En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar puede leer la revista en abierto. Si puedes permitirte aportar 50 euros anuales, pincha en agora.ctxt.es. Gracias.
En política, lo que movilizan la ilusión o el miedo lo desmovilizan los dolores de cabeza que provocan griteríos como el de anoche. Minipunto para la derecha. Después del primer choque en el que Pedro Sánchez había salido indemne, el formato para el segundo debate cambiaba, volviéndose “más ágil”. O eso nos dijeron. Pueden interrumpirse y no habrá limitación de tiempo, explicaban las reglas los moderadores y para cuando nos quisimos dar cuenta, Casado y Rivera ya estaban con el pantalón metido dentro de las botas de agua. Los que nos quejamos del corsé demasiado estrecho del formato del primer debate, porque impedía que la confrontación de ideas fluyese, hoy nos damos cuenta de nuestro error: caben más ideas en un corsé cualquiera, por estrecho que sea, que en una convención de gritos.
Sánchez, Casado, Iglesias y Rivera se enfrentaban anoche a la pesadilla de todo artista del directo: un público que repetía asiento frente al mismo espectáculo unas horas después del último show. Había que innovar y había que llevarle la contraria a las críticas que habían recibido del debate anterior: la de Iglesias, que si tuvo un tono más bajo del habitual, que casi se borró del mapa. La de Sánchez, que si fue demasiado esquivo ante las preguntas directas de los oponentes. La de Casado, que si estuvo menos agresivo de lo habitual y esto le hizo parecer débil. Y la de Rivera. Al líder naranja muchos le dieron como ganador del primer debate a pesar de haber abusado de la sobreactuación para lograrlo. El líder naranja, entusiasmado con el premio, se quedó sólo con la primera parte de la crítica –lo habían dado por ganador– y decidió ignorar la segunda –lo habría logrado a costa de cierta sobreactuación que se había notado–. En el segundo debate, un Rivera dispuesto a repetir la fórmula del éxito provocó un empacho nacional de sobreactuación del que España tardará años en recuperarse. El 23 de abril será a partir de ahora fiesta de Sant Jordi en Cataluña y fiesta del empacho en todo el país.
Cuando Pablo Casado, obligado por las críticas del día anterior, comenzó tomando la iniciativa contra Pedro Sánchez, Albert Rivera sufrió en sus carnes el mismo pánico que sufre el artista endiosado ante la ausencia de focos. En política, veinticuatro horas es un mundo y para las diez de la noche de ayer, los grandes éxitos del primer debate ya eran pasado lejano. El autor de “¿escuchan el silencio?” no dejaba hablar a nadie. El derroche de interrupciones, llamadas de atención infantiles y esperpento en directo a base de volver loca a Marie Kondo por el estado de su atril por segunda vez, acabó con un Iglesias que se había puesto la batería en modo zen, llamando maleducado al líder de Ciudadanos. Con razón. ¿Qué es usted, el profesor que nos riñe?, respondía Rivera metido en un papel de revoltoso de la clase que casaba fatal con el papel de delegado que interpretaba dos segundos más tarde. Si en el primer debate, Rivera se impuso a Casado en el flanco derecho, en este segundo debate ganó el líder del PP por auto expulsión extravagante de su oponente.
Con el traje de presidente salpicado de barro y con un formato de debate que lo desprotegía, a Pedro Sánchez no le quedó más remedio que calzarse también las botas de agua. A partir de ese momento supimos que estábamos ante un debate sólo porque lo decía un rótulo en la pantalla: el debate decisivo. Mientras Sánchez, Casado y Rivera se revolcaban en el barro –Casado llamaba mentiroso a Rivera, Rivera a Casado, ambos al presidente y el presidente a ambos– Pablo Iglesias dimitía del cargo de líder de Podemos para ejercer de defensor del espectador que se desesperaba en casa. Para las hemerotecas quedará la imagen de Iglesias negando avergonzado con la cabeza como niega uno desde el sofá mientras, a su lado, Rivera y Sánchez se impedían hablar y se visitaban los atriles respectivos dejándose papeles que el otro no quería recibir. ¿Dónde está Ana Pastor cuando uno necesita que se interrumpa?
Hablar de ganadores de un debate que no lo fue, sería injusto. Lo justo en todo caso es hablar de papeles jugados por cada uno de los candidatos y ahí Pablo Iglesias jugó el papel más honesto: el de intentar, sin éxito, que allí hubiera un debate. El premio al papel más honesto no conlleva ganar nada más que el irte a la cama con la conciencia tranquila. Que tampoco está mal. El verdadero ganador de este debate, de los dos debates, ha sido la extrema derecha. La decisión de la Junta Electoral de dejarlos –justamente– fuera, va a permitir que Abascal llegue a las votaciones del domingo sin que la mayoría de la población descubra que, si lo sacas del Viva España y los ataques a las minorías, lo que queda es un campo vacío por el que pasear a caballo. Un enorme campo vacío como el debate de anoche.
CTXT se financia en un 40% con aportaciones de sus suscriptoras y suscriptores. Esas contribuciones nos permiten no depender de la publicidad, y blindar nuestra independencia. Y así, la gente que no puede pagar...
Autor >
Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí