Cristianas y feministas: una revolución desde dentro
Frente a quienes afirman que la religión es incompatible con la igualdad, ellas defienden el mensaje emancipador de la Biblia
Nerea Balinot 3/04/2019
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La primera gran provocación de las feministas norteamericanas fue leer la Biblia.
Susan B. Anthony y Elizabeth Cady Stanton, pioneras del sufragismo, ya habían denunciado la opresión de las mujeres en la Declaración de Seneca Falls (1848) y habían luchado por la abolición de la esclavitud. Incluso habían roto el consenso de este movimiento al rechazar aquellas enmiendas que, en sus principios de igualdad entre razas y derecho al voto para todos los ciudadanos, olvidaron a las mujeres. Sin embargo, nadie afirmó que el mismo demonio estaba entre ellas hasta que empezaron a leer, estudiar y comentar el libro sagrado.
El resultado de esta transgresión fue La Biblia de las mujeres, una obra formada por los comentarios de decenas de expertas que buscaron a las mujeres en los textos cristianos y cuestionaron las interpretaciones masculinas que se habían hecho hasta entonces. Según Silvia Martínez, presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas, cuando comenzaron su estudio se dieron cuenta de que ‘‘la Biblia no es lo que les estaba contando el cura’’. Entonces, se plantearon: ¿si aquí dice que todos somos hijos de Dios, por qué se margina a las mujeres?
la religión se ha utilizado para sostener el patriarcado; sin embargo, cada vez son más quienes luchan para demostrar que la discriminación no es ‘‘palabra de Dios’’
Durante siglos, la religión se ha utilizado para sostener el patriarcado; sin embargo, cada vez son más quienes luchan para demostrar que la discriminación no es ‘‘palabra de Dios’’. Entre ellas, la teóloga Silvia Martínez, quien afirma que el cristianismo es subversivo –pues apuesta por una comunidad de iguales– pero ‘‘la religión es machista porque está dominada por hombres’’ como el resto de instituciones. Esto provoca que no sigamos el mensaje de Jesús, añade, sino el de aquellos que lo interpretan desde sus criterios patriarcales.
Para comprender qué significan los textos sagrados en su contexto y reivindicar el mensaje igualitario de las escrituras nació el cristianismo feminista, un movimiento entre fronteras que aún es observado con recelo por los dos grandes grupos que lo conforman.
A él llegó Margarita Pintos –teóloga, cristiana y feminista– a través de un Congreso de la Teología de la Liberación celebrado en Ginebra. Por las noches, las mujeres que quedaban excluidas de la agenda oficial se reunían en un sótano para hacer teología siguiendo los paradigmas del feminismo y, por lo tanto, denunciando ‘‘la situación de sometimiento y exclusión de las mujeres en las tradiciones religiosas’’.
Su objetivo era deconstruir los discursos machistas que inundan las iglesias, una tarea pendiente para una religión sostenida por mujeres cuya voz aún no se escucha. Mientras los obispos sugieren ‘‘abordar el papel de las mujeres’’ en el próximo sínodo y el Papa Francisco lamenta que aún no exista una profunda teología de la mujer, Silvia Martínez denuncia la invisibilización que sufren y le reprocha: ‘‘Chico, lleva haciéndose 50 años, si no te has enterado…’’
Las ‘‘líneas moradas’’ de la Biblia
Como teóloga feminista, Margarita Pintos trabaja para encontrar ‘‘la línea morada de las escrituras’’, es decir, esos textos de emancipación para las mujeres que el patriarcado ha ocultado. Más allá de ese eje existen otros pasajes misóginos que no pueden negarse, admite, pero que tampoco deben acatarse. Recuerda a San Pablo afirmando: ‘‘ella se salvará por su maternidad’’ y explica: ‘‘Eso ha marcado la historia de las mujeres. Tenemos que conocerlo para saber de dónde venimos’’.
Su teología comienza por el principio: sexto día de la creación del mundo, primer capítulo del génesis, Dios crea al hombre y la mujer –como iguales– a su imagen y semejanza. La famosa historia de la costilla es un fragmento posterior y el hecho de que predomine en el imaginario colectivo es, para Margarita Pintos, la prueba de que se ha ignorado la visión igualitaria.
Entre las mujeres destaca a María, madre de Jesús, una figura ‘‘muy potente’’ que elige libremente tener al hijo de Dios. Siguiendo la tradición de las diosas mediterráneas, explica, es nombrada theotokos, título donde lo importante es la capacidad de la mujer para concebir lo divino o, en palabras de la filósofa Edith Stein, ‘‘una mujer era el ser humano que podía ayudar a fundar el nuevo reino de Dios’’.
Silvia Martínez, por su parte, presenta la anunciación como el relato de una vocación similar a la de Moisés: ‘‘María está envuelta en un proyecto de liberación, es una mujer proactiva y empoderada que no piensa en el varón ni en las consecuencias sociales’’. Aunque matiza que el término empoderamiento es anacrónico, ayuda a sacarla de ese rol maternal y virginal en el que está envuelta.
El movimiento de Jesús de Nazaret, continua Pintos, es igualitario. Durante su vida, encontramos numerosas mujeres acompañándolo y ‘‘no hay una palabra de reproche para ellas, más bien para los hombres que las critican’’. Eran, además, mujeres económicamente independientes –capaces de ‘‘servir con sus bienes’’, dice el evangelio– y que no necesitaban a un hombre para sostenerlas. Ellas formaron parte de la primera comunidad cristiana, permanecieron junto a la cruz cuando todos salvo uno de los doce huyeron y son las primeras a quienes Jesús resucitado se aparece.
nadie fue tan reconocida como María Magdalena nombrada ‘‘apóstol de apóstoles’’, la primera persona en presenciar y transmitir la noticia de la resurrección
Pintos afirma que cuando el evangelio dice ‘‘Jesús se apareció a’’, está diciendo ‘‘Jesús le dio poder a’’ y, en ese sentido, nadie fue tan reconocida como María Magdalena nombrada ‘‘apóstol de apóstoles’’, la primera persona en presenciar y transmitir la noticia de la resurrección. Ella es la gran figura del cristianismo para Margarita Pintos. También, ha sido una de las más insultadas por la Iglesia. Asociada erróneamente a la prostitución desde el siglo VI, la Magdalena es la prueba de que se puede transformar ‘‘una tradición de liderazgo en una de pecado’’ para volver a colocar a las mujeres en el lugar de sometimiento, explica Silvia Martínez.
Junto a María Magdalena –y su misión evangelizadora en Oriente– desapareció el legado de otras mujeres pioneras. ‘‘Entre el libro de los Hechos y las Cartas de San Pablo hay veintitantas mujeres con nombre que lideran comunidades: Febe, Junia, el matrimonio de Prisca y Aquila…”, todas ellas, afirma Silvia, nos muestran un modelo cristiano alternativo al dominado por el varón célibe.
Es a finales del siglo II, añade, cuando comienza a desaparecer la idea de una comunidad de iguales. La propia mentalidad de la época y la necesidad de adaptarse a las estructuras de una sociedad patriarcal provocan que, cuando las comunidades salen del ámbito doméstico, ‘‘aparezca la jerarquización y masculinización de la Iglesia’’, concluye Pintos.
Hacia una Iglesia feminista
Si la Iglesia católica hubiese respetado la tradición de las mujeres, ‘‘habría ayudado a acabar con el patriarcado’’, sostiene Margarita Pintos. Y sin duda, tendría posturas muy diferentes sobre anticoncepción, aborto, relaciones sexuales y cuidados, temas en los que su experiencia es fundamental, pero en los que no está siendo escuchada, añade Silvia Martínez.
