Precariedad y tiempo de trabajo: los perfiles del subempleo
El vínculo entre la existencia de contratos temporales y parcialidad involuntaria apunta a que es necesaria una transformación más general en la cultura de la contratación, lo que requiere una simplificación drástica de los tipos de contrato
Luis Cárdenas (La paradoja de kaldor) 16/04/2019
Empleo precario
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En artículos anteriores hemos señalado la expansión del empleo atípico, o precario, durante los últimos años, especialmente los problemas de subempleo (parcialidad involuntaria), temporalidad y rotación en el puesto de trabajo. A su vez, hemos mostrado que el subempleo se concentra principalmente entre las mujeres, mientras que el sobre-empleo se focaliza en los hombres. Complementando ambos análisis nos preguntamos: ¿qué características presentan las personas subempleadas?
Con este objetivo y utilizando los microdatos disponibles de la Encuesta de Población Activa, elaborada por el INE, analizamos las características que incrementaron la probabilidad de estar en situación de subempleo durante el año 2018. Para ello es útil estimar un sencillo modelo de regresión logística que permite observar de manera conjunta las distintas características que presenta este colectivo, en consecuencia se incluyen las siguientes variables:
– Subempleo: la variable a explicar se define como la situación de tener un contrato de menos de 40 horas semanales y desear trabajar más horas.
– Género: distingue entre hombres y mujeres, ya que en base a estudios previos parece ser un determinante fundamental.
– Tipo de contrato: diferencia entre contratos temporales e indefinidos.
– Nivel de estudios: distingue si se ha alcanzado el grado universitario respecto a los demás niveles educativos.
– Edad: identifica como joven a las personas entre 20 y 29 años.
– Región: elige aquellas provincias que presentan una elevada tasa de paro, en otras palabras, aquellas regiones cuya tasa de paro es superior a la mediana del conjunto del país.
– Estado civil: distingue entre aquellas personas que están casadas respecto a las que no lo están.
De esta forma se incluyen los principales rasgos que se pueden observar en lo que, de acuerdo a la teoría de la segmentación laboral, se conoce como el segmento secundario o, más habitualmente, como empleos precarios. Por simplicidad no se distinguen otras formas de empleo atípico (como son los indefinidos fijo-discontinuos), y para mantener un número de variables explicativas reducido sólo se incorpora el nivel de estudios como forma de aproximación a las categorías profesionales, aunque lógicamente existen otros muchos aspectos que determinan la carrera profesional.
Los resultados del modelo se encuentran en el Gráfico 1: como se puede observar todas las variables incluidas son significativas e incorporan información relevante. La interpretación es muy sencilla, los valores superiores a 1 indican que es más probable estar en subempleo que no estarlo, los valores inferiores a 1 indican lo contrario. Si el valor es exactamente 1 entonces no hay ninguna relación entre los factores considerados.
En primer lugar, la probabilidad de ser mujer y estar en el subempleo es de 2.76 veces a 1. Por su parte, la probabilidad de tener un contrato temporal y estar en el subempleo es de 2.65 a 1. Claramente, son las principales características que muestran las personas subempleadas y, además, lo hacen en una proporción similar.
Los siguientes determinantes son residir en una provincia con una elevada tasa de paro y ser joven (entre 20 y 29 años), ambos aspectos incrementan la probabilidad de estar en situación de subempleo en una medida similar. Lo cual es un resultado esperado de acuerdo a los estudios especializados ya que generalmente los jóvenes y las regiones con mayor desempleo son las que presentan mayor número de empleos atípicos, como es la parcialidad involuntaria.
Por el contrario, las características que reducen las opciones de estar en subempleo son haber alcanzado estudios universitarios y estar en estado civil de casado/a. El primero tiene el efecto esperado, ya que los mejores puestos suelen estar ocupados por trabajadores con mayor nivel de estudios y, por tanto, presentar en menor medida formas de empleo atípico.
Por otra parte, el estado civil está ocultando la importancia del género, si también se establece la doble condición de ser mujer y estar casada sí que existe una mayor probabilidad de sufrir el subempleo. En otras palabras, las personas casadas tienen una menor probabilidad, posiblemente como consecuencia de que querer trabajar más horas es una situación subjetiva que cabe esperar se reduzca con los ingresos de la familia. Pero si se incluye el género, las mujeres siguen teniendo una mayor probabilidad de sufrirlo que de no sufrirlo.
En definitiva, la situación del subempleo es poliédrica pero los perfiles estudiados muestran que lo que mayor capacidad explicativa tiene es ser mujer, tener un contrato temporal, vivir en una provincia con una elevada tasa de paro y ser joven. Por el contrario, sólo reduce claramente la probabilidad de estar en subempleo el tener estudios universitarios, posiblemente porque ocupen puestos de mayor estabilidad y en general presenten un mayor número de contratos indefinidos a tiempo completo.
Finalmente, la política laboral orientada a la reducción del subempleo no es sencilla, dados los múltiples aspectos del fenómeno, pero a la vista de los perfiles mayoritarios parece evidente que la conciliación de la vida familiar y laboral debe jugar un papel muy relevante. Por ello deberían incluirse como instrumentos útiles para reducir el subempleo, y para terminar con las discriminaciones por razón de género, la racionalización de horarios y la reducción del tiempo de trabajo. No sólo de la jornada laboral semanal sino también de otros aspectos del horario laboral como son el incremento del periodo de vacaciones anuales retribuidas, del número de las fiestas laborales de carácter retribuido y no recuperable, y de los días de permisos por cuidados; así como establecer desincentivos a las horas extraordinarias. Todo ello permitiría incrementar las horas que actualmente están percibiendo las personas subempleadas y equilibrar el reparto del tiempo de trabajo.
Además, el vínculo entre la existencia de contratos temporales y parcialidad involuntaria apunta a que es necesaria una transformación más general en la cultura de la contratación, lo que requiere una simplificación drástica de los tipos de contrato. Es obvio que si dos personas realizan el mismo trabajo deben tener las mismas condiciones laborales, por ello la eliminación de los contratos temporales y el establecimiento de límites a la proporción de trabajadores con contratos atípicos en las empresas, en este caso a tiempo parcial involuntario, es un primer paso para lograr la equidad y reducir la precariedad laboral.
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Luis Cárdenas es investigador del Instituto Complutense de Estudios Internacionales, ICEI y miembro de La paradoja de Kaldor.
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