porque espero que esto sea el hotelazo.
BIOTOPO TS. Mientras me ducho y me froto fuerte detrás de las orejas, Eli Gazegel me envía mensajitos. Periodista avanzada a su tiempo, Eli ha sido, de hecho, la primera en acreditarse –si esto fuera una democracia consolidada, le hubieran regalado un jamón–. Ahora se entretiene en observar la cola del público. Se trata, íntegramente, de chicos/as y dinosaurios/as Vox. Pactan en voz alta que tienen que disimular que son de Vox, y que cuando pase Javier (Ortega Smith, junto con Pedro Fernández, la acusación de Vox; o The Smiths), no deben sonreírle. Sí, la extrema derecha es entrañable. Hasta que le da el siroco. Hola, ya estoy haciendo cola. Cerca de la cola del público, en una cola king-size de periodistas. Hemos venido todos los periodistas disponibles en el mercado, el periodista con los pies pequeños, el de zapatos lustrados, la que va vestida de esquimal, el que lo sabe todo, y el que se despierta en una bañera. Los chicos/as Vox, en efecto, cuando pasa alguien de Vox, no le sonríen, sino que lanzan vivas a Españñña –con esa ñ que le han chutado esteroides–, y le dan las gracias por haberla salvado. España es, por cierto, el país del mundo que más veces ha sido salvado. Luego, según la NASA, viene Narnia. Cuando pasan procesistas, a su vez, les da el aludido siroco.
TS, DESCRIPCIÓN. Las acreditaciones las hacen a óleo, o al menos van muy lentas. Le digo a un jubilado de Vox que esto parece una cola venezolana, pero no me ríe la gracia. Llevo 2 horas en la cola, que no se mueve, lo que hace de esta cola, snif, una de mis relaciones más estables. Finalmente viene un señor importante, que nos recoge y nos cuela en el TS by the face. Yupi. Bueno, TS supremo, descripción. Es un pasillo, unas escaleras y otro pasillo con periodistas corriendo a toda leche hasta diversas salas repletas de periodistas, y un salón de actos con pantalla gigante, sin enchufes, que es donde me quedo. El juicio, por otra parte, debería haber empezado. Pero aún no lo ha hecho. En el ínterin, les hago un usted-se-encuentra-aquí. Este juicio no debería haberse producido. La patología democrática, la conculcación, la rareza, lo inquietante es que un problema político, o de políticos, acabe en un juicio. Lo que explica rarezas en la justicia española, por lo demás, un Estado considerado democrático a lo bestia en el ranking de The Economist, y que está en la cola de países con causas en el TEDH (Tribunal Europeo de Derechos Humanos) –Rusia, 14.000, Alemania, 678, España, 550–. Las rarezas es lo que hacen que algo sea imprevisible. Rarezas: el juicio tiene su origen en personas que han pasado a mejor vida –como el Fiscal General del Estado, Maza–, y personas que han pasado a una vida aún mejor –como Rajoy, que ahora es registrador–. Que el Fiscal General haya empezado todo esto es la primera rareza, o rareza a) los fiscales tienen una relación con el ejecutivo más íntima de lo decoroso. Rareza b) la causa pasó por la Audiencia, esa rareza, o rareza c) El juicio, rareza d) en todo caso, debería, rareza e) haberse celebrado en el TSJC (Tribunal Superior de Justicia de Cataluña). Al parecer no se hizo allí para evitar que cada día hubiera 40.000 pollos llorando, como cuando el juicio a Mas. Por otra parte, rareza f) un fiscal ha aducido, además, que la justicia no es fiable en Catalunya, mientras que es fiable, se deduce, en el TS. El TS o rareza g) un objeto muy próximo al CGPJ (Consejo General del Poder Judicial) o rareza h) es una institución que funcionó en otros países con pasado fascista para depurar la justicia, mientras que aquí, rareza i) no está claro no sólo que lo haya conseguido, sino que no lo haya evitado. En todo caso, esa institución parece ser el epicentro de un reparto de la justicia por algo parecido a cuotas. O, al menos, hace un tiempo, un senador del PP se jactaba, rareza j) de que el PP dominaría la sala para este juicio. Este juicio, por tanto, podría ser un buen momento para explicar la normalidad y la rareza de la justicia española. Pero puede ser que no lo sea.