Más de medio millón de monjas unidas en la Unión Internacional de Superioras Generales han denunciado los abusos sexuales y laborales que sufren en la Iglesia
El aborto es, sin duda, una de las mayores confrontaciones entre la Iglesia y el movimiento feminista. Para estas teólogas, se trata ante todo de una decisión personal de las mujeres que no debe juzgarse. Es necesario que exista un marco legal que lo regule para que no arriesguen su vida en clínicas clandestinas, explica Martínez, aunque puntualiza: ‘‘Otra cosa es que tú, moralmente, estés de acuerdo con abortar o no hacerlo’’. Margarita Pintos, por su parte, va más allá y crítica que la condena al aborto no tiene fundamento en las palabras de Jesús: ‘‘Es una tradición eclesiástica y ni siquiera es antigua, aparece en el siglo XIX’’. Afirma que está relacionada con las guerras y con la necesidad de mantener a la población imponiendo a las mujeres que tengan hijos y advierte: ‘‘Dentro de poco va a pasar aquí’’. Actualmente, el aborto está penado con la excomunión inmediata, la pena más grave que contempla el derecho canónico y que sin embargo no afecta a otros delitos como el de abusos sexuales. ‘‘Si a un pederasta no se le excomulga y a una mujer que aborta sí, el derecho canónigo pierde todo su valor para mí’’, afirma Pintos.
A pesar de esto, las feministas cristianas siguen considerándose Iglesia y eligen quedarse para cambiar las cosas. ‘‘Queremos que se nos escuche. ¿Acaso la reflexión sobre Dios solo está en manos de los hombres?’’, cuestiona Martínez. Mientras sea así, añade, las mujeres estarán sometidas, excluidas del ámbito sagrado y relegadas a un espacio marginal.
La teología no es, sin embargo, su único campo de batalla. Más de medio millón de monjas unidas en la Unión Internacional de Superioras Generales han denunciado los abusos sexuales y laborales que sufren en la Iglesia. La iniciativa Voices of Faith, por su parte, está luchando para consolidar un 30% de puestos de poder para las mujeres de la Iglesia católica en 2030. Y ya existen más de 100 mujeres sacerdotes y hasta 10 mujeres obispo en todo el mundo. Forman parte de la Asociación de Mujeres Sacerdotes Católico Romanas que, a pesar de haber sido excomulgadas, defienden la validez de su ministerio: las primeras fueron ordenadas por un obispo –respetando la sucesión apostólica– en el río Danubio, territorio que no pertenece a ninguna diócesis.
Nadie quiere tomar postura en el tema de las mujeres, sostiene Silvia Martínez, porque ‘‘afecta a toda la estructura eclesial’’. En el momento en que cuestionas la lógica patriarcal de la institución, concuerda Margarita, todo se viene abajo: la lectura de los textos, el oficio de la eucaristía, la moral cristiana e incluso la misma idea de un Dios masculino. A partir de ahí, el trabajo de la teología feminista es construir un nuevo modelo de Iglesia –sin jerarquías– que debe ser el de ‘‘la comunidad que se preocupa por los demás’’.
El cristianismo feminista crece en la frontera, como una minoría que aún busca su propio espacio. Frente a quienes afirman que la religión es incompatible con la igualdad y quienes rechazan cualquier cambio que derribe sus privilegios, ellas se defienden: ‘‘Existen muchos puntos en común entre el cristianismo y el feminismo’’. Entre otros, el lenguaje, las reivindicaciones y las formas de protesta. Margarita Pinto propone una huelga para concienciar a las mujeres de que su lugar en la Iglesia católica está siendo ocupado y deben luchar por él. La igualdad llegará cuando las cristianas sean feministas, afirma, porque si la base cambia, no importa la jerarquía. Mientras tanto, a ellos les pide que las reconozcan como sujetos teológicos, morales y religiosos capaces de tomar sus propias decisiones, aunque no parece albergar muchas esperanzas. Hace tiempo que perdió su fe: ‘‘Lo tengo clarísimo: ni un minuto para ‘convertir’ a un obispo’’.
¡Hola! El proceso al procés arranca en el Supremo y CTXT tira la casa through the window. El relator Guillem Martínez se desplaza tres meses a vivir a Madrid. ¿Nos ayudas a sufragar sus largas y merecidas noches de...
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