Pablo Iglesias contra las fuerzas del mal
El líder de Podemos reconoce errores de su partido y reivindica los logros en su vuelta a la política activa
Elena de Sus 24/03/2019
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Estamos en la plaza del museo Reina Sofía, en Madrid. Son las seis de la tarde de un sábado. La multitud se apiña en torno a un escenario morado, pequeño y redondo. Gritan “sí, se puede”. El cielo está cubierto de nubes grises.
Se celebra el acto de presentación de la campaña electoral de Unidas Podemos para las generales del 28 de abril. O el retorno a la vida pública de su candidato a la presidencia del Gobierno, Pablo Iglesias, tras unos meses de baja por paternidad.
Muchos de los asistentes tienen entre cincuenta y sesenta años. Pertenecen al baby boom, esa generación peculiar. En cuanto a los jóvenes, que también los hay, la mayoría parecen vecinos del barrio, que no es otro que Lavapiés, el hogar de los románticos. “He ido a tres presentaciones de libros esta semana”, comenta el señor situado a mi derecha.
De repente, mi mirada choca con la de un joven de piel oscura y ojos negros rasgados. Me mira inquisitivamente, me enseña lo que lleva en la mano y me pregunta: “¿Cerveza?”
Durante el mitin, los lateros recorren la plaza, estoicos, y los turistas entran y salen del museo de arte contemporáneo, cuya puerta se sitúa a la espalda de los congregados.
El acto dura dos horas y cuarto. Intervienen dieciocho personas (aunque el cartel solamente hablase de “él”) y la orquestación es impecable. Se divide en cuatro bloques.
En el primero hablan Noelia Vera; María Eugenia Rodríguez Palop, flamante cabeza de lista para las elecciones europeas; Isabel Serra, que encabeza la candidatura para la Comunidad de Madrid, Rafa Mayoral, Ione Belarra, Pablo Echenique e Irene Montero. Su intención es levantar la moral de la tropa. Insisten en que “sí se puede”, en que incluso “estamos más cerca que nunca”, en que “las calles son nuestras”. “Destruiremos 1.000 kilómetros de muros con 1.000 kilómetros de besos”, proclama Palop. “No querían a Pablo Iglesias de presidente del Gobierno, lo tendrán de presidente de la República”, suelta Mayoral.
En el segundo bloque, salen al escenario representantes de varios colectivos cuyas reivindicaciones defiende el grupo político: una taxista madrileña, un vecino de Sant Joan Despí que participó en protestas contra la subida de los alquileres, una pensionista y una estudiante universitaria. Todos agradecen el apoyo de Unidas Podemos.
A continuación les llega el turno a los líderes de algunos de los partidos y marcas que integran la coalición: Juantxo López de Uralde (Equo), Ernest Urtasun (Catalunya en Comú), Enrique Santiago (PCE), Yolanda Díaz (En Común, la nueva marca de la confluencia para Galicia), Jaume Asens (En Comú Podem) y Alberto Garzón (IU), uno de los más aplaudidos. Todos dan su apoyo al candidato Iglesias. Algunos intentan convencer a sus simpatizantes de que la coalición defenderá sus intereses, otros buscan ganarse la simpatía del público madrileño. “Cataluña os ama”, dice Asens, quien recuerda el Madrid republicano y el “no pasarán”.
A las siete y media aparece por fin el cabeza de cartel. Se ha dejado crecer el pelo. Más aún. Su coleta es larga y tupida.
En primer lugar, agradece su apoyo a los voluntarios de la campaña. Después menciona, por estricto orden de aparición, a los taxistas, a quienes luchan por la vivienda, a los pensionistas y a los estudiantes.
Apesadumbrado, decide revelar al público los límites de la acción parlamentaria. “Nos han dicho que la soberanía reside en el Parlamento, no es verdad”. Habla de “veinte familias” que mandan más que los diputados. Cita a Botín, Pérez, Ortega, Fainé. Habla del fondo de inversión Blackrock, de las multinacionales y de los dueños de los medios de comunicación privados. Advierte de que “van a por nosotros”.
En segundo lugar, admite que “Podemos ha decepcionado a mucha gente” y reconoce los errores del propio partido. “Nos creímos demasiado la cortesía parlamentaria”, “hemos dado vergüenza ajena con nuestras peleas internas”.
A continuación, pasa a repasar los logros obtenidos, a pesar de todo lo anterior: la ruptura del bipartidismo, las victorias en los ayuntamientos (aunque dice que le gustaría saber a quién va a votar Carmena el 28 de abril), el salario mínimo de 900 euros, la “unidad popular”.
Defiende la postura de su partido en Cataluña: “No queremos presos políticos, no se soluciona un conflicto político a palos” pero “no queremos que Cataluña se vaya, el independentismo ha sido un error”. Reivindica un nacionalismo de Estado (“defender la patria es defender la sanidad pública, las pensiones, etc.”) compatible con identidades distintas y una serie de derechos, libertades y responsabilidades recogidas en, mira tú por dónde, la Constitución española. La cita literalmente.
Repite una y otra vez que las alternativas son “un señor a caballo con pistola” o una coalición entre PSOE y Ciudadanos que será cobarde, a la que “le temblarán las piernas”. Cerrando el círculo, dice que su objetivo es “que podamos decir que los diputados mandan más que Blackrock” y que la gente “retome el control de sus vidas”. Asegura que las elecciones generales serán constituyentes, porque el orden establecido está roto. Finalmente presenta el lema de la campaña: “La historia la escribes tú”.
A pesar de este crescendo final, el mensaje ha sido conservador, defensivo. Es lo que toca. Suena Bella Ciao. No es la versión de La casa de papel. La interpreta una voz femenina. Son las ocho y cuarto. La gente empieza a marcharse.
“La última vez que vine pusieron sillas, esta vez creo que no”, comenta una señora mayor, sentada en los escalones que dan a la plaza del emperador Carlos V. “Y claro, ha sido muy largo, eh…”, añade.
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Elena de Sus
Es periodista, de Huesca, y forma parte de la redacción de CTXT.
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