LA RAREZA COMO NORMALIDAD. Es decir, este juicio no sólo puede ser un esperpento, sino dos. Al esperpento de ver una justicia con tramos, puntuales, si bien llamativos, de aproximación al Ejecutivo –y a cierta ideología nacionalista y conservadora–, se puede acceder a ese otro esperpento de una cultura muy parecida llevada a juicio. El procesismo –y esta ha sido la lectura de este periodista– no quería hacer un Estado, y no hizo intentos serios para llevarlo a cabo –esa, por cierto, es la tesis del tribunal de Schlleswig-Holstein, que se peló la euroorden de Llarena contra Puigde–, pero en el trance de dibujar un Estado, le salió algo muy parecido a España: un Estado nacional –esa cosa sienta muy mal a todo el mundo–, y con pitote entre Ejecutivo y Judicial –como se vio en aquella Llei de Transició que nunca se pensó utilizar–. Molaría que el procesismo evidenciara las contradicciones de la justicia española, pero el procesismo –sentimentalismo, propaganda, mentiras, triquiñuelas, silogismos legales y datos que confunden al observador; como, por ejemplo, que haya una exiliada sin cargos penales en España–, que no ha servido para crear ningún precedente legal para un proceso de autodeterminación en Europa, puede que tampoco sirva para esto. Si es así, o si es lo contrario, lo veremos en los próximos tres meses. Rayos, empieza el juicio.
EL JUICIO. La secre lee el tráiler –delitos, cargos, etc.–. Cuando oigo “entramado perfectamente organizado llamado procés”, me da la risa. Hablan las defensas para intentar impugnar o plantear nuevas pruebas. Empieza Andreu Van den Eynde, defensa de Junqueras y Romeva. Primacía, frente a una defensa jurídica, de una defensa política, no muy agresiva, diría –esa defensa, me dicen, tendría valor, variable, en el caso de que la cosa llegue al TEDH; no está claro que llegue; hipótesis: imaginen que, tras una posible condena, un Gobierno ofrece un indulto, a cambio, claro de abandonar litigios–. Importante, submodalidad importantísima: Van den Eynde suelta que la fiscalía tiene un testigo protegido. Ampliación: se trata de alguien de quien, por motivos de seguridad personal, no se ofrece su nombre. Por lo que puede ser: a) un infiltrado, o b) un chivato. Los casos a) o b) son un marrón para la defensa. Al menos, en las pelis. Procede Xavier Melero –defensor de Forn, Borràs, Corominas y Guinó, es decir, de un grueso de los acusados. Pasa ocho pueblos de cualquier defensa político-sentimental. Plantea una defensa jurídica dura, consistente en cargarse los cargos de la fiscalía, por otra parte exagerados. Me dice un penalista que Melero puede conseguir con esa táctica, que ya lo veremos, que los delitos propuestos acaben en desobediencia, algo que dibuja mejor lo que pasó, y que no supone pena de cárcel. Pide, básicamente, que el TS asuma la causa contra Trapero –el jefe de los Mossos–, que ahora está en la Audiencia, y pide, como testigo, al ministro Zoido. Jordi Pina –abogado de Rull, Turull, Sánchez–, parece que profundiza la defensa político-sentimental. Dato importante: lleva gafas con rollo amarillo en la montura. Lo que me parece una metáfora. De una defensa visual, y a percibir sólo en Catalunya. Quizás, glups, de una defensa más electoralista que política. Procesista, vamos.
MAX-MIX. Por lo que oigo mientras escribo todo esto, las defensas se organizan en esos dos ejes: Pina/Van den Eynde vs. Melero. Lo que ya veremos si supone un conflicto entre las defensas. Rasgos comunes de las defensas, no obstante: conculcación de derechos políticos de los prisioneros, petición de libertad provisional, o de mejora de situación de los prisioneros –me temo que eso sí despertará el interés del TEDH– y, con menos énfasis en Melero, petición para dilatar la causas. Parece ser que el interés procesista puede ser, en efecto, que esto llegue hasta las municipales. Pausa, alcachofas salteadas con jamón, café, café, café, café, café, y vuelvo a la sala. Mientras aquí salvan España, en el Congreso, la niquelan/han empezado a pelarse los Presupuestos Generales de Sánchez. Por lo que sea, por aquí abajo hay cierta sincronización entre política/justicia e información. Mañana les sigo explicando.
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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